Capitulo 23

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El proceso de juicio fue abrumador, lo que menos quería era darle tantas vueltas al asunto, aunque era imposible que mi mente dejara de pensar en ella.
Hoy se cumple seis meses de la muerte de Kendall, y todo ha sido un completo infierno.
Lo declararon culpable a Robert por asesinato, y por tráfico de drogas, pero luego de que él sepa que iba a pasar cincuenta y seis años en prisión, se suicidó. Dejando una nota en donde escribía que el no era culpable de nada, y que no iba a pasar la mayor parte de su vida en un lugar donde no merecía estar.
Encontraron su cadáver con una soga apretando su cuello. Su padre huyó, sin siquiera dejar rastro. Y su madre, ahora, parece un muerto viviente, sus clavículas y los huesos de sus muñecas son extremadamente visibles, y aunque han sido seis meses su rostro presentaba arrugas que aparenta que le han caído veinte años encima.
No sabía cómo sentirme con respecto a Robert, era difícil ordenar mis sentimientos, él había cometido demasiados errores, y aunque no había ni una parte de mí que no lo odiara, que se suicidara me dejó perplejo.
Mis emociones y mi razón eran un caos, y aquello se exteriorizó al punto de verme siempre cansado, y que cada paso que daba era un paso en falso, pero no me importaba.
Me culpé todas las noches, y en silencio lloraba hasta quedarme dormido, hasta sentir que era suficiente, pero nunca lo era. Leí el alquimista treinta y ocho veces, y llamé todas las noches a su celular para escuchar su voz en el buzón. Me robé un álbum de fotos que ella mantenía en su buró, que mamá lo busco sin parar hasta rendirse porque yo lo tenía escondido en mi habitación, y al despertarme en la madrugada corría hasta su habitación con la esperanza de que todo haya sido una pesadilla. Mi actitud empeoró, buscaba peleas en donde no había y no dudaba en lanzar un puño al primero que se me cruzaba.
Me aceptaron en todas las universidades incluyendo Harvard, pero decidí tomar un año sabático, en donde no solo me alejé de mis dos verdaderos amigos, sino que básicamente los cuatro primeros meses era normal despertar ebrio en alguna discoteca de España, o Brasil. O dormir con la primera mujer que caiga impresionada ante mi fortuna.
Hasta que mis padres decidieron poner un alto a mi manera tan excesiva de superar mi pena porque si bien antes era liberal, ahora todo estaba fuera de control.
Me tildaron de malcriado, de insensible, de arrogante y de todas los adjetivos negativos que tiene el diccionario (algo que no estaba alejado de la verdad), los periodistas de espectáculo se lucraban de mí, ya que cada semana había algo nuevo de que hablar.
Sentía que todo pendía de un hilo, pero yo mismo me abalanzaba incrementando el riesgo de caer.
¿Cómo hizo Michael? ¿Cómo logró sobrellevar aquel dolor, aquella pena?
Me era difícil entender cuál fue su consuelo para poder resistirlo porque yo no podía.

Luego de un tiempo, y de algunas charlas profundas con Abdón, retomé el estudio, me gradué en finanzas, hice un grado en ADE, y aunque aparentemente las cosas habían mejorado un poco, por dentro todo seguía en la mierda.
No sabía si mi desespero por sanar era prematuro, pero algo tenía muy claro. El dolor no tiene fecha de caducidad.

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A pesar que el clima era gélido, y que ya casi anochecía el parque Robbinson estaba lleno de niños. Todos jugando y corriendo de un lado otro.
Recordaba que este era el lugar favorito de Tayna, y que con Kendall teníamos la tradición de comprar helado de frutas cuando la vigilábamos mientras andaba en bicicleta. Quizás muy en el fondo sabía que este lugar fue el favorito de los tres, en donde compartimos el mayor tiempo cuando los problemas de la empresa de mis padres (problemas que en ese entonces ninguno entendía) invadía nuestra casa.
Arrojé el periódico directamente a la basura, una foto mía de ayer, cubría prácticamente toda la portada y el título «EL MAYOR DE LOS LERMAN... CORRECCIÖN, EL MALCRIADO DE LOS LERMAN, NUEVAMENTE EN ACCIÓN» resultaba bastante llamativo. Aunque mi ojo morado no estaba lejos de serlo, por lo tanto, opté por usar unas gafas a pesar que lo único que deslumbraba del sol era su ausencia.
Necesitaba salir de casa de mis padres, pero ir a mi casa que probablemente siga exactamente como la dejé antes del accidente no me resultaba tentador. Por lo tanto, acudí a meditar, o más bien, a evitar volverme loco, aquí en uno de los lugares en donde me encontré a Lucy, con la esperanza no admitida de encontrarla como hace unas semanas.
Analicé una y otra vez mi nada sorprendente reaccionar, y como de costumbre me arrepentí, no solo por lo exagerado y precipitado que fue, sino también porque a pesar de todo, nada de esto me ha ayudado para cumplir con mi promesa.

Así que otra vez actué por impulso y me dirigí a casa de Michael, aunque cabe recalcar que estoy totalmente consciente que una disculpa era lo menos que podía hacer, al no solo haber eclipsado todo su protagonismo en la fiesta y el propósito de la misma, sino también al haber golpeado a Jerry.
Mientras tanto Sam ya estaba averiguando todo acerca de Jerry Campbell así que hasta que tenga una respuesta, mi disculpa por el momento iba solo para Michael.
La nieve había cubierto de blanco a toda Thosán, y pesar del temor de conducir que me dejó el accidente, me dirigí hasta su casa.

«Y es así como Naím Lerman humilló no solo a Jerry Campbell, un empresario internacional, sino también a Michael Berson uno de sus amigos más cercanos. En donde prácticamente arruinó su celebración sorpresa porque nuestro querido heredero decidió empezar una riña.
Al parecer ni cuando se trata de familia o amigos deja de hacer lo que le apetece.»

Apagué la radio de inmediato y lancé un golpe al volante. Traté de inhalar y exhalar, e intenté relajarme, sabía que en este momento hacer una rabieta no serviría de nada. La casa de Michael prácticamente estaba a veinte minutos de Thosán pero esta vez el camino parecía eterno. El cielo se tornó azul oscuro, haciendo que todo el paisaje que estaba en frente de mi luzca tétrico y deprimente. Recordé lo mucho que Kendall se emocionaba con Navidad, y lo mucho que se esmeraba en decorar toda la casa y hacerle creer a Tayna que Papa Noel lo había hecho.
Recordé las heladas y pálidas manos de Lucy, su mirada perdida al decirme lo mucho que anhelaría volver a sentir aquel frío o aquel calor. Gracias a ella, hasta las cosas más insignificantes y minúsculas me hace recordar una y otra vez que estoy vivo.
La casa de Michael era quizás una de las casas más grande de Thosán, y es que a diferencia de Nate o de mí, Michael tenía una fascinación por la naturaleza y por los animales y su casa prácticamente tenía una granja. Lo llamé varias veces y no respondió, pero aun así no desistí de la idea de visitarlo, e incluso quizás explicarle la situación en la que me encontraba y la razón por la que reaccioné de aquella manera.
Aunque por dentro la incertidumbre me ahogaba, y el temor de que Michael me vea como un demente me estaba empezando a espantar, así que mientras manejaba hasta a su casa iba con aquella duda en mi cabeza, y analizando las posibles consecuencias que tendría mi confesión.
Michael sin lugar a duda era un hombre muy centrado, siempre analizaba cada situación con bastante detalle y nunca dejaba a lado la explicación científica de cada cosa, normalmente actuaba con corazón, pero la razón siempre tenía más peso en su balanza. Nate por lo contrario siempre se dejaba llevar más por sus sentimientos que comúnmente eran sentimientos buenos (Quizás por aquella razón, su relación con Susy era una de las más sólida que he presenciado en toda mi vida)
De repente una luz en el retrovisor brilló, y de manera dolorosa, una punzada se presentó en mi pecho recordando aquella noche en donde conocí a Lucy, bajé la velocidad con el fin de que el auto que venía detrás de mí a toda prisa pueda rebasar, y así lo hizo, pero se detuvo de repente y me corchó de tal manera en que me vi a atrapado, y en cuestión de segundos, tres hombres altos, de contextura atlética y con los rostros cubiertos por un pasamontaña se bajaron de un auto imponente negro, y me apuntaron con un arma.
No me defendí, sabía que un simple movimiento sería suficiente para que me disparara, lo último que recuerdo, fue ver un bate, de aquellos elegantes y coleccionables, que sentía que había visto, en algún lugar, en algún momento, pero no tuve tiempo de procesar la información, ni de relacionar mis escasos recuerdos con cada detalle, luego de un momento impactó con fuerza en mi cabeza...

Somos  más de lo que el amor podría ser...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora