Capítulo 11

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06/04/2013

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06/04/2013

Asher se removió en la cama, el roce de las sábanas se sentía como una lija contra su piel y hacía mucho frío en la habitación. Buscó con las manos a Erin, pero encontró la cama vacía y fría, la soledad pecó en su pecho hiriéndolo profundamente. Desconocía de dónde provenía ese dolor que constituía un misterio no resuelto para su mente agotada, deliraba entre el mundo lúcido y el hundimiento de una tierra de sueños.

Escuchó la puerta abrirse, el delicado tap-tap de los zapatos de tacón de su novia y el peso extra en la cama justo sobre él lo despabiló, entreabrió los ojos para volver a cerrarlos cuando los labios sabor caramelo lo dominaron por completo.

—Hola... —balbuceó tratando de coger aire mientras lo besaba. Ella no lo dejó respirar, adentraba sus manos bajo su camiseta e intentaba quitársela—. Hey, espera...

—¿Qué pasa? —cuestionó frustrada.

—Hoy no. Me duele la cabeza —dijo somnoliento.

—Cuando empecemos olvidarás hasta quién eres.

—No, cariño.

Acarició el rostro femenino envuelto en oscuridad, levemente iluminado por la luz que entraba por la rendija de la puerta.

—Vamos... —rogó ella contra su oído.

—No me siento bien. Lo siento.

Erin bufó exasperada, se desplomó sobre él como un peso muerto que le aplastó los pulmones, Asher jugó con los destellos pelirrojos de su pelo y colocó una mano en su espalda abrazándola.

Olía a tabaco y margaritas.

—Eres una mierda —exclamó molesta.

Genial, estaba ligeramente ebria. Eso explicaba todo.

—Lo que digas —concordó exhausto.

—Odio cuando dices que a cualquier estupidez, me hace querer gritarte. Nunca haces nada por mí, ya casi no salimos a ningún lado. Te la pasas con tu hermana y tu amigo... ¡Ah, no se me vaya a olvidar mencionar a mi prima! —gritó en su oído.

Dio vuelta la cara por reflejo del ruido repentino y apretó los dientes. De haber tenido la oportunidad, hubiera apartado a la irlandesa, cerrado los ojos y seguido durmiendo, pero con ella en este estado sería como cortar el cable equivocado de la bomba con cronómetro en cuenta regresiva. Tragó su orgullo para soportar los ataques de la mujer que amaba, intentó concentrarse en otros pensamientos, en no enfadarse con ella por la habitualidad con que se veía obligado a hacer esto.

Aguantar, perdonar y seguir; diría su madre.

—Erin, no voy a disculparme por pasar tiempo con mi hermana y mis amigos cuando tú vives haciendo lo mismo. Yo también tengo derecho a pasarla bien. Si sientes que no pasamos tiempo juntos, mañana podemos ir a cenar o ver un par de películas toda la noche, así que ya no te enfades.

Tú + Yo= YellowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora