Para cualquiera que se molestara en advertirlo, resultó obvio que durante las últimas dos semanas de fiesta campestre en Stony Cross Park, lord Westcliff y la señorita Bridgette Dupain-Cheng hicieron un esfuerzo mutuo por evitar la compañía del otro, tanto como les fue posible. Resultaba asimismo evidente que lord St. Vincent la acompañaba con mucha frecuencia en los bailes, meriendas y fiestas junto al lago que animaba los agradables días de otoño en Hampshire.
Brid y Marinette pasaron varias mañanas en compañía de la condesa de Westcliff, que les enseñaba, instruía y trataba en vano de darles una apariencia aristocrática. Los nobles jamás mostraban entusiasmo, sólo un vago interés. Además se deleitaban con los sutiles tonos de la voz para enfatizar un significado.
Ellos preferían decir "conocido" o "congénere, antes que usar la palabra "pariente". Y utilizaban la frase "Si fuese tan amable..." en lugar de "¿Querría..?" Además, era obligatorio que una dama de la aristocracia se expresara dando a entender con elegancia lo que quería decir de forma indirecta, jamás de manera directa.
Si la condesa tenía preferencia por una de las hermanas, ésta era sin duda Mari, quien mostraba estar mucho más dispuesta a aceptar el complejo código del comportamiento de la nobleza. Brid en cambio, hacía pocos esfuerzos por ocultar el desprecio que sentía por unas reglas sociales que en su opinión, no tenían ni el más mínimo sentido.
¿Qué más daba si se deslizaba la botella de licor sobre la mesa o si se ofrecía con la mano, siempre y cuando el vino llegara a su destino? ¿Por qué había tantos temas de conversación prohibidos, mientras que otros que no tenían interés alguno debían repetirse hasta el cansancio? ¿Por qué era mejor caminar despacio que deprisa, por qué debía una dama tratar de repetir la opinión de un caballero en lugar de expresar la suya propia?
Así pues, encontró cierto alivio en la compañía de lord St. Vincent quien parecía importarle un comino su comportamiento y las palabras que utilizara. Al hombre le hacía gracia su franqueza y desde luego, él mismo era bastante descarado. Incluso su propio padre, el duque de Kingston caía bajo las garras del sarcasmo de St. Vincent. Su padre al parecer, no tenía ni idea de cómo aplicar los polvos para los dientes a su cepillo, ni de cómo colocar los ligueros de sus calcetines, puesto que dichas tareas siempre las había realizado su ayudante de cámara.
A Bridgette le resultaba imposible no echarse a reír ante la idea de la vida tan consentida de los nobles, lo que a St. Vincent le llevaba a deducir con fingido horror acerca de la vida primitiva que la muchacha había llevado en América, donde se veía obligada a vivir en una mansión que se identificaba con un espantoso número en la puerta, a peinarse sin ayuda o a atarse los propios zapatos.
St. Vincent era el hombre más encantador que Brid hubiera conocido jamás. Sin embargo, bajo las capas de sedosa caballerosidad se ocultaba una especie de dureza, una impenetrabilidad que tan solo podría pertenecer a un hombre muy frío. O quizás, a un hombre en extremo reservado.
En cualquiera de los casos, Bridgette sabía por instinto que fuera cual fuese el tipo de alma que habitaba en el interior de una criatura semejante, ella jamás la descubriría. Era un hombre tan apuesto y tan indescifrable como un misterio.
—St. Vincent necesita casarse con una heredera— les informó Alya una tarde, mientras las floreros dibujaban y pintaban con acuarelas a la sombra de un árbol —Según el señor Lahiffe, el padre de lord St. Vincent, no tardará mucho en despojarlo de su asignación monetaria, ya que apenas le queda dinero. Me temo que el vizconde va a heredar muy poco.
—¿Qué ocurrirá cuando se le acabe el dinero?— Preguntó Marinette, que movía el lápiz con habilidad sobre el papel para dibujar el paisaje-. ¿Venderá St. Vincent parte de su patrimonio y de sus propiedades cuando se convierta en duque?
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𝓜𝓮 𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮 𝓾𝓷 Oᴛᴏñᴏ
Romance-Eɴ ᴏᴛᴏñᴏ, ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ ʟʟᴇᴠᴀ ᴘᴜᴇsᴛᴏ ᴇʟ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ᴛᴜs ᴏᴊᴏs; ʏ ᴄᴀᴅᴀ ᴠᴇᴢ ᴍᴇ ʜᴀᴄᴇ ᴘᴇɴsᴀʀ ᴍᴀs ᴇɴ ᴛɪ. La testaruda heredera franco-china: Bridgette Dupain-Cheng, ha ido a Inglaterra para encontrar un marido aristocrático. Desafortunadamente, ningún hombre es...
