Luego de haber visitado 14 hospitales y no haber encontrado respuestas nos dirigimos hasta el hospital más grande de Rivetterdam que se encontraba a casi media hora de la ciudad.
Por fortuna, no había muchas personas en el aparcamiento.
Aunque Lucy se mostraba sonriente y relajada sé que en el fondo estaba nerviosa.
Sus recuerdos eran frágiles y escasos, y no nos proporcionaba las suficientes referencias para poder dirigirnos directamente a un lugar específico.
—Naím. — Dijo poniendo su delicada mano en mi pecho, me detuve de inmediato, y un hombre que caminaba a pocos metros de mí me miró extrañado.
—¿Qué sucede? —Susurré en dirección hacia ella. A pesar que he tratado de disimular a veces es imposible, así que realmente me he acostumbrado a que las personas me miren con rareza por según ellos hablar solo.
—Dejavu. —Titubeó. —Naím, yo he estado aquí antes, tuve un flashback en mi mente. — Dijo ansiosa, sus ojos estaban llenos de incertidumbre.
Simulé estar tranquilo, pero los nervios estaban empezando a afectarme.
A lo lejos pude ver la recepción, analicé varias veces cómo podría conseguir información sin parecer un psicópata, o involucrarme de manera negativa en la vida de Lucy. Así que opté por no darle muchas vueltas al asunto y actuar con extrema normalidad.
—Buenas tardes. — Titubeé.
—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarlo? —Respondió amablemente la mujer, al verme se le dibujó una sonrisa involuntaria, dejando al descubierto una dentadura perfecta. Miré a mi alrededor, y no había nadie más que nosotros.
—Quisiera hablar con Lucy. — Dije mientras saqué mi celular para "actuar" con naturalidad.
—¿Quién es usted? —Preguntó, como si le hubiera sorprendido el hecho de que yo la estaba buscando a ella.
—Oh, soy un amigo. — Respondí.
—Dile que fuiste mi amigo en la primaria. — Susurró Lucy.
—De hecho, somos viejos amigos, nos conocimos en primaria. — Agregué.
—Dile que me buscas para invitarme a una fiesta de reencuentro. — Comentó nuevamente Lucy, y solo lograba ponerme más nervioso.
—Escuché que trabajaba aquí. Sucede que vamos a realizar un reencuentro de ex compañeros y quería invitarla. — dije sonriendo forzadamente.
Podía asegurar que escuchaba con claridad cómo las manecillas de reloj continuaban su ritmo, mientras que la recepcionista me miraba examinándome.
—Toda información es confidencial. —Dijo.
De manera involuntaria llevé mi mano a mi bolsillo para sacar mi billetera. Nada como ofrecer una buena cantidad de dinero para que algunos protocolos se rompan.
— No puedo darle mayor información, pero puedo llamarla. — Sonrió coquetamente. — El único problema es que no conozco a ninguna Lucy en el hospital.
—Lucy. — Dije. —Lucy Loid.
—¿Loid? ... — Se detuvo un momento perdido en sus pensamientos. — ¿Usted habla de Eli? ¿Elizabeth Loid?
—Pues, sí. Claro. Lucy Elizabeth. — Respondí confundido.
—Pues no soy cercana, pero la conozco... —Agregó. —Sin embargo, usted no parece de Rivetterdam. Su acento...
—He vivido en Inglaterra un par de años, tengo una mezcla de varios acentos. — Mentí. Soltó una pequeña risa y la escondió con su mano. Su mirada era penetrante y su sonrisa pícara y atrevida.—Oh ya veo. — Me miró sin disimular analizando mi rostro. —Siento que lo he visto en algún lugar. ¿Tiene algún cargo político? No sé, pero he visto su cara...
—Detesto la política. —Interrumpí. — ¿Entonces Lucy puede venir?
—Oh claro. — Dijo con decepción, como si hubiera querido mantener el interrogatorio por más tiempo.
Ella tomó el teléfono, mientras que yo estaba a la expectativa de que diría.
—No la mires tanto, harás que se sienta incómoda.—Susurró Lucy.
Traté de distraerme con lo que había a mi alrededor, traté de imaginarme a Lucy corriendo desesperada por estos pasillos y me estremecí ante aquella fantasía, el reloj sonaba, eran casi las cuatro de la tarde y el sol estaba empezando a esconderse poco a poco, hasta que alrededor de las siete de la noche la luna iluminaría el cielo.
A este punto estaba incluso más ansioso que Lucy, estábamos a nada de que algunas dudas se salden, y me alegraba, me sentía dichoso de poder ayudarla, de haber llegado hasta aquí para al menos saber quién es ella, pero al mismo tiempo sentía una corazonada, algo que me impedía sentirme del todo feliz, quizás el temor de que esto se acabe, de que ella desaparezca de mi vida... Quizás eso.
—¿Señor? — Dijo. —Señor ¿verdad? ¿O aún sigue soltero? — Preguntó tímida.
—Aún no me he casado, pero Señor está bien. — Respondí amable.
—Bueno Señor. Llamé y me comentaron que Elizabeth está de vacaciones.
—¿Qué? ¿A dónde? ¿Desde cuándo? — Pregunté.
Al cabo de unos segundos tomé postura y aclaré un poco mi garganta.
—¿Abril verdad? Qué bonito nombre. —. Dije al leer el nombre en su credencial. —Oh tiene veintiocho años. ¡Vaya usted luce mucho más joven! — Agregué.
— ¿Eso cree? ¡Gracias! — Dijo sonrojándose, colocó un mechón rubio detrás de su oreja y se acomodó en su silla.
Me cerciore nuevamente si había alguien a nuestro alrededor. Y al verificar que solo había unas cuantas personas distraídas en sus propios asuntos. Me acerqué a ella un poco.
—Entonces usted conoce a Lucy. — Susurré.
—Eli... Elizabeth —Titubeó nerviosa. — Yo, yo no sabía que estaba de vacaciones, este hospital es muy grande...
—Vaya, tiene unos ojos realmente hermosos. El color almendra hace que su piel resalte. — Comenté. Ella bajó su mirada y nuevamente de manera innecesaria acomodó su cabello.
—Abril, me podría ayudar dándome la dirección de Lucy — Dije con tono suave. — Pero antes que todo déjeme decirle que el perfume que lleva le sienta de maravilla.
—Usted, usted huele muy bien... —Tragó saliva. — No, no puedo. No puedo darle la dirección. — Comentó apenada.
—Tan solo la dirección. Dejaré la invitación de la fiesta en el buzón, y quizás después podamos salir a tomar un café. — Susurré.
Me alejé de inmediato cuando un hombre nos interrumpió. Abril aún seguía nerviosa y sus movimientos eran torpes.
Lucy desde lejos observaba mi jugada, le sonreí efímeramente y de pronto la atractiva chica de ojos color almendras extendió su brazo y me dejó una nota en mis manos. Me guiñó el ojo mientras seguía hablando con el hombre que le estaba haciendo varias preguntas, y al abrirla tenía escrito una dirección, y un número de teléfono, que estoy seguro que era el de ella.
«Llámame» Leí en sus labios, sonreí como muestra de agradecimiento y me dirigí a la salida.
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Somos más de lo que el amor podría ser...
RomantizmNaím Lerman un empresario arrogante y descarriado que con apenas veintiocho años tenía su vida asegurada, luego de tanto tiempo viviendo en un profundo rechazo de sí mismo y resistiéndose a sentirse completamente feliz, la terrible noche que vivió...