Bridgette maldijo en voz baja y le dirigió a Westcliff una mirada malhumorada. Él respondió arqueando con ironía una de sus cejas.
A pesar de que llevaba una chaqueta de montar de tweed, tenía el cuello de la camisa abierto, lo que dejaba al descubierto la fuerte línea de su garganta. Durante sus encuentros anteriores, Félix siempre había estado vestido de forma impecable y vestido a la perfección. En ese momento, sin embargo, su abundante cabello rubio estaba alborotado y a decir verdad, le hacía falta un afeitado. Cosa extraña, verlo así le provocó un agradable estremecimiento en las entrañas y una curiosa debilidad en las rodillas.
Pese a lo desagradable que le resultaba el conde, la joven tenía que reconocer que Félix Agreste era un hombre extremadamente atractivo. Sus facciones eran grandes en algunos lugares y demasiado severas en otros, pero había cierta armonía ruda en la estructura de su rostro que hacía que la belleza clásica resultara del todo irrelevante.
Había pocos hombres que poseyeran una masculinidad tan fijada a esa fuerza de carácter que resultaba demasiado poderosa como para pasarla por alto. Él no sólo se sentía cómodo con su posición de autoridad, sino que era evidente que le resultaba imposible aceptar otro papel que no fuese el de líder. Puesto que ella era una joven que siempre se había sentido inclinada a lanzarle huevos a la cara a la autoridad, Brid encontraba en lord Westcliff una tentación irresistible. Pocos instantes le habían resultado tan satisfactorios como aquellos en los que había conseguido sacarlo de sus casillas.
La mirada analizadora de Félix se deslizó sobre Brid, desde su cabello enredado hasta las líneas no ceñidas de su figura, sin olvidar la redondez de sus pechos. Bridgette se preguntó si iba a echarle un regaño en público por atreverse a jugar al rounders con un grupo de mozos del establo y le devolvió la mirada desafiante. Trató de parecer altanera, pero no le resultó fácil, ya que un simple vistazo al cuerpo esbelto y atlético del conde le produjo otro estremecimiento en la boca del estómago. Marinette tenía razón: sería difícil, por no decir imposible, encontrar a un hombre que pudiera rivalizar con la fuerza varonil del señor de Westcliff.
Sin apartar los ojos de la mayor de las Dupain-Cheng, el conde se separó muy despacio de la cerca del corral y se acercó a ella.
Con el cuerpo tenso, Bridgette se mantuvo en su lugar mientras lo miraba a los ojos, que eran de un tono verde tan claro que parecían grises, la inquietud hizo que se le pusieran los nervios de punta.
La voz de Félix era profunda, de una textura parecida a la grava envuelta en terciopelo.
—Debería acercar más los codos al cuerpo.
Puesto que esperaba un regaño, semejante comentario pilló a Brid desprevenida.
—¿Cómo dice?
Las abundantes pestañas del conde descendieron ligeramente cuando contempló el bate que Bridgette aún sostenía en la mano derecha.
—Que debería acercar más los codos al cuerpo. Tendrá más control sobre el bate si reduce el arco del movimiento.
Brid frunció el ceño.
—¿Hay algún tema en el que usted no sea un experto?
Un destello de diversión se reflejó en los ojos de Félix mientras parecía considerar la pregunta con detenimiento.
—No sé silbar— dijo al final —Y mi puntería con la balista es bastante insuficiente. Aparte de eso...— Levantó las manos en un gesto de inocencia, como si fuera incapaz de recordar alguna otra actividad en la que no fuera hábil.
—¿Qué es una balista?— preguntó Bridgette —¿Y qué quiere decir con eso de que no sabe silbar? Todo el mundo sabe silbar.
Félix frunció los labios para formar un círculo y soltó un inaudible soplido de aire. Estaban tan cerca que Brid sintió contra su frente la suave ráfaga de aliento, la cual alborotó los sedosos mechones de su cabello que se habían pegado a la piel sudorosa. Parpadeó por la sorpresa y al instante, su mirada bajó hasta la boca del hombre y después hasta el cuello abierto de su camisa, donde su piel poco bronceada, tenía un aspecto suave y cálido.
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𝓜𝓮 𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮 𝓾𝓷 Oᴛᴏñᴏ
Romance-Eɴ ᴏᴛᴏñᴏ, ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ ʟʟᴇᴠᴀ ᴘᴜᴇsᴛᴏ ᴇʟ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ᴛᴜs ᴏᴊᴏs; ʏ ᴄᴀᴅᴀ ᴠᴇᴢ ᴍᴇ ʜᴀᴄᴇ ᴘᴇɴsᴀʀ ᴍᴀs ᴇɴ ᴛɪ. La testaruda heredera franco-china: Bridgette Dupain-Cheng, ha ido a Inglaterra para encontrar un marido aristocrático. Desafortunadamente, ningún hombre es...