—Alya, ¿qué te ha pasado?— preguntó Bridgette a la mañana siguiente, cuando se unió al resto de las floreros en la mesa más alejada de la terraza posterior para desayunar —Tienes un aspecto horrible. ¿Por qué no llevas puesto tu traje de montar? Creí que ibas a participar en el recorrido de obstáculos esta mañana. ¿Y por qué desapareciste tan de repente anoche? No es típico de ti desaparecer sin más, sin decir...
—No me quedó otro remedio— interrumpió Alya malhumorada, al tiempo que cerraba los dedos alrededor de la delicada taza de porcelana en la que bebía su té. Con aspecto pálido, cansado y los ojos ámbar rodeados por unas oscuras ojeras, bebió un buen sorbo de té antes de continuar —Fue ese maldito perfume tuyo, tan pronto como percibió el olor, se volvió loco.
Boquiabierta, Brid trató de asimilar la información con el alma en los pies.
—Entonces... ¿surtió efecto con lord Westcliff?— consiguió preguntar.
—Santo Dios, con lord Westcliff no— Alya se frotó los ojos cansados —No podía haberle importado menos mi olor. Fue mi marido quien se volvió completamente loco. Después de que captara la dichosa fragancia, me arrastró de vuelta a nuestra habitación y... Bueno, basta decir que me mantuvo despierta toda la noche. Y cuando digo toda la noche, me refiero exactamente a ''eso''— repitió para dar mayor énfasis antes de beber otro largo sorbo de té.
—¿Haciendo qué?— preguntó Marinette, confundida.
Bridgette que acababa de experimentar un gran alivio al saber que Félix no se había sentido atraído por Alya mientras ésta llevaba el perfume, miró a su hermana con expresión burlona.
—¿Qué crees que estuvieron haciendo? ¿Jugando al escondite?
—iAh!— exclamó Mari cuando por fin lo comprendió. Acto seguido miró a Alya con una curiosidad nada adecuada para una muchacha virginal —Pero entonces no entiendo tu mal humor, yo tenía la impresión de que te gustaba hacer... eso ... con el señor Lahiffe.
—Bueno sí, claro que me gusta, pero...— Alya se detuvo, víctima de un intenso rubor —Lo que pasa es que cuando un hombre se excita hasta ese punto...— Volvió a detenerse cuando se dio cuenta de que Brid prestaba demasiada atención a sus palabras. AI ser la única casada del grupo, poseía un conocimiento acerca de los hombres y de las relaciones íntimas, que despertaba una excesiva curiosidad en las demás. Por lo general, Alya era bastante sincera, pero jamás revelaría los aspectos íntimos de su relación con Nino. Bajando la voz hasta convertirla en un susurro, murmuró —Dejémoslo en que mi marido no necesita ninguna poción mágica que aumente todavía más sus apetitos físicos.
—¿Estás segura de que fue por el perfume?— preguntó Bridgette —Tal vez fue otra cosa lo que...
—Fue el perfume— respondió Alya sin dejar lugar a dudas.
Sabrina interrumpió la conversación en ese momento, con aspecto confundido.
—Pero ¿por-por qué no reaccionó lord Westcliff cuando lo llevabas? ¿Por qué sólo afectó a tu marido y a na-nadie más?
—¿Y por qué nadie se fijó ni en Sabri ni en mí?— preguntó Mari desconcertada.
Alya se acabó el té, se sirvió un poco más y añadió con cuidado un terrón de azúcar. Con los párpados entrecerrados miró a Brid por encima del borde de la taza.
—¿ Y qué tal te fue a ti, querida? ¿Conseguiste llamar la atención de alguien?
—En realidad sí...— Bridgette estudió el contenido de su taza —Ia de lord Westcliff— dijo con una mueca irónica —Otra vez. Menuda suerte tengo... He encontrado un afrodisíaco que sólo funciona con el único hombre al que desprecio.
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𝓜𝓮 𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮 𝓾𝓷 Oᴛᴏñᴏ
Lãng mạn-Eɴ ᴏᴛᴏñᴏ, ᴇʟ ᴄɪᴇʟᴏ ʟʟᴇᴠᴀ ᴘᴜᴇsᴛᴏ ᴇʟ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ᴛᴜs ᴏᴊᴏs; ʏ ᴄᴀᴅᴀ ᴠᴇᴢ ᴍᴇ ʜᴀᴄᴇ ᴘᴇɴsᴀʀ ᴍᴀs ᴇɴ ᴛɪ. La testaruda heredera franco-china: Bridgette Dupain-Cheng, ha ido a Inglaterra para encontrar un marido aristocrático. Desafortunadamente, ningún hombre es...