Capítulo 26

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Una voz me despertó, no la reconocí, y cuando de manera inconsciente traté de mover mis extremidades, sentí que una soga me ataba. Mi visión aún era nublada, y traté de enfocar mi mirada, pero las varias luces que reflejaban del techo dificultaban aquello.

—¿Te parece poco? ¿Crees que meternos en problemas con ellos no nos hundiría?
—¿Entonces qué mierda quieres que haga Jackson? ¿Lo dejamos libre? — Gritó uno de ellos.
—¡ES UN LERMAN! ¡MALDITA SEA! — Respondió nervioso.
—Pero ¿qué querías que haga? ¿Desobedecer al jefe? Él nos ordenó hacerlo.
— ¡Mierda! Estamos metido en un puto lío.
—Esperemos que venga. — Calmó. — El sabrá como hacerlo sin dejar huellas. Tan solo relájate, ganaremos un buen con esto, nos recompensará lo suficiente como para poder vivir tranquilos por lo menos el resto del año.
—No participaré en esto, no me pienso meter con esa familia, mi vida ya es suficientemente miserable. — Respondió y uno de ellos se fue.

Al escuchar eso traté de mantener la calma, y de soltarme sigilosamente de las cuerdas. Mi cabeza dolía, y contuve la sensación de mareo que me dejó el golpe, hasta que uno de ellos me miró y se acercó a mí lentamente.

—Es inútil, aunque te sueltes no podrás salir de esto. — Dijo con voz rasposa al ver que mis muñecas se movían para soltarse.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué está pasando?
—Me sorprende que hayas resistido ese golpe, temí haberte matado, el jefe te quiere vivo.
—¿Quién es tu jefe? ¿Campbell?
—¿Campbell? — Dijo y podía jurar que se le dibujó una sonrisa. Su cara seguía cubierta, y por lo poco que podía ver, no aparentaba más de treinta y cinco años.
Miré a mi alrededor, las paredes grises daban una sensación melancólica, el lugar era inmenso, y una de sus paredes estaban recubiertas de papel periódico, en donde resaltaban con círculos de marcador rojo noticias supongo importantes. Al fondo había una puerta enrollable, de lo que podía ser un garaje.
Un golpe nuevamente me impactó, pero esta vez en mi rostro, está de más decir que no me defendía porque no podía, y estoy seguro que, aunque hubiera tenido mis manos libres no lo hubiera hecho, mis ganas de luchar se estaban agotando.

—Probablemente vas a morir hoy. — Dijo uno de ellos mientras sostenía el mismo bate de béisbol. «¿En dónde lo he visto?» — Y quizás nadie encuentre tu cuerpo. — Agregó irónico.
— Mis padres lo encontraran... — Respondí y escupí la sangre que estaba en mi boca. .
—No creo, no con él. — Dijo. — Él es extremadamente calculador. Si tan solo no la hubieras nombrado...
—¿Nombrado?
— Sí, con solo nombrar a Lucy en aquella pelea, él se alertó.
—¿La conoces? ¿Conoces a Lucy? — Pregunté de inmediato. Estaba totalmente confundido. ¿Qué estaba pasando?
— No quiero saber porque preguntaste por ella, mi jefe lo hará, pero en teoría, eso te costó prácticamente la vida.
—¡Hijos de puta! ¿Qué hicieron? ¿Qué han hecho? ¿Cómo mierda la conocen? — Grité, mientras los dos hombres se alejaban y desaparecieron al entrar por una puerta.

Traté de analizar todo, cada uno de los acontecimientos a detalle desde cuando la encontré en el Parque Robbinson hasta lo que sucedió en la fiesta de beneficencia, intenté soltarme, con desesperación, esta vez escuchar el nombre de Lucy me devolvió las ganas de pelear, así que miré a mi alrededor y traté de moverme con las piernas aún atadas a la silla.
Habían unos sillones de cuero negros en una esquina, y al ver detenidamente me di cuenta, que aunque parecía un lugar desolado, estaba lejos de serlo.
Traté de enfocar mi mirada en las distintas hojas de periódico que estaban pegadas en la pared, y entre una de ellas pude encontrar la palabra "Lerman" encerrada en un círculo.
Se abrió la puerta impetuosamente y de nuevo esa adrenalina hacía que la sangre corra por mis venas de manera acelerada.

—Lerman, Lerman, Lerman... Realmente no te ves bien... — Dijo Jerry, mientras se sacaba sus guantes de cuero negro. Sacó de su bolsillo una pistola, y la asentó en la pequeña mesa que estaba junto a mí, me vio y sonrió al saber que a pesar que tenía la pistola tan cerca de mí, era imposible poder tomarla. — Tú y tu familia como siempre metiéndose en asuntos que no son suyos. — Solté una risa de indignación, mis sospechas eran ciertas.
—No me equivoqué contigo, me tomó poco tiempo para darme cuenta que eres un cretino. — Respondí.
—Cuida tus palabras Lerman, que ahora mismo si un parpadeo tuyo me causa molestia te disparo sin pensarlo dos veces. — Dijo, tomó de nuevo el arma, y me apuntó directamente.
—¿Qué hiciste con ella? —Susurré. — ¿Qué le hiciste? — Se acercó a mí, colocó la boca de la pistola en mi frente. Estaba fría. Y aunque sabía que con solo un movimiento él tendría el poder de acabar con mi vida, no estaba dispuesto a callarme.
—Me sorprendes, realmente te importa una mierda tu vida...
—Si muero intentando buscarla, no habrá sido en vano. —Susurré, mientras él soltó una carcajada.
—Me sigues sorprendiendo Lerman, pero ser romántico no funciona ahora...
—Al menos, antes de matarme, explícame — Musité. — Por favor explícame, ¿Qué hiciste con ella?
—¿Yo? Yo nada Lerman... Pero no podemos arriesgarnos a que lo divulgues, si caemos uno, caemos todo, por eso decidimos que lo mejor era matarte. — Dijo. Se sentó a lado de una silla de metal. Por sus ojos y algunas expresiones, sabía que había consumido algo. — Cuando fuiste a Rivertterdam sospeché que sabías todo, es decir, tomaste un descanso de la empresa repentinamente, y de casualidad viajaste hasta allá solo por dos días, quería poner cartas en el asunto pero luego lo pensé mejor, y llegué a la conclusión de que podía haber sido una coincidencia.
Asentó nuevamente la pistola en la pequeña mesa que estaba a lado mío.
—No sé cómo conoces a esa chica, yo realmente no me hubiera arriesgado pero bueno, al final de cuentas hemos hecho cosas peores.
— ¿De qué hablas? — Cuestioné.
— De ella. Esa niña era escandalosa, nunca se callaba, e incluso era un tanto agresiva, debía estar contenta de que un hombre rico se interese en ella, pero era todo lo contrario... Agradezco que por fin la callamos...— Dijo con una sonrisa.
Un dolor en mi pecho me impactó, y aunque mis ojos empezaron a enlagunarse, mi ira era mayor que mi tristeza. Tragué el nudo en la garganta, y podía jurar que mis venas reventarían de la rabia.

Lucy, mi Lucy...
Quien sabe cuánto luchaste...
Quien sabe cuánto te aferraste a la vida...
Lucy...

—¿Qué está pasando? — Una voz sonó entre tanto silencio.
Michael entró sin más, imponente y sombrío, con unas visibles ojeras debajo de sus ojos, miró a Jerry y luego a mí, y trató de analizar la escena.
—¡Michael! — Grité esperanzado. — Michael te dije que Jerry...
—¿Qué estás haciendo Jerry? — Me interrumpió. — ¿Por qué aún no lo matas?

Somos  más de lo que el amor podría ser...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora