Capítulo 35: Amor prohibido

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Tras el encuentro entre James y Diana, ambos se dedicaban a mantener un trato formal delante de los demás y juguetear en el baño del séptimo piso a escondidas. Únicamente fue Scorpius quien notó algo diferente en ella pero no preguntó. Todo seguía como siempre. De cara a la galería, ella continuaba siendo la modélica estudiante y él el canalla de siempre. Era divertido pero ambos sabían que Albus no podía enterarse. Finalmente llegaron las vacaciones de Navidad y Diana se planteó quedarse en el colegio. Su madre en Azkaban hasta la resolución de su juicio, su hermano en Brazil con la selección de quidditch, su hermana encargada en Beauxbatons y su padre fuera por asuntos que desconocía. Sin embargo, el señor Potter se ofreció a adoptarla por navidades. Intentó rechazar la invitación pero la señora Potter insistió tanto que no pudo rechazarla y su padre le firmó la autorización. Su único temor era que se dieran cuenta de su romance con James.

Aquel veintres de diciembre al llegar a Grindmauld place, todo estaba preparado para su llegada. Al parecer durante el verano habían hecho reformas y habían habilitado una habitación de invitados junto a la habitación de Lily. Era pequeña pero acogedora. Una cama, un pequeño escritorio y un armario. A Diana le pareció la habitación más hermosa del mundo. Mientras deshacía el baúl, Lily se encerró en su habitación nada más llegar para hablar con su novia y loa chicos se fueron también a sus habitaciones, Merlín sabe a saber qué. La señora Potter estaba estaba trabajando así que Harry decidió hacerle un tour por la casa. La anterior vez que se quedó allí fue aquella terrible noche del dos de mayo y no recordaba cómo era. Durante el recorrido el señor Potter le contó la gran cantidad de hechizos y reliquias de los Black que tuvieron que retirar al instalarse. A Diana le pareció gracioso que hubiese un fantasma que le gritara "traidor a la sangre" nada más entrar. Durante el paseo, entraron al despacho del señor Potter. Le enorguellecía contarle la cantidad de libros que poseía, algunos de ellos de dudosa legalidad. A sus hijos les parecía aburrido su trabajo pero a Diana le parecía fascinante. Carpetas con casos por determinar, la credencial de Azkaban, informes... Pero lo que más le sorprendió a Diana fue un tablón de corcho repleto de fotos y recuerdos de Los Weasley. El saber que habían familias que se querían le rompía a veces por dentro ante el deseo de sentirse así. Era cierto que de vez en cuando hablaba con su hermana Julia pero siempre se sentía sola. No era suficiente.

- Gracias por dejarme pasar aquí unos días hasta que vuelva mi padre. - Dijo Diana.

- Oh, sí. Respecto a eso. - el señor Potter se rascó la cicatriz ¿siempre hacía eso cuando se ponía nervioso? - Me temo que tu estancia aquí será más larga de lo que esperabas. Si te sientes incómoda, puedes volverte al colegio si así lo quieres

- ¿Mi padre no vendrá para año nuevo?

- Me temo que tiene que solucionar asuntos del ministerio... Es normal. Yo me ausento mucho también.

- No... está bien...

- Bueno, Malfoy... el padre de Scorpius me ha dicho que puedes ir también con ellos.

- ¿Por qué se resiste tanto en llamarle Draco al señor Malfoy?¿No se conocían ya?

- Oh, bueno... - Se rió. - Nunca nos hemos llevado bien. Ahora tengo entendido que es un hombre decente pero en su día era un payaso. Me hizo la vida imposible en Hogwarts.

- Quizás lo hacía para llamar su atención. - Se rio Diana. - Es un hombre atractivo, rico y de sangre pura.

- Tienes razón. Es un partidazo. - Se rió Harry. - Lástima que no fuera mi tipo.

Harry y Diana empezaron a reírse como si fueran dos viejos amigos con sus bromas. La idea de que Harry y Draco fueran pareja resultaba absurda. Al otro lado de la puerta sus tres hijos los observaron extrañados. Resultaba raro que su padre hablando con tanta normalidad con su amiga.

- ¿Qué sucede? - Preguntó el señor Potter. ¿Ya ha venido mamá?

- ¿Soy el único que le parece raro que tengas tanta amistad con nuestro padre? - Preguntó Albus.

- A mí me mola. - Dijo James guiñando un ojo a Diana.

- Soy un padre guay, enano. - Contestó el señor Potter. - Molo más que el tío George.

- Si tan guay eres, papá, pidamos pizza. - James arqueó la ceja.

- Y cerveza de mantequilla. - Dijo Albus.

- Y chocolate. - Añadió Lily.

El señor Potter volvió a reírse mirando a sus hijos y fue incapaz de decir que no. Diana lo miró como se miran a los héroes y, verdaderamente, él lo era para ella. Más allá de la leyenda que recaía sobre el padre de sus amigos, había un hombre que desde el primer momento le había tratado mejor que cualquier otro adulto. Lily y Albus fueron a por pizzas a la pizzería de la esquina. James le contó alegremente a su padre como habían ganado el partido contra Slytherin quien preparaba brownies de chocolate. Diana bebía cerveza de mantequilla mientras los escuchaba pensando que podría acostumbrarse a eso. El joven miró a Diana y le guiñó el ojo. El señor Potter hizo como lo viese pero sonrió.

- Espero que esta noche cada uno esté en su habitación. - Dijo el señor Potter. - Sed listos y que no os pille Albus.

- No sé de qué hablas. - Dijo James. - Di y yo somos amigos.

- Yo también era el amigo de tu madre. - Se rio el señor Potter. - Y era la hermana de mi mejor amigo...

- Querer liarte con la hermana de tu mejor amigo... Eso no se hace- Dijo James como si le repugnara lo que decía. - ¿Qué no habían más chicas en Hogwarts?

- Bueno, habían chicos. - Dijo el señor Potter.

James emitió un chillido inaudible mientras derraba su zumo de calabaza. El señor Potter le guiñó el ojo a Diana y ella no pudo evitar reírse a carcajada limpia.

- Lo que decía, cuidado con lo que hacéis. - Les advirtió el señor Potter.

- No, bueno... nosotros.... ¿Cómo? - Dijo Diana.

- Soy auror. - Sonrió Harry. - Detecto cosas.

Se escucharon pasos, Albus y Lily venían con las pizzas. James estuvo monopolizando la conversación junto a su hermana sobre quidditch. A su padre le sorprendió saber que Albus había estado viendo partidos de quidditch. Media hora después vino la señora Potter. Había tenido un día duro en la redacción debido a que habían problemas en la liga inglesa. Al ver la pizza miró a su marido inquisitorialmente pero lo dejó pasar y esbozó una sonrisa. Cogió una porción mientras Harry le pasaba la mano por la espalda masajeándola. Diana jamás había visto a sus padres darse muestras de cariño. Cuando acabarón de cenar, James sugirió ver una película en familia. Ella estaba cansada pero no quería parecer descortés. Había dos sofás enormes en la sala de estar. En uno se pusieron los señores Potter y en otro los otros cuatro. Diana se tapó con la manta mientras reconocía algunos actores muggles. Pocas veces había tenido la ocasión de ver películas. James deslizó su mano por la espalda de ella y le hizo un masaje disimuladamente. Notar la presencia de James le relajaba de forma sobrehumana. Tantísimo que quedó dormida. No supo cuánto tiempo pasó pero sin apenas abrir los ojos se dio cuenta que estaba sobre el pecho de James. Casi sin fuerzas lo abrazó.

- ¿De verdad, James? - Susurró Albus. - Recuerda el pacto.

- ¿Qué culpa tengo de que se haya dormido sobre mí? - Dijo James. - Está guapa, eh. Hasta sonríe.

- Todos a la cama. - Dijo el señor Potter. - James, lleva a Diana a su habitación. - Dijo poniendo énfasis en su.

- Gracias por especificar. Casi la llevo a la mía. - Dijo James

- No juegues con mi paciencia, James Sirius. - Dijo la señora Potter.

Diana no podía abrir los ojos. No tenía casi fuerzas para ello. Notó como James se apartó de ella para cogerla en brazos hasta el cuarto de invitados. Una vez acostada, esbozó una leve sonrisa. Él la tapó con la sábana y se quedó observándola.

- Lady Di... - Dijo James. - Todos creen que soy gracioso, vanidoso, que no tengo problemas... pero la verdad es que es solo una careta y tú ves más allá. Tú ves mi verdadero yo. Por eso maldigo el día en el que te fallé. Ojalá volver atrás y evitar hacerte tanto daño. Ojalá esto llegue a tu subconsciente.y me escuches. Te quiero.

James le dio un beso en los labios y se fue. Las lágrimas de Diana mojaban la almohada.

Howgarts patas arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora