Capítulo 18

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31/12/2015

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31/12/2015

—Erin —llamó y ella siguió maquillándose frente al espejo del baño. Asher se sostuvo de la pared porque las luces lo marearon—. Quédate, por favor. No me siento bien.

—Ya dije que iríamos, si tú no te sientes bien puedes quedarte y descansar —respondió su esposa retocándose los labios con labial—, pero yo no voy a romper mi promesa. Mi amiga me invitó.

—Un día prometiste estar ahí en salud y enfermedad —atacó con veneno.

Él no podía razonar, la fiebre lo hacía indiferente e intransigente al enfrentarse al abandono nuevamente. Luchaba contra la fiebre desde hacía cinco días, incluso había tenido que cancelar varias clases particulares porque no podía dar un paso frente a otro sin ceder de cara al piso. Estaba mareado, enojado, sudoroso, pasaba del frío al calor y le dolían hasta las pestañas cuando parpadeaba. Erin se molestó por su comentario, se enderezó y alisó las arrugas del ajustado vestido rojo que traía puesto, avanzó hacia él con una sonrisa forzada para cogerle el mentón con sus gráciles dedos pálidos.

—No te pongas gruñón, volveré antes de que te des cuenta y te daré el regalo de cumpleaños que más te gusta —susurró como terciopelo en su oído.

No obstante, Asher retrocedió y su negativa impactó a la irlandesa.

—No quiero acostarme contigo, quiero estar contigo y sentir que me amas —refutó moribundo.

—La fiebre te hace decir locuras, date una ducha fría y ve a la cama. Te prometo que será un rato, vamos a un club con unas amigas. Nada de otro mundo.

—¿Puedo ir contigo?

Ella sonrió, tiró de él para acercarlo a su boca y besarlo con una pasión dormida que calentaba la sangre.

—Es una salida de chicas. Además, a ti no te gusta bailar. No eres el tipo de hombre para ese ambiente. Ahora ve a la cama y duerme un poco, amor.

—Pero a mí sí me gusta bailar —contradijo.

Sin embargo, Erin ya había pasado de su persona. Él se quedó allí con la espalda pegada a la pared y esperó para oír la puerta de entrada cerrarse, el dolor de su cuerpo se comparaba con el de su interior que latía desde el fondo de su corazón hasta romper su cavidad torácica; la soledad era un cuchillo sin filo esforzándose por cortar un trozo de carne para producir agonía a quien la sufría.

Una lenta muerte consciente.

Se desnudó allí para darse una ducha helada, esta cumplió su objetivo y lo enfrió, pero desgraciadamente hoy no tenía deseos de estar bien. Hurgó en su ropa para tomar los pantalones de un pijama, desvió su camino hacia la cocina estando semidesnudo y se sirvió un vaso de whisky tras otro. Cuando terminó la botella bebió una de Ron y después media botella de vino.

Tú + Yo= YellowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora