Capítulo 24

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15/04/2017

Empujó la puerta con cuidado, ingresó sin hacer ruido y la cerró batallando por no hacer alboroto, espió el reloj en la pared donde se marcaban las 00:20 A.M.

Ivelisse suspiró aliviada en plena oscuridad, se quitó los zapatos para llevarlos bajo el brazo y avanzó hasta la cocina con la misión de comer un sándwich, pero no contó con que la luz de la diminuta cocina de ratón se encendiera de golpe.

Asher la miró aburrido con los brazos cruzados recostado contra la pared a un lado del interruptor, vestía un pijama que consistía en unos Vans negros y una camiseta de mangas cortas que se ajustaba en la zona del abdomen. Su mirada azul la amedrentó, su cabello negro como la medianoche prevalecía húmedo —demostrando que se había duchado recientemente—, y su condenada piel pálida estaba levemente sonrosada por el baño. Todo esto la hacía reconsiderar ciertas cosas: ¿Por qué estaba despierto? ¿Por qué se veía molesto? ¿Por qué no se notaba que estaba en los cuarenta? A ella ya le estaban saliendo algunas canas y él ni siquiera tenía arrugas.

Resolución: injusticia.

—Hola —dijo fingiendo sorpresa.

—Hola —repitió él acercándose.

—Eh... lindos Vans —balbuceó señalando sus pantalones.

—¿En serio? —preguntó sarcástico.

—Nop. Hacen que tus caderas se vean muy anchas.

Subió los hombros mientras él fruncía el ceño, después se viró hacia el refrigerador y se detuvo al ver dos platos de comida humeante sobre la pequeña mesa plegable bajo la ventana, abrió la boca y se calló de repente al no hallar palabras para expresarse; llevaba comiendo sándwiches desde que se mudó temporalmente con Asher. Había intentado evitarlo cuando convivían juntos, quería que ni siquiera recordara que ella rondaba por la casa en las noches y planificó todos sus horarios para que cada vez que se fuera o regresara él estuviera dormido, pero aquí estaba Davies nuevamente arruinando sus intentos de dirigir el universo.

—¿Pasta con huevo frito? —indagó impresionada.

Se paralizó cuando sintió su imponente presencia pegada a su espalda, él no se encontraba realmente muy cerca, pero la sensación de tener a alguien parado detrás de ella la ponía nerviosa. Nunca le había pasado antes.

—No has estado comiendo bien, sé que esto es nuevo y que puede llegar a ser muy incómodo, pero tenía la esperanza de que hiciéramos las paces hoy. Quiero que te sientas en casa —expuso Asher y se odió a sí misma por haber generado la situación.

—Es que ese el problema, esta no es mi casa. Ya es mucho con que me dejes vivir aquí.

—Antes también venías todo el tiempo y no tenías problema para husmear entre mis cosas.

Arrugó la nariz irritada.

—Tenemos que dejar de hablar del antes, tú y yo no somos los mismos que en ese entonces.

Él pasó por su lado y se sentó en la mesa, le hizo un gesto para que también tomara asiento; Ivelisse dejó sus zapatos y su bolso en el suelo junto a su silla. Observó la cena y se le llenó la boca de saliva a la par que su estómago se quejaba en voz alta humillándola.

—Creo que tienes razón, ya no somos los mismos que antes —comenzó el profesor de física en lo que cogía un cubierto—, y eso hace que esto sea mejor.

—¿Mejor? ¿Por qué?

—Porque podemos empezar de nuevo, pocos tienen la oportunidad de volver a conocerse.

—Tengo la impresión de que te has confundido por un momento, eres profesor de física y no de filosofía.

—He estado saliendo con un par de colegas, uno es profesor de historia y el otro de filosofía, así que la confusión es factible.

Asher comía muy relajado y hasta elegante, había una inusitada delicadeza en los movimientos de sus manos o en como se llevaba pequeños trozos de comida a la boca.

—¿Y qué ganaría conociéndote de nuevo? —enunció Ivelisse con altanería.

—Un pase libre para husmear en mis cosas otra vez.

—Tentador. Siempre has tenido lindos adornos.

—¿Ves? Es un acuerdo perfecto.

O'Neal lo imitó y tomó un cubierto para empezar a comer, en cuanto la pasta entró en contacto con su lengua, sus papilas gustativas saltaron animadas por probar algo que no fueran los insignificantes sándwiches de queso. Sonrió inevitablemente por la agradable conversación y la atmósfera cándida que prevalecía.

—Me gustaría intentarlo —dijo dando otro bocado.

—Excelente, pero recuerde, señorita: mi casa es su casa. Dejé de ignorarme y dese la oportunidad de conocerme.

Ella soltó el cubierto y metió un dedo en su boca para eliminar una gota de la yema de huevo. Se limpió la mano con una servilleta para luego aclararse la garganta.

—Bueno, si las cosas serán así debería empezar con el pie derecho y presentarme. —Estiró la mano sobre la mesa para que él la estrechara a modo de saludo—. Un gusto señor, soy Ivelisse O'Neal, una ilustradora desempleada que trabaja de mesera, que duerme en su sofá y que ha enviado tanto proyectos como maquetas a diversas editoriales, agencias y empresas sin tener suerte hasta el momento. Muchísimo gusto.

Él rió encantado.

—Un gusto señorita O'Neal, soy Asher Davies, un profesor de física divorciado que vivió en New York y estuvo casado menos de once meses, el dueño del sofá donde duerme, un amante de las obras de teatro y sobreprotector de las dos mujeres de su vida que está lidiando con que su madre se vaya a casar.

—Maravilloso encuentro, Señor Davies.

Se miraron un instante y estallaron en risas escandalosas.

—¿Enviaste proyectos a editoriales? —cuestionó él secándose una lágrima.

—Sip ¿Tu mamá se va a casar?

—Sí, me enteré hace dos meses. Quiere hacer algo pequeño. Lo harán el 30 de abril, podrías venir si quieres.

La propuesta la ánimo, le gustaría conocer a la mamá de Asher y pasar algunos días con Skye. Tendría que considerarlo, ya que su empleo no era muy sustentable como para costear un viaje hasta Malibú y ahorrar para un apartamento. Sin embargo, de conseguir otro trabajo o si alguno de los empleadores respondía sus solicitudes podría mentirle a su pobreza y asistir a la boda de unos desconocidos.

—Si las condiciones son favorables, dijo el rey del asteroide 325 —respondió citando un fragmento del Principito.

—Espero que lo sean entonces —murmuró él con tono cautivador.

—¿Qué me dices tú? ¿Lo tomas bien?

El hombre se rascó el cuello notablemente feliz e inseguro al mismo tiempo.

—Tengo miedo, pero sé que Charles es una buena persona. Espero que mi madre sea feliz y nada más. Sin embargo, si él llegara a tocarle un pelo... bueno, solo diré que no pienso volver a quedarme quieto sin hacer nada.

Asintió conforme con su respuesta, por lo menos hasta la parte de la promesa de venganza. Después de tantos años lo único que podía jurar era que la violencia desencadenaba más violencia, era destrucción sin intermedio de caos.

—Suena bien. Te felicito por superar tus prejuicios, aunque veo que te falta camino por recorrer.

—¿Quieres saber algo irónico?

Alzó una ceja dispuesta a ser toda oídos.

—Dime.

—Él es profesor de física.

La mujer se pellizcó los labios para no reírse de él, pero no pudo evitarse y se carcajeó sonoramente.

—Sí... es pura ironía —comentó ahogada por la risa.

Hablaron demasiado embelesados en recuperar el tiempo perdido y la comida terminó por enfriarse, pero a ninguno le importó.

Tú + Yo= YellowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora