𝓒 𝓐 𝓟 𝓘 𝓣 𝓤 𝓛 𝓞 21

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Un poco más tarde, esa misma mañana, Alya se excusó de la sala de desayunos con un murmullo de disculpa.

—Me siento bastante mareada otra vez— dijo —Creo que me retiraré a mi habitación durante un rato. Por suerte, el señor Lahiffe está fuera, cabalgando, y no se enterará de que vaya dormir la siesta.

—T-te a-acompañaré a tu habitación— dijo Sabrina, preocupada.

—Ay Sabri querida, no hay ninguna necesidad...

—Será la excusa perfecta para evitar a la tía Florence, q-que muy probablemente me esté buscando.

—Bien en ese caso, te lo agradezco— Tras reprimir una nueva oleada de náuseas, Alya se apoyó agradecida en el brazo de Sabrina y ambas se marcharon.

Bridgette y Marinette siguieron a la pareja poco después.

—No creo que pueda ocultárselo durante mucho más tiempo al señor Lahiffe, ¿no te parece?— musitó Mari.

—A este paso, no— susurró Brid en respuesta —Estoy segura de que ya sospecha algo, porque Alya suele disfrutar de una salud de hierro.

—Tal vez. De cualquier forma, he oído que los hombres a veces son un poco despistados para estas cosas...— opinó Mari

Justo al salir de la estancia, vieron a lady Allegra, que caminaba por el pasillo con una expresión enfadada en su hermoso rostro. Era muy extraño verla fruncir el ceño, puesto que por lo general era una mujer particularmente alegre. Bridgette se preguntó qué podría haberla molestado. Al levantar la mirada, Allegra vio a las dos hermanas y su semblante se iluminó. Sus labios esbozaron una cálida sonrisa.

—Buenos días.

A pesar de que lady Allegra era sólo dos o tres años mayor que Brid, parecía infinitamente más madura, con los ojos de de mujer que había conocido grandes tristezas en su pasado. Y era esas experiencias desconocidas, tan alejadas de las que había vivido ella, las que conseguían que Bridgette se sintiera un poco torpe al lado de Allegra. Aunque la hermana del conde era una conversadora fascinante, a uno le daba la sensación de que había preguntas que no debían hacerse y temas que no debían tocarse.

—Me dirigía al invernadero de cítricos.

—No queremos que se demore, entonces— replicó Brid, hechizada por la leve similitud del rostro de la mujer con el de Félix. Nada significativo, pero había un cierto aire parecido en la mirada y la sonrisa.

—Vengan conmigo— pidió lady Allegra. Guiada al parecer por un súbito impulso, estiró el brazo para agarrar la mano de Bridgette y entrelazó sus pequeños dedos con los de la mayor de las Dupain-Cheng, que eran más largos —Acabo de tener una conversación de lo más interesante con el conde. Me encantaría discutirla con usted.

Ay Dios bendito. Por lo visto, se lo habla contado a su hermana. Y muy probablemente también a su madre. Bridgette le dirigió una disimulada mirada de pánico a Marinette, quien demostró no ser de ayuda.

—Yo voy a la biblioteca a buscar una novela— anunció su hermana con voz alegre —La que estoy leyendo es bastante decepcionante, así que no pienso acabarla.

—Mire en la última fila de la derecha, en la segunda estantería empezando por abajo— le aconsejó Allegra —Y busque detrás de los libros que hay delante. He escondido mis novelas favoritas allí, historias perversas que ninguna chica decente debería leer. La corromperán de forma irremediable.

Los oscuros ojos de Mari se iluminaron ante semejante información.

—¡Vaya, gracias!— Salió emocionada sin volver la vista atrás y lady Allegra esbozó una sonrisa.

𝓜𝓮   𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮  𝓾𝓷  OᴛᴏñᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora