Día 22: Anillos de promesa.

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—No vayas, ¿por qué no mandas a alguien más? — suplicaba el moreno, mientras su pareja continuaba sacando ropa de su clóset, doblándola con cuidado para colocarla dentro de una maleta negra de tamaño mediano.

Se encontraba sentado encima de la cama en posición “china”, mientras con su vista seguía al ruso de un lado a otro de la habitación.

—Mejor que nadie sabes que sería una muerte asegurada si va alguien poco calificado — respondió con tranquilidad.

—Sigue siendo peligroso aún con todos tus años de experiencia — reprochó.

Volkov había sido encomendado a una misión por parte del FBI. Ésta se llevaría a cabo en Rusia, por lo que habían decidido enviarlo a él. Además, al tratarse de un sitio fuera de la jurisdicción de la facción, el peligro que se corría incrementaba, pues éstos no podrían protegerlo ahí.

Se trataba de una infiltración dentro de una mafia rusa, la cual exportaba armas y cargamentos de drogas hacia la ciudad de Los Santos. Les interesaba conocer cómo lograban ingresar los paquetes en la ciudad para así poder aumentar la seguridad en esas vías.

A pesar de que podrían simplemente comenzar a inspeccionar minuciosamente todas las vías de entrada, sabían que las mafias no necesariamente utilizaban los sitios clásicos de recepción de mercancía, por lo que lo más eficiente sería encontrar el lugar desde dentro.

Horacio sabía lo peligrosas que eran las infiltraciones, él mismo se había infiltrado en múltiples ocasiones, y sería mentira decir que su vida no se había visto amenazada más de una vez. Es por eso por lo que intentaba convencer a su pareja de no ir, de enviar a alguno de sus subordinados, a pesar de que en el fondo sabía muy bien que el único calificado para ir era él.

—Al menos prométeme que estarás bien.

—Lo prometo. — tomó la mano de Horacio entre sus manos, llevándola a sus labios y depositando un suave beso en el dorso de ésta.

—No te creo. — respondió en un tono infantil — ¿no puedes al menos retrasarlo?

—Sabes que no puedo, yo no mando aquí. — en sus labios se dibujaba una sonrisa ante la actitud del de cresta.

—Pero en unos días…

—En unos días es nuestro aniversario, lo sé. — interrumpió.

Se dio la vuelta y comenzó a mover toda la ropa dentro del clóset bajo la atenta mirada del de cresta, hasta encontrar su clásica gabardina negra; era lo que tenía pensado utilizar aquella noche, por lo que en uno de los bolsillos había dejado guardado el regalo que le haría a su pareja.

Sacó con cuidado la pequeña caja aterciopelada en color negro, mirándola con una sonrisa mientras se daba la vuelta para encarar al moreno, quien lo miraba ahora con una expresión mezcla de nerviosismo y confusión.

—¿Qué es eso? — se apresuró a preguntar.

—Tu regalo. — respondió simple. — era lo que pensaba darte ese día, pero creo que tendré que dártelo ahora.

Se acercó a Horacio, con la pequeña caja entre sus manos, sentándose en la cama junto a él. Estiró sus brazos, entregándole el obsequio, atento a cada una de sus reacciones.

El de cresta tomó la caja, inspeccionándola antes de comenzar a abrirla lentamente, mientras sentía su corazón acelerarse y sus manos comenzar a sudar. No estaba acostumbrado a recibir regalos, mucho menos tan costosos como lucía aquella caja.

—¿Qué… qué es esto? — levantó la vista, conectando sus ojos con los grisáceos de su pareja.

—Una promesa. — respondió, tomando la caja y comenzando a sacar el contenido de esta.

Sacó los dos aros plateados, eran delgados pero elegantes, hechos a la medida de cada uno. Ambos estaban decorados por encima con una mitad de un corazón, el cual estaba grabado en el metal.

Tomó el que le pertenecía a Horacio, colocándolo con cuidado en el dedo anular de su mano izquierda.

—¿Promesa?

—Mientras lleves este anillo puesto, quiero que siempre recuerdes que estoy contigo. — comenzó a hablar en un tono suave, casi en un susurro — yo llevaré este otro. — tomó el anillo restante y se lo colocó en la misma posición en su mano izquierda. — Cada uno tiene una mitad de un corazón, y sólo estará completo si estamos juntos. Quiero que lo tomes como una promesa de que regresaré, sano y salvo. No me pasará nada, te lo juro. — las lágrimas comenzaban a asomarse por los ojos del moreno. Nunca imaginó recibir un regalo tan significativo ni mucho menos que este provenga del ruso que le robó el corazón desde el primer día.

—Me vas a hacer llorar… — se abalanzó sobre su novio, abrazándole por el cuello mientras enterraba su cara en su cuello, inhalando su perfume, tratando de grabarlo en su memoria.

El peliplata comenzó a acariciar suavemente su cabello, intentando calmar las cortadas respiraciones del moreno, quien finalmente se había dejado llevar, liberando las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, humedeciendo la impoluta camisa del ruso.

—Tengo miedo — dijo finalmente — mucho miedo de que te pase algo… eres todo lo que tengo. — se separó del abrazo, limpiando sus ojos con el dorso de su mano.

En respuesta, Volkov lo tomó del brazo, jalándolo nuevamente hacia él, envolviéndolo en un abrazo. Era duro despedirse, especialmente después de haberse vuelto tan cercanos, viviendo prácticamente juntos.

—Te amo, Vik — ese apodo que solía utilizar en muy pocas ocasiones, pues era para él algo bastante íntimo y especial.

—Yo también te amo, solntse. — depositó un suave beso en su frente, levantando la cabeza y asentando su barbilla encima de la cabeza del de cresta. — todo estará bien. — suspiró.

Así, abrazados, juntos en esa cama, se despidieron, con la promesa de verse nuevamente, de mantenerse en contacto y de seguir siempre juntos.

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He aquí el día 22.

Espero que les guste.

Gracias por leer. 💖

ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora