Habían comenzado a trabajar juntos semanas atrás, el FBI tenía información para compartir con la LSPD y viceversa. Es por esto que sus reuniones se habían hecho más frecuentes, tanto dentro como fuera de la comisaría.
En ocasiones, se quedaban revisando informes juntos hasta tarde, después de todo, eran los más altos cargos y tenían que verificar que todo estuviese correcto.
Su relación se había mantenido profesional, pero era inútil negar que de vez en cuando se tomaban un poco más de tiempo para revisar papeleo, a pesar de haber releído ya varias veces el mismo documento.
El ambiente se iba haciendo menos pesado con cada reunión, dando paso a un intercambio un poco más extenso de palabras, algunas sonrisas y miradas furtivas que podrían pasar desapercibidas para cualquiera, pero no para ellos.
No para dos personas que pasaban el día observando de reojo al contrario, atentos a cada movimiento, cada palabra y cada gesto.
Sin darse cuenta, comenzaban a acompañarse durante el almuerzo, con la excusa de tener alguna charla sobre los próximos movimientos de la policía, que terminaba siendo una charla sobre cómo les había ido el día y alguna que otra anécdota de sus vidas.
Ese día, como ya era usual, habían acordado quedarse hasta tarde haciendo papeleo, o al menos fingiendo hacerlo. Volkov llevaba varios días pensando en invitar a salir al moreno, sin tener el valor suficiente para hacerlo.
Esa noche estaba decidido. Lo invitaría a salir.
Sus dedos tamborileaban en su escritorio. Tenía la mirada fija en la puerta de la oficina, esperando a que el federal entrase y por fin pronunciar las palabras que llevaba todo el día ensayando.
Escuchó la puerta desbloquearse, viendo cómo lentamente ésta se abría y asomaba, pidiendo permiso, el agente que robaba sus pensamientos.
—Buenas noches, comisario. — saludó.
—Priviet, H. — respondió al saludo, intentando disimular el nerviosismo.
El de la chaqueta de FBI tomó asiento, tomando una de las carpetas que se encontraban encima del escritorio, abriéndola y comenzando a pasar su vista por las hojas.
Era la rutina que habían llevado hasta el momento. Llegaba, leía los documentos, intercambiaban unas cuantas palabras, una despedida formal y cada quien se retiraba a su casa a descansar.
Horacio podía notar el tamborileo de los dedos contrarios y el recurrente salto en su pierna derecha, además de haberse dado cuenta cómo lo miraba de reojo en reiteradas ocasiones.
—¿Ocurre algo? — preguntó con un sincero tono de preocupación.
—Usted... ¿usted ya cenó? — la pregunta extrañó al de cresta, no sabía si era un forzado intento de sacar una conversación o si era tan sólo una preocupación real.
—Yo... iba a cenar cuando llegara a casa, la verdad. — respondió, comenzando a sentir el sudor esparcirse por las palmas de sus manos.
—Si usted quiere — carraspeó — si usted desea, podemos ir a cenar. — bajó la mirada, no quería mirarlo a los ojos cuando escuchara el rechazo.
El nerviosismo en el moreno incrementó, ¿era eso una cita? ¿era como amigos? ¿compañeros de trabajo? ¿a qué se refería?
Tras dudar un poco, decidió aceptar, ¿qué era lo peor que podía pasar?—Vale... eh... le ayudo a recoger — comenzó a apilar las carpetas a un costado del escritorio, separando las ya leídas de las que aún hacía falta revisar.
El comisario imitó la acción, logrando así terminar en un minuto y comenzar a tomar sus pertenencias para salir del edificio.
El ruso había localizado varios restaurantes en la ciudad, aunque su mayor preocupación era la hora de cierre. Debido a la delincuencia, no muchos sitios solían estar abiertos hasta altas horas de la noche.
Miró su reloj: 11:00 p.m. Sólo le quedaba esperar a que algún sitio se encuentre abierto, o de lo contrario, tendría que arreglárselas.
Tras pasar varios minutos deambulando por la ciudad, encontrando cada sitio al que se dirigían con el clásico cartel en la puerta con la leyenda "cerrado", comenzaron a regresar a comisaría.
El comisario se notaba desanimado, pues por fin se había animado a invitarle y todo había salido mal. Conducía inmerso en sus pensamientos y con la mirada fija en la carretera, hasta que escuchó el emocionado grito de su compañero.
—¡Hey! ¡Mira! ¡Un McDonalds! — señalaba con el dedo el sitio, el cual seguía abierto.
—¿Le... gustaría ir ahí? — preguntó nervioso, no era su cita ideal pero tal vez podría funcionar.
—¡Si! Comida es comida, Volkov — su sonrisa se borró al darse cuenta del nombre por el que le llamó, pasando a una expresión de nerviosismo y preocupación — ¡Lo siento! Comisario...
—Eh... puede llamarme Volkov — lo tranquilizó mientras estacionaba.
El de cresta sonrió tranquilo, por una parte el saber que no lo había echado a perder, y por otra parte por haber dado ya ese paso a una relación menos formal.
Entraron al local, dirigiéndose a una de las pequeñas mesas para ocuparlas, depositando ahí sus pertenencias. Acto seguido, el ruso comenzó a dirigirse al mostrador para ordenar. No había demasiadas opciones, por lo que tampoco había mucho margen de error en lo que al moreno le gustaría.
Tras regresar con la bandeja de comida, se sentó en la mesa, regalando una casi imperceptible sonrisa nerviosa. Comenzaron a comer, mientras conversaban sobre su día, la efectividad de la malla y el desempeño de algunos cadetes con los que Horacio se llevaba bien.
Compartían algunas carcajadas y sonrisas, sintiéndose como aquel alumno y comisario del CNP que se llevaban tan bien. El pensamiento ocupó la cabeza de ambos, haciéndoles sentir una paz crecer en su corazón, junto con una calidez placentera.
Al terminar su comida, se levantaron de la mesa, regresando al vehículo. Volkov le ofreció llevarle a su casa, a lo que él se negó al principio, diciendo que aún faltaba papeleo por terminar.
Finalmente, Volkov logró convencerle de retirarse a descansar, con la promesa de que él también se dirigiría a su departamento a dormir y no se quedaría terminando el papeleo él solo.
Al llegar al apartamento del moreno, éste se bajó del vehículo, sonriendo mientras tomaba sus pertenencias del asiento.
—Muchas gracias, Volkov. — le miró.
—Gracias a usted por... por la cita, Horacio. — el calor comenzó a subir por sus mejillas, apartando la mirada y cubriendo su boca con el dorso de la mano, en un intento de ocultar el sonrojo.
—D-de nada — respondió el moreno rápidamente, intentando disimular lo mejor posible el repentino tono carmesí en sus mejillas y el sonoro retumbar de su corazón.
Cerró la puerta, agradeciendo rápidamente una vez más y dirigiéndose a su hogar.
Una vez adentro, un chillido de emoción fue liberado de su garganta. Tal vez una parte de aquél alumno seguía viviendo en su interior. Aquella parte que estaba enamorada de un comisario ruso.
Su corazón seguía perteneciendo a Viktor Volkov.
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Hasta aquí el día 10 del Volkacio Valentine 💖
Espero que les haya gustado 👉🏻👈🏻💖
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Valentine
RomanceEste libro está hecho por el #VolkacioValentine. Habrá pequeños one-shots y algunos mini-au de algunos pocos capítulos. Espero que les guste.