𝓒 𝓐 𝓟 𝓘 𝓣 𝓤 𝓛 𝓞 22

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A una hora convenientemente tarde, cuando parte de los invitados se había retirado a sus habitaciones y el resto aún se demoraba en la planta baja jugando a las cartas o al billar, Bridgette salió a escondidas de su habitación con la intención de encontrarse con Félix. Cruzó el pasillo de puntillas y se detuvo en seco al ver a un hombre de pie, apoyado contra una de las paredes justo donde dos amplios pasillos se cruzaban. El hombre dio un paso hacia delante y ella reconoció de inmediato al ayudante de cámara del conde.

—Señorita— la saludó él con actitud serena —el señor me ha ordenado que le muestre el camino.

—Se cual ese el camino. Y él sabe que yo sé cuál es el camino. ¿Qué demonios está haciendo usted aquí?

—El señor no desea que usted camine sola por los pasillos.

—Por supuesto— replicó ella —Alguien podría acosarme. Hasta seducirme, incluso.

El ayuda de cámara, que al parecer estaba acostumbrado al sarcasmo y que además, sabía a ciencia cierta que ella no se dirigía a las habitaciones del conde para un encuentro inocente, se dio la vuelta y comenzó a andar.

Fascinada por la discreción del hombre, Brid no pudo evitar preguntarle:

—Dígame... ¿suele el conde mandarlo a menudo para que acompañe a jóvenes casaderas hasta su habitación?

—No, señorita— fue su imperturbable respuesta.

—¿Me lo diría si fuese de otro modo?

—No, señorita— respondió con el mismo tono de voz, lo que consiguió arrancarle una sonrisa a la muchacha.

—¿El conde es un buen patrón?

—Es un patrón excelente, señorita.

—Supongo que respondería eso mismo aunque el conde fuese un ogro.

—No, señorita. En ese caso, me limitaría a responder que es un patrón aceptable. No obstante, cuando digo que es un patrón excelente, eso es exactamente lo que quiero decir.

—Mmm...— Bridgette se sintió alentada por las palabras del ayudante de cámara —¿Él habla con la servidumbre? Me refiero a si les agradece cuando hacen un buen trabajo y ese tipo de cosas.

—No más de lo apropiado, señorita.

—¿Eso quiere decir «nunca»?

—La expresión más adecuada sería «escasamente», señorita.

Puesto que el hombre no parecía interesado a mantener una conversación después de ese último comentario, Brid lo siguió en silencio hasta que llegaron a los aposentos de Félix. El ayuda de cámara la acompañó hasta la entrada, utilizó las yemas de los dedos para dar unos leves golpecitos en la puerta y esperó a que llegara una respuesta desde el interior.

—¿Por qué hace eso?— susurró la joven —¿Por qué no golpea la puerta con los nudillos en lugar hacer eso con los dedos? Parece que esté arañando la puerta.

—La condesa lo prefiere así, es más tranquilo para sus nervios.

—¿Y el conde también lo prefiere?

—Dudo mucho que le importe que se haga de un modo u otro, señorita.

Bridgette frunció el ceño en actitud reflexiva. En el pasado, había escuchado a otros criados arañar las puertas de sus patrones y sus costumbres extranjeras siempre se habían sorprendido ante algo tan extraño... como si se tratara de un perro que rasguñara la puerta para que lo dejaran entrar.

𝓜𝓮   𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮  𝓾𝓷  OᴛᴏñᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora