Día 16: Solntse.

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Se acercaba el cumpleaños de Horacio.

Sabía que éste no solía celebrarlo desde el incidente de años atrás donde el ruso casi pierde la vida, sin embargo, era el primer cumpleaños que pasarían juntos, como pareja, por lo que deseaba darle una pequeña sorpresa y poder quitarle la imagen negativa acerca de aquella celebración.

Había pedido ya recomendaciones a Willy, quien era el único a quien le hablaba sobre asuntos relacionados a Horacio y su relación. No había obtenido demasiada información de éste, puesto que el de cresta no solía hablar demasiado de sí mismo durante las conversaciones, o al menos no seriamente.

Sólo había logrado averiguar que le gustaban las flores y los accesorios, sin embargo, aquello no le daba demasiadas ideas para un regalo.

Quería algo sencillo, pero significativo, que pudiera servir como un recordatorio constante de lo mucho que le amaba y que estaría a su lado siempre.

Llevaba ya más de una hora dando vueltas alrededor del extenso centro comercial, sin encontrar una sola cosa que encaje con su pareja; él era una persona especial, no podía permitirse regalarle cualquier cosa.

Había revisado ya varias tiendas de ropa, revisando prendas de colores llamativos y algunas otras prendas peculiares en tonos neutros, pero ninguna le terminaba de convencer.

También había pasado por algunas dulcerías, sin convencerse del todo por cuál dulce comprarle, además, lo consideraba poco para lo que, a su criterio, Horacio merecía.

Tras descansar un momento en uno de los sillones que se encontraban por los pasillos del centro comercial, decidió ir hacia su última opción: una joyería.

La había evitado hasta el momento, pues pensaba que a esos sitios sólo se asistía en búsqueda de anillos de compromiso o cosas relacionadas al matrimonio, lo que le parecía bastante apresurado. Sin embargo, al ingresar, se dió cuenta que no era así.

Múltiples cadenas, soguijas, pulseras y dijes se encontraban expuestos en las grandes vitrinas de cristal del local, dejando a la vista las brillantes joyas, cada una con un significado distinto para quien las compraba.

Entonces logró visualizarlo. El regalo perfecto. Una fina cadena de oro, con un dije del mismo material en forma de girasol. Se quedó observándolo a través del cristal, imaginándolo colgando del moreno cuello de su pareja. La simple imagen mental era hermosa, definitivamente aquello sería el regalo.

—¿Puedo ayudarle, caballero? — se escuchó la voz de la señorita que atendía el lugar. Había observado cómo el ruso se quedó fijo en aquella vitrina.

—Sí, ¿podría enseñarme éste? — señaló a través del cristal la pequeña joya que había llamado su atención.

La mujer sacó el artículo, depositándolo encima del mostrador, donde el ruso lo tomó entre sus manos con delicadeza, comenzando a observarlo. Una casi imperceptible línea se dibujaba por la mitad del dije, cosa que llamó su atención.

Tomó cada lado de éste, jalando hacia afuera, viendo cómo suavemente se separaba, dando paso a un pequeño círculo dorado que se encontraba dentro del dije, con el grabado "you are my sunshine".

Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro. Definitivamente era el regalo perfecto.

Pagó por ello, comprando además una elegante caja aterciopelada en un tono rojo donde introdujo el collar con delicadeza, para después guardarlo en un bolsillo interior de su gabardina.

Subió satisfecho a su vehículo, dirigiéndose a la casa que ambos compartían, dejando el pequeño obsequio dentro de la guantera. Su cumpleaños era al día siguiente, por lo que no quería por ningún motivo que Horacio encontrara la caja o que a él se le olvidara llevarla.

La mañana siguiente, despertó notando que Horacio ya no estaba en casa. Revisó el móvil y tenía un mensaje sin leer del contacto que tenía guardado bajo el nombre "H".

"Tuve que irme temprano al trabajo, te amo. "

Ahí comenzó el ajetreado día. Habían intentado verse, pero siempre le surgía algo a Volkov, y cuando Volkov estaba libre, Horacio estaba ocupado.

Comenzaba a desanimarse, había llevado consigo la pequeña caja roja para entregársela apenas lograra verlo.

La noche comenzaba a caer y él aún no lograba verlo, por lo que, cansado, decidió ir directamente a la sede del FBI para darle el regalo. Lo último que supo fue que Horacio estaba revisando informes, por lo que sabía que estaría en su oficina.

Llegó al gran edificio, sin problemas para pasar la seguridad, pues él también pertenecía, de alguna forma, al FBI.

Subió por el ascensor hasta el piso donde sabía que se encontraba la oficina de su pareja, caminando por el pasillo hasta llegar a las grandes puertas de cristal, viendo a través de ellas al de cresta, quien miraba los informes con concentración.

Dió unos ligeros golpes en el cristal, llamando su atención y recibiendo una seña que le autorizaba el paso. Entró, mirando al moreno sonreírle con ternura por su visita, haciendo que su timidez y nerviosismo incrementen antes de darle el regalo.

—Feliz cumpleaños. — dijo desde la puerta.

—Gracias — se levantó, dirigiéndose a su pareja para darle un tierno beso en los labios.

Antes de sentirse aún más nervioso, sacó la pequeña caja de su bolsillo, estirando el brazo para entregarla a Horacio, quien miró sorprendido al ruso. Pudo observar sus mejillas brillando en un fuerte rojo que lo hacía lucir vulnerable, además de el pequeño temblor en la mano con la que le entregaba la caja.

Tomó la aterciopelada caja roja, abriéndola con delicadeza, sintiendo su corazón detenerse al mirar el interior. Nunca había recibido un regalo tan lindo.

Con una sonrisa, sacó el regalo de la caja, entregándosela al ruso y dándose la vuelta. Volkov entendió la señal, comenzando a colocársela.

Le quedaba mucho más hermosa que en su imaginación, definitivamente no habría podido elegir un mejor regalo.

Antes de intimidarse aún más, rodeó a Horacio con sus brazos, suspirando antes de pronunciar las palabras que había ensayado tantas veces frente al espejo.

—Te amo, solntse. — habló casi en un susurro.  Rápidamente las mejillas de ambos enrojecieron aún más.

Viktor nunca había llamado a Horacio por ningún apodo, por lo que, a pesar de lucir insignificante, para ambos significaba un avance en su relación, además, el hecho de ser un apodo en su idioma natal, lo volvía mucho más íntimo y significativo.

No pudo evitar emocionarse, dándose la vuelta rápidamente y abrazando al ruso por el cuello, robándole un casto beso en los labios antes de enterrar su rostro en su pecho, escuchando los acelerados latidos de su corazón.

No importaba cuánto la gente los juzgue, cuántas bromas les hagan por lo "lento" que progresaban, o por alegrarse de cada pequeño progreso. Para ellos, el hecho de estar juntos les bastaba para seguir adelante.

Preferían llevar su relación con calma, de todas formas, tenían toda una vida para avanzar, paso a paso, lentamente, pero juntos.

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Espero que les guste, aunque, sinceramente, me costó un poco escribirlo.

Gracias a todos los que leen, votan o comentan, me alegran mucho 💖

PD: El collar es el que está en la portada del capítulo 💖

ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora