Cuando entraron a la tienda, las pupilas de Yoongi se dilataron al máximo de su capacidad, nunca en su vida había visto tanto dulce en un mismo lugar. Jimin pasó por delante del pelinegro mientras este aún estaba en trance y tomó una bolsa de plástico junto a unas tenazas de cocina.
-Me gustan los azules- dijo Jimin con una sonrisa, tomando varios de esos tubitos con la tenaza, pero al ver que el mayor no decía nada, se volteó a mirarlo -Hyung, cierra la boca, te van a entrar moscas.
El pelinegro pestañeó para salir del trance y juntó sus labios, avergonzado -Lo siento- murmuró -Esto es el paraíso de los dulces.
A donde sea que miarase, habían pequeños cuadrados de plástico llenos hasta el tope de caramelos de regaliz y gomitas en diversas formas. Tomó los mismos utensilios que Jimin y fue hacia la pared de la derecha, queriendo tomar todos los dulces que habían ahí -No sé que elegir- le confesó al menor con una sonrisa culpable, Jimin estaba en la otra pared y sonrió a la par con él.
-De todo un poco- le contestó -Yo pagaré.
Yoongi se giró por completo, aún con la bolsa y la tenaza en las manos -¿Qué? No, yo pagaré mi parte.
Jimin le estaba dando la espalda, pero al escuchar esa negativa se volteó hacia él y dejó a la vista su bolsa de dulces que ya iba casi por la mitad, parecía un niño pequeño en una noche de halloween -No, hyung- protestó, sin dejar de sonreír -Yo pagaré por ambos, no me complica en lo más mínimo.
Yoongi entrecerró los ojos y lo apuntó con la tenaza, intentando verse amenazante -Entonces tendrás que dejar que yo te haga una invitación algun día.
Jimin le guiñó un ojo, cómplice -Acepto- el pelinegro bajó la tenaza y un leve color rojizo cursó sus pálidas mejillas, no podía creer que ese joven rubio de apariencia sexy y atrevida pudiera tener ese efecto sobre él, lo conocía literalmente hace solo dos días, pero ya lograba colocarle los pelos de punta con una acción tan simple como lo era guiñar un ojo o acercarse más de lo debido.
Yoongi se dio la vuelta y comenzó a escoger sus dulces, echó de todo un poco en su bolsa, tal y como se lo había sugerido Jimin. Si su padre aún estuviera vivo, seguro se habría alegrado de verlo llegar con esa cantidad de caramelos en sus manos.
Cuando vio que su bolsa ya estaba lo suficientemente llena, se acercó al menor por un costado -Listo- le susurró, levantando sus dulces. Jimin terminó de llenar la suya y sujetó ambas bolsas con una mano para dirigirse hacia el lugar de pago, donde una chica de cabello rosa pálido contaba animadamente las cajas que tenía sobre el escritorio.
-Coloque esas bolsas aquí, tengo que pesarlas- dijo la joven al percatarse de que Jimin estaba frente a ella esperando ser atendido. Por el rabillo de su ojo Yoongi percibió un movimiento brusco en la entrada de la tienda, giró su vista y en la vereda se topó con una señora a la que su bolsa de papel se le había hecho trizas, desparramando las naranjas del interior hacia todas partes.
Yoongi tocó el hombro del menor con el índice de su dedo -Iré a ayudar a esa señora- le avisó antes de salir de la tienda e intentar ayudarla a recoger sus frutas, porque nadie que pasaba por ahí se detenía.
Cuando la señora se percató de que el pelinegro comenzó a tomar las naranjas sin su consentimiento, no dudó en acercarse a él y gritarle que se alejara -No hagas como si me fueras a ayudar para luego robarme- escupió con desagrado. Yoongi quedó atónito con la reacción de la señora y apenas pudo pronunciar unas cuantas palabras.
-No voy a robarle- le tendió una naranja que se había ido mas lejos de lo previsto -Sólo intento ayudarla- la señora parecía estar reacia a escuchar cualquier cosa que saliera de su boca, porque en cuanto tuvo la oportunidad, le quitó la fruta de un tirón y se la guardó en otra bolsa.
-No necesito tu ayuda -terminó de recoger las ultimas que quedaban en el suelo y cruzó la calle a paso de tortuga, dejando a un pelinegro estupefacto por lo que había sucedido. Nunca había conocido a alguien que se negara a ser ayudado, al menos, no de esa forma.
Cuando estuvo seguro de que no seguiría pasando ningún otro auto por un buen tiempo, Yoongi se sentó en el borde del pavimento, olvidándose de que Jimin lo estaba esperando dentro de la tienda y sintiéndose pésimo por lo ocurrido. Su padre siempre le había enseñado a ayudar a las personas, pero esa señora rompió sus esquemas y al pelinegro le afectó más de la cuenta.
-¿Sabías que las medusas no tienen corazón?- Jimin se sentó a su lado y le tendió su bolsa de dulces, la cual traía una linda pegatina de osito como sello. Ahí estaba otra vez, intentando animarlo de la forma que mejor sabía.
Yoongi esquivó la mirada afable del menor y bufó, sabiendo hacia donde se dirigía la conversación e intentando seguirle el juego de las comparaciones -Son igualitas a mi ex.
Jimin lo miró con una expresión divertida y confundida a la vez -No estuvo mal lo que hiciste, hyung- le dijo, volviendo su vista hacia la señora que estaba terminando de cruzar la calle -Pero hay personas que viven creyendo que alguien intenta hacerles daño.
-Solo quería ayudarla- murmuró el pelinegro, sintiéndose un poco mejor con la compañía de Jimin.
-Lo sé. Y esa medusa no supo verlo.
Yoongi sonrió al oír la comparación que había salido de la boca del menor, lo admiraba por el simple hecho de que lograba comparar cada cosa de la vida cotidiana con la ciencia sin esfuerzo alguno, realmente era un cerebrito, pero uno que rompía con todos los estereotipos de la sociedad, sólo faltaba que tuviera un piercing oculto y definitivamente su cabeza estallaría en mil pedazos.
-¿Sirve de algo intentar ser buenas personas últimamente?- le preguntó, mirándolo directamente a los ojos, viendo el hermoso color avellana que los adornaba.
-Te diría que al único al que le importa que tengas buen corazón, es al cardiólogo- le respondió el menor sin apartar la vista -Pero la verdad, es que si aún no pierdo la fe en la humanidad, es justamente por personas como tú. Intentaste ayudar a alguien sin pensar que reaccionaría de esa forma, y aun así estás aquí cuestionandote si fuiste tú quien cometio el error.
Yoongi sopesó las palabras de Jimin y no pudo evitar que su pecho doliera, miró la bolsa de dulces en sus manos y solo pudo ver en ella el rostro adolorido de su padre antes de morir. Si tan solo estuviera con vida, Jimin y él se habrían llevado bastante bien -Gracias- le dijo intentando esbozar una sonrisa -Ahora sé que no solo el cardiólogo necesita que las personas tengan buenos corazones.
El menor abrió su bolsa de dulces y sacó una gomita azúl, redonda y con rayas verdes que simbolizaba al planeta tierra -Si no que el mundo también lo necesita.
Yoongi asintió, admirando la buena comunicación que había obtenido con Jimin. Ya no se sentía tan mal por la actitud que la señora había tomado con él, porque de alguna forma, la energía y el aura del menor habían logrado que su mente dejara de torturase buscando cuál fue su error.
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¡Hey, cerebrito! || JIMSU
Fanfic-Cada vez que sientas que no le importas a nadie...recuerda que tan solo en un mililitro de sangre tienes alrededor de 11 millones de leucocitos que darían la vida con tal de protegerte de cualquier enfermedad. Donde Park Jimin es un joven erudito...