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A la honorable condesa de Westcliff.

Marsden Terrace, Upper Brook Street, Nº 2, Londres.

Querida lady Westcliff:

Ha sido a la vez un honor y una agradable sorpresa para mí recibir su carta. Permítame que le exprese mis felicitaciones por su reciente matrimonio. Pese a que afirma con modestia ser usted la única beneficiada por su reciente unión con lord Westcliff, debo tomarme la libertad de contradecirla. Tras haber tenido la suerte de conocerla, puedo asegurar que el gran beneficiado ha sido el conde al conseguir la mano de una dama tan encantadora y de modales tan exquisitos...

—¿Encantadora?— interrumpió Marinette con diversión —Qué poco te conoce.

—Y de modales exquisitos— le recalcó Bridgette con indisimulada altanería antes de volver a fijar su mirada en la carta del señor Nettle —Aún hay más:

«Tal vez si su hermana pequeña se pareciera más a usted, también podría encontrar alguien con quien casarse.»

—¡Te lo estas inventando!— exclamó Mari, que se inclinó sobre una silla otomana e intentó aferrar la carta al tiempo que Brid se defendía con una sonora carcajada.

Alya, que estaba sentada en una silla cercana, sonrió por encima del borde de la taza de té mientras tomaba un sorbo de la infusión, en un intento por calmar su estómago. Ya les había confesado que tenía la intención de contarle a su esposo esa misma tarde que estaba embarazada, puesto que cada vez le resultaba más difícil ocultar su estado.

Las tres estaban en uno de los salones de Marsden Terrace. Unos cuantos días antes, Bridgette y Félix habían regresado a Hampshire tras su «matrimonio a escondidas», tal y como se conocían esos asuntos en Gretna Green. Brid había agradecido en silencio que la condesa hubiera desaparecido de la propiedad, al igual que todo rastro de su presencia. La condesa viuda, se corrigió Bridgette, que se ponía bastante nerviosa cada vez que se acordaba de que ahora era ella quien utilizaba en esos momentos el título de condesa de Westcliff.

Félix no había tardado mucho en llevarla a Londres, puesto que tenía que supervisar los trabajos que se estaban llevando a cabo en el taller de fundición junto con el señor Lahiffe, además de atender otros asuntos de negocios. En cuestión de días, y tras haber organizado los planes con la mayor de las prisas, los recién casados se marcharían de luna de miel a Italia... lo más lejos posible de la sociedad Londinense y de Sabine Dupain-Cheng, que no había dejado de quejarse por el hecho de que la hubieran privado de la gran boda que siempre había soñado para su hija.

—Mari, quítate de encima— gritó Bridgette con afabilidad al tiempo que empujaba a su hermana pequeña —Lo admito, inventé esa última parte. Deja de hacer eso, vas a romper la carta. ¿Por dónde iba?

Tras poner la expresión de dignidad que se le suponía a la esposa de un conde, Brid volvió a levantar la carta y leyó con aires de importancia.

—El señor Nettle continúa con su larga lista de encantadores cumplidos y me desea que sea feliz con la familia Agreste...

—¿Le dijiste que tu suegra intentó deshacerse de ti?— preguntó su hermana.

—Y para terminar— continuó Bridgette, haciendo caso omiso de su hermana —responde a mi pregunta sobre el perfume.

Las otras dos jóvenes la miraron con sorpresa.

Los ojos de Alya se abrieron como platos por la curiosidad.

𝓜𝓮   𝓮𝓷𝓪𝓶𝓸𝓻𝓮  𝓾𝓷  OᴛᴏñᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora