Por desgracia, las noticias del altercado entre Bridgette y lord Westcliff se extendieron con rapidez por toda la casa. Apenas entrada la tarde ya había llegado a oídos de Sabine Dupain, y el resultado no fue muy agradable. Con los ojos como platos y sin dejar de chillar, Sabine se paseaba de un lado a otro por delante de su hija en el dormitorio.
—Tal vez las cosas no habrían llegado a ese extremo si te hubieras limitado a hacer un comentario inapropiado en presencia de lord Westcliff— gritó con furia su mamá mientras sus brazos se batían en gestos desesperados —Pero no, tenías que discutir con el conde y después desobedecerlo delante de todos... ¿Te das cuenta de cómo nos has hecho quedar? No sólo has arruinado tus posibilidades de matrimonio, ¡sino también las de tu hermana!, ¿Quién querría relacionarse por matrimonio con una familia que se ve en la obligación de reconocer a una maleducada como uno de sus miembros?
Con un aguijonazo de vergüenza, Brid le dirigió una mirada de disculpa a Marinette, que se encontraba sentada en el rincón. Su hermana sacudió la cabeza ligeramente para asegurarle que no pasaba nada.
—Si insistes en comportarte como una salvaje— continuó Sabine —¡me veré obligada a tomar medidas drásticas, Bridgette Dupain-Cheng!
Brid se hundió aún más en el sofá al escuchar su nombre completo, cuyo uso siempre era la señal que anunciaba algún castigo espantoso.
—Durante la próxima semana, no saldrás de esta habitación a menos que lo hagas en mi compañía— dijo su madre con voz severa —Controlaré cada uno de los pasos que des, de los gestos que hagas y de las palabras que salgan de tu boca hasta asegurarme de que se puede confiar en que te comportarás como un ser humano razonable. Será un castigo compartido, porque te aseguro que tu compañía me resulta tan poco placentera como a ti la mía. Sin embargo, no queda otro remedio. Y si te oigo protestar lo más mínimo, doblaré el castigo y haré que sean quince días. Durante los momentos en los que no te encuentres bajo mi supervisión, permanecerás en este cuarto, ya sea leyendo o meditando acerca de tu desacertada conducta. ¿Me has comprendido, Bridgette?
—Sí, madre.
La perspectiva de ser controlada tan de cerca durante una semana hizo que Brid se sintiera como un animal enjaulado. Reprimió un aullido de protesta y se concentró con rebeldía en el estampado floreado de la alfombra.
—Lo primero que harás esta noche— prosiguió Sabine con los ojos resplandecientes de su pálido rostro —será disculparte con lord Westcliff por los problemas que le has causado hoy. Y lo harás en mi presencia, de modo que yo pueda...
—De eso nada...— Bridgette se enderezó en su asiento y miró a su madre con manifiesta rebeldía —No. No hay manera de que tú ni nadie pueda obligarme a pedirle disculpas. Antes prefiero morir.
—Harás lo que te digo— La voz de su mamá se convirtió en una especie de gruñido —Te disculparás con el conde con total humildad, ¡O no abandonarás esta habitación durante lo que nos queda de estancia!
Cuando Bridgette abrió la boca para hablar, Mari se apresuró a interrumpirla.
—Madre, ¿puedo hablar con Brid a solas, por favor? Sólo será un momento. Por favor...
Sabine les dirigió una dura mirada a sus dos hijas, sacudió la cabeza como si se preguntara por qué había sido maldecida con muchachas tan insoportables y salió a grandes zancadas de la habitación
—Esta vez está enfadada de verdad— murmuró Marinette para romper el peligroso silencio que había hecho por su intervención —Jamás había visto a madre en semejante estado. Debes hacer lo que te pide.
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𝓜𝓮 𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮 𝓾𝓷 Oᴛᴏñᴏ
Romance-Eɴ ᴏᴛᴏñᴏ, ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ ʟʟᴇᴠᴀ ᴘᴜᴇsᴛᴏ ᴇʟ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ᴛᴜs ᴏᴊᴏs; ʏ ᴄᴀᴅᴀ ᴠᴇᴢ ᴍᴇ ʜᴀᴄᴇ ᴘᴇɴsᴀʀ ᴍᴀs ᴇɴ ᴛɪ. La testaruda heredera franco-china: Bridgette Dupain-Cheng, ha ido a Inglaterra para encontrar un marido aristocrático. Desafortunadamente, ningún hombre es...