𝓒 𝓐 𝓟 𝓘 𝓣 𝓤 𝓛 𝓞 14

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Una muda exclamación brotó de los labios de Bridgette al contemplar aquel cuadrado de césped, rodeado en toda su longitud por un jardín de mariposas. Cada uno de los muros estaba cubierto por abundantes cascadas de color, una abundancia de flores silvestres envueltas por delicadas y agitadas alas. El único mobiliario del jardín consistía en un banco circular situado en el centro, desde el que podían admirarse todos los rincones del lugar. El aroma espléndido de las flores bañadas por el sol llegaba hasta su nariz y la embriagaba con su dulzura.

—Lo llamamos la Corte de las Mariposas— comentó Félix tras cerrar la puerta. Su voz fue como una caricia aterciopelada en los oídos de la joven —El jardín se diseñó eligiendo las plantas que más las atraían.

Brid sonrió de forma ensoñadora mientras contemplaba las diminutas y ajetreadas mariposas que revoloteaban sobre los heliotropos y las caléndulas.

—¿Cómo se llaman ésas? Las que son naranjas y negras.

Félix se colocó a su lado.

—Damas Pintadas.

—¿Cómo se llaman los grupos de mariposas? ¿Enjambres?

—Es lo más común. De cualquier forma, yo prefiero un concepto más reciente... Dentro de algunos círculos, se conocen como «calidoscopio de mariposas».

—¿Calidoscopio? Eso es una especie de instrumento óptico, ¿no es cierto? He oído hablar de ellos, pero jamás he tenido la oportunidad de ver uno

—Tengo un calidoscopio en la biblioteca. Si quiere, se lo mostraré mas tarde— Antes de que ella pudiera responder, lord Westcliff señaló una enorme cascada de lavanda —Mire allí... La mariposa blanca es una Erynmis.

De pronto, la joven dejó escapar una carcajada.

—¿Una Erynmis tages?

Los ojos del conde respondieron a su humor con un brillo de diversión.

—No, no es más que la variedad habitual de Erynmis.

La luz del sol arrancaba destellos a su rubio y abundante cabello y le daba una tonalidad broncínea a su piel. La mirada de Bridgette se paseó por la fuerte línea de su cuello y de repente, fue insoportablemente consciente de la fuerza de su cuerpo, del poderío masculino que la había fascinado desde la primera vez que lo vio. ¿Qué se sentiría al estar envuelta por semejante fuerza?

—Me encanta el olor de la lavanda— comento Brid, con la intención de apartar sus pensamientos de esos rumbos tan peligrosos —Me gustaría viajar alguna vez a la Provenza y caminar entre los senderos de lavanda un día de verano. Según dicen, las flores alcanzan tal altura, que los campos parecen océanos violetas. ¿Se imagina lo hermoso que debe de ser?

Félix sacudió la cabeza ligeramente, sin dejar de mirarla.

La joven se paseó entre los tallos de la lavanda, acarició los diminutos brotes morados y se llevó los dedos perfumados a la garganta.

—Consiguen un aceite esencial al aplicar vapor a las plantas y extraer el líquido. Se necesitan algo así como doscientos veinticinco kilos de lavanda para producir unos preciosos mililitros de aceite.

—Parece saber bastante acerca del tema— Dijo el conde

Bridgette frunció los labios.

—Me interesan muchísimo las esencias. De hecho, podría ayudar en gran medida a mi padre en su compañía si me lo permitiera. Pero soy una mujer y por lo tanto, mi única misión en la vida es casarme bien— Se paseó por el borde del exuberante jardín de flores silvestres.

𝓜𝓮   𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮  𝓾𝓷  OᴛᴏñᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora