Capítulo 38: La vida con los Malfoy

35 4 0
                                    

Aquella tarde de Navidad, la señora Potter solo se dedicó a ayudarle amablemente a preparar su baúl. No hizo preguntas sobre qué o cómo había pasado. En  cierto momento vio como se excusó y envío un Howler a su marido y sus hijos a escondidas donde les amenazaba en dejarles en la calle si no aprendían a comportarse como "personas normales y no como neandertales". Siempre le sorprendía lo cariñosa que podía ser la señora Potter y, a su vez, tan aterradora. Pusieron rumbo a la mansión Malfoy en un coche rojo que tenían. La señora Potter conectó un móvil muggle y puso música de algo llamado Spotify. De alguna forma, supo las canciones que más le gustaban a Diana y cantaron durante todo el camino. Al llegar,  Scorpius salió corriendo a abrazar a su amiga. Los abuelos Malfoy y el señor Malfoy bajaron a ayudar a bajar las cosas de Diana y dejarlas en su habitación. Algo debió de contarles por el camino porque incluso el abuelo Malfoy hacía una cara amarga. La señora Potter abrazó a Diana  le dio un  beso en  la frente.

- Lo siento mucho, Diana. - Dijo la señora Potter. - Disfruta mucho y pásalo genial ¿vale? Escríbeme de vez en cuando, por favor.

La joven asintió con una sonrisa tímida pero no pudo evitar llorar. Solo podía sentir agradecimiento por tener a alguien como ella en su vida. Durante mucho tiempo había acumulado tanto pesar en su corazón que no había tenido tiempo a procesar todo lo que le había pasado. No había llorado por separarse de sus amigos de ambos colegios, no había llorado ser objeto de los planes de su padre, no había  llorado que su madre la torturara física, no había llorado la frialdad de su familia, no había llorado sentirse como  un trozo de carne entre chicos. En definitiva, no había llorado en sentirse como una muñeca rota en manos de mucha gente. La señora Potter se marchó intentando no llorar.  El señor Malfoy y Scorpius  le dieron un tour por la mansión. La planta baja era donde solían hacer vida común pero en las plantas superiores se dividian en dos zonas para formar dos casas independientes dentro de la mansión. Scorpius abrió la puerta y entraron. Esta zona de la casa parecía mucho mas acogedora que el resto la mansión que había visto. En el salón había un gran cuadro pintado a mano de los padres de Scorpius junto a él. Diana se sentó en el sofá y lo observó en silencio. El señor Malfoy se acercó y la miró con ternura.

- Diana, quiero que sepas que este es un lugar seguro. Puedes contarnos cualquier cosa. - Dijo el señor Malfoy.

- ¿Sabe mi padre que estoy aquí? - Preguntó Diana.

- Sí. Mi madre le ha avisado y está muy contento.

- Perdón por venir en un día como hoy...     Seguramente estaría acabando de celebrar Navidad.

- Normalmente comemos juntos y luego Scorpius y yo vemos películas hasta quedarnos dormidos.

- Se nota que quiere mucho a su hijo.

- Soy su padre ¿Cómo no voy a quererlo?

- Los míos no lo hacen... Mi madre sigue a la espera de juicio por ser torturadora profesional, mi padre pasa de mi, mis hermanos hacen como que no existo...  No tengo a nadie con quien confiar. Supongo que estoy sola.

- No estás sola. Los Potter, los Weasley, Scorpius y yo te queremos.

- Los chicos solo me ven como una tonta  a la que engatusar para hacer competiciones de machitos.

- Los chicos dan asco eh.

- Mucho.

El señor Malfoy sonrió ampliamente y  Diana se acercó a abrazarlo para su sorpresa. El señor Malfoy destacaba por su pelo rubio siempre arreglado y su olor a perfume caro. Sintió como era un abrazo de padre de verdad. Scorpius los miró y se unió al abrazo. Era como un padre con sus dos hijos.

Howgarts patas arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora