Capitulo 10

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Si estas con Lucy, cinco horas pasan en un abrir y cerrar de ojos. Rivetterdam nos recibió con una lluvia torrencial, la noche estaba aún más fría que cualquier noche en Thosán pero por suerte, ya me había anticipado a saber cómo estaría su clima.
En realidad me había anticipado a todo, elaboré un mapa para visitar cada Hospital, o clínica que había aquí, además, hablé con Sam, un amigo muy cercano de la Familia, para que investigue y encuentre a los padres de Lucy, algo que no me había atrevido a hacer.
Decidimos empezar buscando en la Capital de Rivetterdam porque es la ciudad con más Hospitales, pero lo único que está a nuestro favor es que en este País existen muy pocos Centros de Salud particulares, la mayoría son del Estado, por lo tanto, sería aún más fácil encontrarla.
—Y yo que pensaba que tu casa era lujosa. — Dijo cuando entramos a la habitación del hotel.
—Grandioso. ¿Verdad? — Pregunté.
—No es mi estilo, pero está muy bonito. ¿Cuánto cuesta la noche?
—Veinte mil dólares. — Dije asentando el bolso de mano.
—Oh, bueno supongo que aprovecharé mi estadía aquí. —Bromeó.
Alguien tocó nuestra puerta e interrumpió nuestra conversación.
—Señor Lerman. Sea usted Bienvenido. Estamos muy felices de que esté visitándonos. Si necesita algo por favor no dude en decirnos. — Dijo un hombre alto, y corpulento.
—Bi... Bien... Bienvenido su alteza. — Exclamó nerviosamente un joven de estatura media. — Perdón, jefe, Empresario, Ceo. — Agregó aún más nervioso. Lucy soltó una pequeña risa.
—Bueno. — Respondí reacio.
—De cualquier manera, que lo llamemos usted es nuestra máxima autoridad, su majestad. — Dijo, haciendo una reverencia.
—No soy de la realeza, así que dejemos a un lado el protocolo real. Tengo que resolver unos asuntos personales, pero también he venido para palpar la situación aquí. Así que no pierdan el tiempo en tonterías, quiero que me traten como cualquier huésped...— Lucy me dio un pequeño golpe en el brazo, y yo respondí ante su movimiento, ellos me miraron extrañados.
—¿Se siente bien? — Preguntó uno de ellos.
—¿Le duele algo? ¿Llamo a una ambulancia? — Preguntaron al mismo tiempo.
—Vayan a trabajar. — Repliqué, y cerré la puerta de inmediato.
—¿Por qué me golpeas? — Pregunté.
—¡Eres un grosero!
—¿Qué? ¿Por qué?
—Esa gente se desvive por tu inesperada llegada y tu eres pues, ¡Grosero!
—Pero si no los insulté, ni grité.
—No necesitas gritar o insultar para ser descortés— Respondió sentándose en el sillón que daba hacia la inmensa ventana.
Me quedé un momento en silencio, tratando de encontrar algo en mi mente para defenderme
Ella miraba el panorama desde el sillón, incluso con un diluvio imparable, Rivetterdam se veía espectacular.
Seguía buscando ideas en mi mente, hasta que el silencio se volvió incómodo y me rendí.
—Está bien, lo siento.
—¿Perdón?
—Lo siento.— Dije, ella se quedó estática,
—Disculpa, la lluvia no me permitió escucharte.— Se levantó de la silla y se dirigió hasta a mí. Sonreí sabiendo su jugada, le encantaba tener razón, pero le encantaba aún más que yo reconozca mis impulsos.
—Lo siento, lo siento, lo siento. — Respondí.
—Está bien, pero no deberías disculparte conmigo. Para la próxima se más cordial, que seas su "alteza real" no significa que puedas comportarte como quieras. —Puse los ojos en blanco y sonreí.
—Ya es muy tarde, así que mañana empezaremos. ¿Te parece?
—Está bien, pero quiero que algo quede muy claro.
—¿Qué cosa?
—Lo he pensado y quiero llegar a otro acuerdo. — Comentó.
—¿Qué tipo de acuerdo? — Pregunté.
— Si no encontramos respuestas, no nos disgustaremos.
—Lucy, no pienses en eso, te vamos a encontrar. —Exclamé, saqué la poca indumentaria que traje en mi maleta. Ella se acercó a mí y tomó mis manos, su movimiento fue tan imprevisto que reaccione de manera tardía.
—Hay cosas que a veces se escapan de nuestras manos. — Dijo, su mirada me miró con dulzura. —Naím, sé que estás acostumbrado a siempre conseguir lo que quieres, pero hay cosas que no podemos tener, o saber, y ¿sabes? Está bien, está bien, la ignorancia muchas veces nos hace feliz...
—Pero es una felicidad a costa de algo que no sabemos, es una felicidad falsa...
—Pero es felicidad. ¿Te imaginas si lo supieras todo? ¿Te imaginas si supieras todo lo que pasa en el mundo? ¡No podrías siquiera dormir!
—Prefiero saberlo todo que...
—Por favor. — Suplicó.
—Lucy yo...
—Quiero que retomes tu trabajo, no más permiso.
—¿Permiso? ¡Soy mi propio jefe!.
—Sabes a lo que me refiero, solo quiero que sigas, que sigas con tus cosas.
—Bueno está bien, pero no porque lo acepte quiere decir que pienso desistir, si fallamos esta vez, intentaremos una vez más. Y si no quieres, pues lo intentaré solo. — Exhalé. — Además tú también tienes que cumplir parte del trato.
—Lo sé.
—Bueno, cuando yo esté listo, podrás irte. Ahora tengo sueño, no quiero hablar más del tema. — Exhalé.
Ella se acostó en el sillón y yo me acomodé en la cama para dormir.
A pesar que no tenía sueño fingí para evadirla. No entendía por qué estaba tan enfrascada en que no la encontraríamos.
Luego de un momento de haber esperado a que Lucy se duerma, me levanté. El insomnio era algo normal en mi vida, tan normal que a veces necesitaba pastillas para poder hacerlo.
Lucy estaba profundamente dormida, ahora mismo sentía una leve vergüenza de haberla hecho dormir en el sillón, pero hace un rato estaba tan molesto que no pensé en aquello. Tomé la manta y la abrigué, ella frunció el ceño, y se movió suavemente. Despejé su rostro de un cabello, y admiré su pacífico rostro dormido.
He tratado de adaptarme con normalidad a esta situación, pero a medida que pasan los días me resulta difícil entender. ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Acaso la vida no me ha obsequiado suficientes decepciones?
Lo que dijo Lucy era cierto, desconocer lo que sucedió con ella de cierta forma me mantenía tranquilo. No quería aceptarlo, pero temía el resultado, de enterarme que ella falleció hace algún tiempo, o que está en algún hospital en coma, sin posibilidades de despertar. Me he planteado miles de diferentes ideas, y llegue a la conclusión de que cualquiera de ellas me dolería. Pero, aunque el proceso era difícil, y el resultado aún más, no podía desistir no podía tirar la toalla.
El reloj marcaba la 02:00 am, y decidí por encender un cigarrillo, tomé mi chaqueta y me acerqué al balcón.
Rivetterdam era una ciudad tan grande que me costaba creer que podía encontrarla.


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