Día 24: Viviendo juntos.

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Tras despertar del coma, únicamente quería sentirse útil, sentir que su cuerpo no se había convertido en una vieja máquina oxidada que sirviera únicamente para complicar la vida de la gente que lo rodeaba. Deseaba sentirse independiente.

Tal vez por eso, a pesar de todo lo vivido, decidió regresar al cuerpo. Contaba con Greco, el nuevo superintendente, para ello, además del apoyo del comisario Roberts, quien había vuelto a la ciudad hacía poco tiempo.

Las primeras semanas hizo papeleo, pues le costaba bastante caminar y se cansaba con bastante facilidad. Por las noches, se dedicaba a entrenar en el gimnasio de comisaría, comenzando con levantamientos de pesas, y cuando logró caminar con normalidad, caminadora y algunos otros ejercicios más exigentes.

Restringió completamente su alimentación, llevando una dieta lo más balanceada posible, comiendo en horarios específicos y yendo al médico con frecuencia para monitorear que todo siga funcionando adecuadamente. Es bien sabido que las experiencias próximas a la muerte te hacen valorar aún más tu propia vida.

Es verdad que sus pulmones no rendían ya tanto como antes, además de algunos otros dolores debido al tiempo que sus músculos estuvieron en reposo, sin embargo, su labor dentro del cuerpo seguía siendo excepcional, por lo que logró retomar su puesto como primer comisario y mano derecha del superintendente de manera rápida.

Cuando desapareció el CNP, también lo hizo Greco. Abandonó su puesto como mayor rango, delegándolo a Volkov, quien simplemente aceptó. Sabía que su amigo merecía un descanso después de haber servido tanto tiempo a la ciudad. Así fue como Viktor Volkov se volvió el comisario jefe de la LSPD, con Roberts como su mano derecha.

Mentiría si dijera que su vida había sido feliz, pues se había convertido en una máquina que trabajaba en piloto automático, dedicando todas sus horas al trabajo, sus chequeos de rutina y el cuidado de su salud. Cada noche, antes de dormir, miles de preguntas invadían sus pensamientos. La presión en su pecho y las pesadillas era lo único que le confirmaba que seguía con vida, que no estaba soñando, que había despertado.

Su mente sólo tenía lugar para aquel chico de cresta que había conocido años atrás, quería verlo, saber de él, qué había hecho todos estos años y qué se encontraba haciendo ahora mismo. Tras enterarse de su regreso en la ciudad, de su nuevo ascenso como FBI y la manera en la que su relación con el rubio continuaba vigente, decidió irse.

Quería verlo, quería preguntarle por qué lo hizo, por qué lo abandonó a su suerte en aquella camilla del hospital, por qué seguía llevándose tan bien con el chico que casi le arrebata la vida, pero no podía.

Sabía que era contradictorio huir de él después de pasar tanto tiempo intentando encontrarlo, pero tenía miedo. Tenía miedo de que de su boca se escaparan palabras enojadas que no quería pronunciar, que sabía que en realidad no sentía pero que su ira expulsaría como dagas venenosas en busca de una víctima.

Es por eso por lo que prefirió marcharse, relajarse, despejar su mente y volver cuando se sintiera listo para afrontar su nueva realidad. Tomó todos sus ahorros, pagando todos los días que le fueron posibles en aquel lujoso hotel en las Bahamas, teniendo tiempo suficiente para reflexionar.

Pudo darse cuenta de lo mucho que ansiaba la compañía del moreno, de cómo había reprimido aquellos sentimientos desde que sus ojos se habían abierto, rodeado de médicos sorprendidos en aquella camilla en el hospital.

Cuando sus vacaciones terminaron, tomó todas sus pertenencias y volvió, sólo para darse cuenta de que ahora no tenía nada. Todo su dinero se había acabado en aquellas vacaciones que había tomado a modo de retiro espiritual, un viaje improvisado que pagó en un momento de frustración, despecho e ira.

ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora