Día 3: Discusión/desacuerdo. (3/4)

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Los días habían pasado y el ruso seguía intentando localizar al agente de ojos bicolores, sin embargo, siempre que parecía tenerlo tan cerca, el miedo se apoderaba de sí y no realizaba ningún movimiento.

Ese día, tras ser informado de que el agente había solicitado múltiples citas con él, decidió comunicarse con Willy para que éste le informara al FBI que estaba disponible en ese momento y que solicitaba una reunión urgente.

Utilizaría como excusa el trabajo. No estaba orgulloso de ello, siempre fue fiel creyente de que la vida privada no debía mezclarse con la laboral, pero su temor a ser rechazado le limitaba las opciones.

Conducía en dirección a comisaría del sur, las manos le sudaban y ejercía más presión de lo normal en el volante. Se repetía a sí mismo que sería una reunión laboral: llegaría, le informaría sobre las investigaciones importantes y se retiraría. No podía haber ninguna falla en su plan.

Estacionó a unos metros de la comisaría, tomándose unos segundos para soltar un pesado suspiro y bajarse finalmente del vehículo.

Entró al edificio, siendo recibido en la recepción por Willy, quien le indicó el piso y oficina donde se encontraba el comisario y se excusó para realizar 10-33.

Llegó al sitio indicado, quedándose de pie un momento frente a la puerta de madera con un letrero que decía "Comisario Jefe Viktor Volkov".

No pudo evitar sentir un escalofrío recorrerle por completo al recordar aquella ocasión en donde le dijo que llegaría a ser el próximo superintendente, sin embargo, no se sentía orgulloso, no sabiendo que aquél puesto lo ataba a un sitio en el que no quería estar.

Dió unos ligeros golpes en la puerta, escuchando un suave "adelante" provenir desde dentro. Giró suavemente la manija, abriendo poco a poco e ingresando con una postura decidida.

-Priviet, Horacio. - saludó el comisario, quien también intentaba disimular su nerviosismo.

-Buenas, comisario. - respondió intentando sonar firme. - supongo querrá que le informe sobre las investigaciones recientes. - continuó - verá, ahora mismo me encuentro en una infiltración con un pequeño grupo de chicos. - le contó sobre su infiltración con la mafia feliz, mientras éste observaba atento al de cresta.

Le enorgullecía verlo tan maduro al momento de trabajar, aunque le dolía ver su mirada endurecida y su frialdad al expresarse.

-De acuerdo, H. - respondió al finalizar de escuchar sobre las investigaciones.

Horacio respondió con un asentimiento de cabeza, dándose media vuelta para retirarse rápidamente, sin embargo, la voz del comisario le interrumpió en su retirada.

-Espere un momento.

-¿Necesita algo más, comisario? - su evidente nerviosismo daba paso a un tono de voz más irónico.

-¿Qué ha pasado con Conway? - no sabía cómo comenzar, nunca fue bueno manteniendo conversaciones, así que pensó que era mejor comenzar por algo menos directo.

Sintió una ligera decepción florecer dentro de sí al escuchar la pregunta. Le dolía pensar que el comisario sólo lo utilizaba para obtener información sobre aquél al que alguna vez vió como su padre.

-No sé. - respondió indiferente. - mejor ni se moleste en buscarlo, comisario. - miraba a Volkov, desafiante. No se dejaría usar por nadie.

-¿Sucedió algo con él? - notó el cambio en el ambiente, pero no lograba identificar qué fue.

-Pasa que se fue, junto con el perro de Gustabo. Me dejó solo en esta ciudad de mierda cargando con todo el puto trabajo del FBI. - comenzaba a exaltarse, esas simples palabras le dolían, le dolía sentirse dejado.

-H, tranquilícese. - no sabía qué hacer, no tenía idea de cómo consolarle. - todo estará bien, ¿sí? - intentaba calmarle como podía.

