Día 8: Estrellas (3/3)

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-Continuación del día 6 y 7.

★★

Conducía con cuidado, podía sentir la sensación de humedad en las palmas de sus manos incrementar con cada metro recorrido.

Estacionó a un costado de la carretera, cerca del sitio exacto que marcaba el GPS. Abrió la puerta con cuidado, bajando sin hacer demasiado ruido y cerrando lentamente la puerta, intentando que nadie note su presencia.

Sacó el arma de su cinturón, sosteniéndola con ambas manos, con la vista puesta en la mira. Comenzó a avanzar despacio, subiendo poco a poco la colina.

Cuando estaba a punto de llegar a la cima, divisó a alguien sentado en el césped.

Su figura se volvía una sombra debido a la oscuridad de la noche y a la luz de la luna, sin embargo, para Horacio, aquél perfil era inconfundible.

La nariz fina, delineada a la perfección por la ligera claridad que emitía el gran satélite, la barbilla pequeña que enmarcaba a la perfección su rostro, y el tamaño ligeramente pequeño de su cabeza.

Sin darse cuenta, el arma se encontraba enfundada nuevamente, había quedado hipnotizado con aquella figura que nunca se había visto tan hermosa.

Se acercó despacio, sentándose con cuidado a su costado, divisando como una ligera sonrisa se dibujaba en el rostro del ruso.

-Priviet. - saludó.

-Buenas noches, Volkov. - respondió al saludo.

-En este sitio se pueden apreciar muy bien las estrellas. - Horacio lo miró, incrédulo, no sabía que Volkov era del tipo de personas que se fijara en aquellas cosas.

Miró hacia el cielo, comprobando que se podía distinguir claramente cada uno de aquellos pequeños titilantes puntos lejanos en la galaxia.

-Sí, es verdad. - respondió, liberando un suspiro.

-Estoy infiltrado- soltó de repente.

Horacio lo miró rápidamente, pues no esperaba aquél momentáneo comentario. Se quedó mirándolo, esperando a que continúe con su explicación.

-Usted me preguntó qué hacía ahí. Estoy infiltrado. - complementó su comentario.

-¿Infiltrado? Pero si parecías ser el jefe. - recriminó.

-Lo soy. - respondió con simpleza - Utilizo la organización para conseguir información de organizaciones más grandes y peligrosas. Siendo el jefe, puedo controlar los movimientos y así evitar que se le haga daño a personas inocentes. - explicó.

-¿Ellos saben? - el ruso negó con la cabeza. - ¿desde cuándo?

-Hace algunos meses. - suspiró - cuando Michelle nos dijo que debíamos unirnos al FBI. Al parecer a los de arriba les pareció buena idea que nadie en la ciudad me reconociera aún. Ustedes ya se habían encontrado con Conway, tenían una relación estrecha los tres, así que no era viable. Me ofrecieron dejar el puesto como comisario jefe e infiltrarme en una organización. Acepté. - bajó la mirada. - No sabía que me harían desaparecer.

-Ellos se fueron. - recibió una mirada confusa - Conway y Gustabo. No sé dónde están. - una sonrisa triste se dibujó en su rostro, en un intento por convencerse que aquello ya no le afectaba. - Me dejaron solo.

El ruso se sorprendió de aquello, de haberlo sabido, no habría desaparecido. No le gustaba la idea de que Horacio experimente aquella soledad que él experimentó años atrás.

Iba a responder, cuando escuchó un cortado suspiro, girando su mirada hacia su acompañante, para darse cuenta que una lágrima deslizaba sutilmente por su mejilla, reflejando la luz de la luna.

Horacio había intentado no llorar, pero el ambiente le sobrepasaba. Se reencontró con alguien importante de su pasado, recordó cómo un día de repente despertó y ya no había nadie a su lado y las lágrimas habían sido contenidas hacía mucho tiempo ya.

No se había permitido llorar en meses, tenía que aparentar ser una persona fuerte, fría y seria. Alguien a quien no le pueden pasar por encima. Para ello, decidió reprimir cualquier sentimiento, logrando así hacer un nudo en su corazón.

Conforme el comisario explicaba cómo nunca se fue en realidad, sentía ese nudo deshacerse poco a poco, su corazón comenzaba a latir nuevamente y sus ojos comenzaban a inundarse de aquél salado líquido.

Perdido en sus pensamientos, sintió una mano apoyarse en su mejilla, para después sentir el pulgar contrario deslizarse, limpiando la lágrima traviesa que se había escapado de sus ojos.

Giró su mirada a su acompañante, para encontrarlo mirándolo fijamente, bajo la luz de la luna, regalándole una sonrisa tranquilizadora, de esas que solía regalarle después de un estresante código 3 o algún momento difícil.

Conectó sus orbes bicolores con los grises del contrario, sentía su pecho por fin deshacerse del dolor que lo había atormentado por tantos meses.

Sus respiraciones comenzaban a cruzarse y sus narices lentamente se rozaban, inclinando inconscientemente su cabeza hacia un costado, rozando poco a poco los labios y cerrando sus ojos, disfrutando el ligero contacto.

Finalmente, sus labios terminaron de unirse en un casto beso, simple, pero que transmitía todo aquello que habían querido expresarse por tantos años.

Se separaron, mirándose sonrojados, pero sin detener el contacto visual.

-Gracias. - murmuró el ruso.

-¿Por qué? - respondió el de cresta en el mismo tono.

-Por no mandarme a la mierda. - una ligera risa se escapó de sus labios.

-Digo lo mismo. - respondió, sonriendo.

Los tormentosos pensamientos de la mente de Viktor por fin comenzaban a despejarse, por su mente comenzaban a pasar todos los momentos de dolor, angustia y sufrimiento, para después aparecer los abrazos, los coqueteos y las sonrisas de Horacio, opacado así todo lo negativo.

Sin darse cuenta, su mirada se había quedado perdida en el manto oscuro de la noche, sentía un peso liberarse de encima y una sensación de tranquilidad inundar su pecho.

-¿Pasa algo? - preguntó Horacio, dándose cuenta de la mirada perdida del contrario.

-No, todo está bien. - sonrió sinceramente. "Ahora lo está", pensó.

Sabía que aún les quedaba mucho por hablar y por compartir, pero de eso se ocuparían después. Por ahora, quería disfrutar el paisaje que esa noche le había ofrecido: el chico de cresta, iluminado por la tenue luz de la luna, observándolo sólo a él.

En su mente agradecía al cielo haberle regalado una estrella. No importaba qué tan lejos se encontrara o si no podía verla, sabía que su luz seguía ahí.

Le habían regalado una estrella, pero no cualquier estrella.

Le habían regalado al sol.

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La parte 3 y final de este mini AU. 💖

Espero que les guste y disfruten la lectura. Muchas gracias a todos los que siguen leyendo, a los que comentan y a los que votan.

Me animan muchísimo a continuar con esto. 💖

ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora