"Todo final no es más que un nuevo comienzo."Me gusta recordarla cuando me recuesto sobre el césped, también cuando estoy en la librería y decido comprar un libro con la portada más curiosa, o con la menos llamativa.
La recuerdo cuando miro al cielo y trato de buscar alguna forma que coincida con las nubes, o con el simple hecho de colocar mi mano en el pecho y sentir mi corazón latir.
Sentirme vivo....
Estaba perdido.
Muchos se pierden porque no tienen muy marcado su camino, o por miedo a lo desconocido. Yo en cambio, a pesar de tener mi camino alumbrado y de ser una persona valiente simplemente me perdí porque quería.Nunca me sentí completo, toda mi vida sentí que me faltaba algo, tal vez una pieza en mi rompecabezas que se extravió mientras mi arrogancia y prepotencia me tenían completamente cegado.
Quizás se perdió cuando me perdí yo. O quizás el despreciable mundo en el que vivía me lo arrebató sin siquiera darme cuenta, como lo hicieron con ella.
No sabía cómo, y porqué, y tampoco me interesaba saberlo.
Lo único que quería era poder al fin sentirme normal, poder llegar a un punto en mi vida, en donde sienta que todo este camino lleno de obstáculos que yo mismo he puesto ha valido la pena.
A pesar de tener todo lo que una persona no podría conseguir ni trabajando su vida entera, a pesar de que nunca me faltaba alguna mujer que con solo escuchar mi apellido se entregara a mí sin pensarlo dos veces, a pesar de tenerlo todo, sentía que no tenía nada.Pero desde aquella noche mi vida cambió.
Tal vez me cautivó irónicamente su manera de ver la vida, o sus palabras que me resultaban tan sabias y precisas a pesar de su edad.
O quizás fue su sonrisa.
Sus ojos llenos de incertidumbre.
Y su piel pálida contrastada por sus mejillas y labios levemente rosados.
O tal vez era todo.
Todo de ella.
Cada milímetro de su ser me dejaba perplejo.
Su belleza se opacaba ante su personalidad e inteligencia.
Por primera vez en mis veintiocho años, me enamoré tan perdidamente que me dolía cada parte de mi cuerpo.
¿Por qué?
Por el simple hecho de que ella no era mía...
Y ¿Quién sabe si lo será?
Y no solo me martiriza que no lo sea, si no la idea de que la vida ni siquiera nos ha dado la oportunidad de por lo menos rompernos el corazón, me consume.Ella llegó a mí sin llegar porque nunca estuvo realmente aquí, pero a pesar de eso se ha quedado aferrada a mis inmensas ganas de vivirla.
Es injusto.
La vida es injusta.
El amor es injusto...
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—¡Naím! ¿Estás ahí? —Dijo una voz femenina mientras tocaba la puerta. Era Yana mi novia, sonaba algo desesperada, y el sonido de la música que provenía del piso de abajo neutralizaba su voz.
Me levanté rápidamente de la cama y abroché mi pantalón.
Nataly se levantó igual de rápido, mientras que yo admiraba su cuerpo desnudo a contraluz, era realmente despampanante.
Tomé el vaso de whisky que estaba en el buró de la cama y bebí el líquido.
—¡Naím! Sé que estás ahí, estoy escuchando tus pasos. —Dijo, su tono de voz era molesto, pero no lo suficiente. Y estaba muy equivocada, los pasos eran de Nataly, quien desesperadamente estaba buscando su ropa interior por debajo de la cama.
Yo me quedé allí, disfrutando del espectáculo. Una increíble vista de una rubia de piernas largas, senos grandes y un gran trasero.
Cuando al fin encontró su ropa interior de encaje negro me sonrió traviesa mente y deslizó su braga hasta arriba.
Me acerqué aún sin camisa a ella, despejé su cuello cubierto por algunos cabellos rubios y le di un beso tan suave que sé que la excitó.
Mis labios iban de arriba a abajo lentamente por su cuello como si siguiera el ritmo de una canción de jazz.
—Tu novia suena algo molesta. —Susurró y emitió un pequeño gemido de placer. —Estamos en problemas. —Susurró nuevamente con los ojos cerrados.
Mi beso se extendió desde su cuello hasta su boca.
Y de repente metí mi lengua con fuerza hundiéndonos en un excitante beso francés. Ella seguía el ritmo. No le importaba que Yana, mi novia con la que salgo ya desde hace diez meses esté afuera tocando la puerta.
—¡Naím me quedaré aquí hasta que abras la puerta! —Gritó.
Me despegué de los labios de Nataly y puse en blanco los ojos. Casi el noventa por ciento del tiempo Yana me sacaba de quicio.
Busqué mi camisa y me la puse mientras que Nataly me observaba confundida.
—¿Vas a salir? — Preguntó enfadada su tono de voz la delató.
—Pues sí. —Respondí cortante.
—¿Y qué pasará conmigo? — Preguntó nuevamente, esta vez indignada.
—Luego vemos... — Respondí.
Yo era conocido por aquel «luego vemos» que decía luego de un buen polvo, por supuesto aquel luego nunca llegaba. Ella terminó de abrocharse el vestido ceñido, y yo le di un sorbo a mi vaso de whisky, al abrir la puerta de inmediato lo primero que vi fue a Yana con sus ojos furiosos.
Salí y aunque mi idea era pasar por desapercibido esta situación ella me detuvo poniendo su mano con una manicura de cien dólares en mi hombro.
—¿Qué está pasando? — Preguntó cuando la vio salir a Nataly. Su voz se quebró y sus ojos se empezaron a enlagunar.
«Aquí vamos de nuevo...» Pensé.
Nataly caminó de largo como si no hubiera pasado nada, mientras que Yana prefirió terminar la riña conmigo.
—¿Seguirás haciéndome esto? ¿Acostándote con cualquier puta que apunte tu nariz? — Preguntó. Para mi suerte toda la fiesta estaba instalada en la parte de abajo. No había nadie que pueda escucharnos, aunque a veces nuestras peleas eran tan públicas que incluso varias han salido en alguna revista de escándalo. — ¡No te hagas el borracho! ¡Sé que no lo estás! — Gritó.
Desde aquí podía ver a muchos de mis amigos lanzándose a la piscina a través de la inmensa pared de vidrio que daba al patio de mi casa. La fiesta que preparé estaba yendo muy bien y descontrolada, como todos los fines de semana.
Yana seguía hablando, pero no le prestaba atención, estas peleas eran tan comunes que me tenía realmente sin cuidado, hasta podía predecir lo que diría.
—¡Eres increíble! Te aprovechas de mí porque eres un Lerman. — Dijo, e inmediatamente reaccioné.
— ¿Por qué soy un qué? — Pregunté. Bebí un poco más de whisky y me acomode para poder escuchar su respuesta.
— Crees que debo aguantar cualquier infidelidad solo porque eres apuesto y millonario, solo porque vienes de una familia como la tuya, pero me estoy cansando de esto. — Respondió mientras se le deslizó una lágrima por su mejilla. Su tono exageradamente dramático estaba a punto de hacerme perder la paciencia.
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Somos más de lo que el amor podría ser...
RomanceNaím Lerman un empresario arrogante y descarriado que con apenas veintiocho años tenía su vida asegurada, luego de tanto tiempo viviendo en un profundo rechazo de sí mismo y resistiéndose a sentirse completamente feliz, la terrible noche que vivió...