-¡No me diga que me tranquilice cuando usted hizo lo mismo que ellos! ¡Me abandonó, me dejó a cargo de la ciudad rodeado de una puta malla de inútiles! - el enojo comenzaba a correr por sus venas, la frustración le recorría el cuerpo y sus ojos comenzaban a arder por el doloroso recuerdo de sí mismo llegando a la sede aquél día, para hallarla vacía, sin rastros de aquellos que alguna vez prometieron lealtad.

-¡Yo no lo abandoné! ¡Mi puto cuerpo no aguantaba tantas putas horas de servicio y tuve que tomarme unas vacaciones! - comenzaba a frustrarse al no saber cómo tranquilizarlo.

-¡Oh! Qué bien, ¿no? ¿y cómo estuvieron sus vacaciones, comisario? - nombraba su puesto con un tono despectivo - ¿se divirtió tomando el sol con la arena en los pies mientras la ciudad estaba de cabeza? - se arrepentía enseguida de cada una de sus palabras, pero su orgullo le impedía pedir disculpas.

-Le recuerdo, Horacio, que yo desperté de un puto coma, solo, en esta puta ciudad de mierda sin que nadie me informe sobre absolutamente nada de lo sucedido. - le hablaba en un tono tranquilo. No sabía cómo actuar y se dejaba llevar por las palabras contrarias.

Creía que haciéndole sentir que no era tan grave como él creía que era, se tranquilizaría, pero no era así.

-¿Y usted no pierde oportunidad para recordarme lo mierda de persona que soy? - habló indignado - ¡No es necesario que me recuerdes a cada segundo que por mi culpa quedaste en coma!, ¡Yo te visité por meses en el hospital esperando a que despertaras! - las lágrimas salían sin control, deslizándose por sus mejillas.

Volkov se quedó sin palabras, intentando acercarse al federal para calmarle, le dolía verlo tan destrozado, nunca pensó que su luz se apagaría.

Él era consciente de todo lo que había sucedido, de la tortura, las manipulaciones, las traiciones y la culpa.

-Horacio, le pido por favor que se - su frase se vió interrumpida al ver a su superior darse la vuelta y salir corriendo.

Salió tras él, logrando alcanzarlo mientras éste esperaba el ascensor. Lo tomó del brazo, obligándolo a darse la vuelta inmediatamente, jalándolo hacia sí y rodeándolo con sus brazos.

Sintió cómo éste trataba de empujarle, pero no lo soltó.

Horacio era lo suficientemente fuerte para soltarse si así lo deseaba. Pero no lo hacía.
Extrañaba la calidez que el frío ruso desprendía, sus abrazos siempre lograban tranquilizarlo. Al parecer el paso de los años no había desvanecido ese efecto.

Lloró, humedeciendo la camisa del más alto, mientras se disculpaba repetidas veces en voz baja.

Viktor se limitaba a presionarlo contra su cuerpo, no sabía qué palabras utilizar y sentirlo temblar en su pecho le rompía el corazón.

Después de unos momentos, finalmente sintió su respiración regularse, aflojando el abrazo.

-Gracias. - dijo avergonzado por su comportamiento. Llevaba meses sin permitirse llorar tan libremente. Meses intentando parecer una persona fría, ganándose el respeto de sus subordinados.

-No tienes que agradecer. - respondió - Horacio - el nombrado levantó la cabeza, invitándolo a seguir - perdón por lo que dije esa noche en el patrulla. - dijo avergonzado.

-Perdóname tú- esbozó una sonrisa triste, bajando la mirada - también te he dicho cosas.

-Deja de pedir disculpas. Ambos dijimos cosas que no queríamos. - habló el más alto. Se había propuesto arreglar las cosas con el menor, y si eso implicaba dejar su orgullo de lado, lo haría.

Por su parte, Horacio sentía su corazón recuperar un poco de la luz que había perdido.

Por fin había alguien con quien pudiera permitirse ser Horacio.

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Este es el capítulo/día 3.

No fue una discusión como tal, creo, pero creo que igual cuenta jsjs

Espero que les haya gustado, sé que tampoco soy la mejor, pero se hace lo que se puede.

Gracias a los que leen, comentan y comparten, me animan muchísimo 🥺💖

ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora