Trataba de mantener el equilibrio, traté de convivir con mi familia, y visitarla cada día a Lucy, quien se negaba a mantener algún tipo de contacto verbal, incluso con los doctores. Cada que despertaba solo miraba a la pared y tenía su mirada perdida y después de unos minutos sus ojos se enlagunaban de lágrimas, como si recordara cada suceso que vivió con Michael y automáticamente le causaba dolor.
Cuando los doctores llegaban ella era como una muñeca de trapo, tan solo dejaban que hagan su trabajo mientras que tenía su mente en otro lado.
—¿Era tu amigo verdad? — Preguntó. Yo me acerqué de inmediato, era la primera vez que me hablaba directamente.
—Sí.
—Lo siento tanto, que difícil debió haber sido también para ti. — Dijo afligida. — No recuerdo mucho, pasé mucho tiempo sedada, pero sé que abuso de mi varias veces. — Se avergonzó y cubrió de inmediato sus piernas con la sábana, bajó su mirada y mi corazón dolió al haber escuchado aquello, pero era una realidad que tenía que aceptar. — Es curioso, porque tengo varios recuerdos revueltos, mi mente ahora mismo es una montaña rusa. — Dijo.
—¿Cómo cuáles? — Pregunté mirándola directamente a sus ojos. Negó con su rostro aún confundida, como si estaba a punto de decir algo, pero se arrepintió al último segundo.
—Ninguno. — Musitó. —Volveré a descansar.Sabía muy bien que tenía que dejar que todo fluya, que poco a poco todo se vuelva a normalizar para ella, así que, aunque me mataba la curiosidad de saber si recordaba todo lo que sucedió con nosotros, dejé que descansara nuevamente.
La entendía, prácticamente todo esto era nueva, y nosotros éramos como desconocidos, no me imagino lo abrumada que se debió haber sentido cuando vio tantas personas preocupados, personas que ella ni siquiera conocía, así que cuando sus amigos e incluso su vecina la visitaron, sentí la misma felicidad que ella, aunque desde lejos porque quería evitar cualquier tipo de pregunta que no podía responder.
—¿Por qué me cuidas tanto? — Preguntó mientras estaba recostada en la cama de la clínica. —¿Por qué pagas todo por mí? Tengo seguro médico, no es necesario que lo hagas. — Dijo, sin saber que el seguro no le cubriría ni siquiera la mitad de los gastos. —¿Por qué soy tan especial para ti? — Preguntó nuevamente, saqué el puré de manzana hecho por Alicia, el postre para "enfermos" como decíamos de niños, saqué el pijama que mamá había lavado para ella, y el libro que Tayna le había comprado. Me llenaba el corazón saber que Lucy se había ganado a todos incluso sin haberlos tratado.
—Porque te conozco... — Dije. — Y tú... y tú también a mí. — Llevé el recipiente hasta su cama y se lo entregué. Ella observó el recipiente con dolor, como si aquello le hubiera causado una tristeza inexplicable.
—Eres Naím Lerman, el dueño de los hoteles, millonario, galán... — Susurró, me miraba y analizaba cada centímetro de mi rostro.
—No te olvides de excéntrico. — Dije, y sonreí levemente.
—Claro... —Alcanzó a decir...
— Soy el dueño de los hoteles que no son tu estilo, porque prefieres uno rústico, uno en el que tengas que buscar tú mismo la leña, y que te despierte el sonido de las aves...
—Sí, y el olor a madera...— Exhaló y sus ojos se cristalizaron.
—A madera húmeda. — Susurré.
Sentí su respiración acelerada mientras ella seguía con su mirada en mí, como si sus recuerdos llegaban a su mente de manera repetitiva.
Me levanté controlándome, y evitando a toda costa besarla, abrazarla y por fin sentirla mía, mía de verdad.
—Buenas noches Lucy. — Dije, y solo dejé encendida una tenue luz cálida para que pueda dormir.A pesar de estar tan cerca había una muralla que me alejaba de ella, y aunque no podía negar que a veces me sentía desesperado, recordaba todo lo que había sucedido y nuevamente me llenaba de paciencia.
—Hablé con ella. — Dijo Abdón.
—¿En serio que te dijo?
—No te puedo decir Naím, es mi paciente, pero simplemente te aconsejo que con paciencia y perseverancia toda ira tomando forma.
—¿Tengo una oportunidad con ella? — Pregunté con miedo a saber la respuesta.
—Eso depende de ti.Y así hice, seguí visitando a Lucy cada día al salir de la oficina, como religión.
Poco a poco me fui ganando su confianza, y en una noche, mientras yo fumaba un cigarrillo en el balcón de la habitación su tenue voz me sacó del trance visual en el que estaba.—Naím.
—¿Sí?
—¿Por qué sigues viniendo? Han pasado seis meses desde desperté. ¿Por qué no has seguido haciendo tu vida? ¿Te sientes culpable por Michael Berson?
—Haces muchas preguntas a la vez.
—Respóndeme. — Insistió. — ¿Acaso tienes lástima de mí? ¿Es eso?
—Te dije, yo te conozco...
—¿Y cómo? ¿Cómo me conoces?
—¿En serio no lo recuerdas?
—¿Qué cosa? — Dijo con su rostro confundido. —¡Dime! ¿Qué quieres que recuerde? Dime, porque siento que me volveré loca.
—Nada Lucy, prefiero que todo sea naturalmente, no pretendo hacerte recordar a la fuerza, seguiré esperando... — Dije, tomando otro cigarro y dirigiéndome nuevamente a balcón.
—¿Te hice una promesa verdad? — Dijo. Me quedé estático de espalda hacia ella. —Tu prometiste que me encontrarías, y yo te ayudaría a ser feliz, aunque ahora mismo estoy hecha pedazos. — Su voz salió quebrada. — Respóndeme, dime si es así, y no me volví loca. Por favor. — Me acerqué a ella con el corazón en las manos.
—¿Lo recuerdas?
—¿Como fue posible?
—No lo sé, solo sé que así sucedió y no podemos cambiarlo.
—Me encontraste... — Musitó, sus ojos se llenaron de lágrimas.
— Te dije que lo haría Lucy... Te lo prometí. —Me acerqué aún más a ella y con miedo a que me rechace sostuve su mano.
— Naím ¿Por qué has esperado tanto? — Preguntó correspondiéndome, estaba helada y sus manos temblaban un poco.
—Porque me enamoré de ti. — Confesé. —Porque estoy profundamente enamorado de ti Lucy y estoy aquí para que cumplas tu promesa, y si tú también deseas podemos ser feliz los dos, juntos. — Nuestras miradas se juntaron y me acerqué a ella tan lentamente que podía escuchar el ritmo de su corazón.
Mis labios se acercaron a los de ella, y me acomodé un poco más en la cama para poder besarla con más libertad.
Nuestro beso fue tímido y cálido, nuestros labios se movían lentamente y me encantaba, hasta que ella me rodeó del cuello y aquel beso se convirtió en uno fuerte, con deseo, su llanto rodó por nuestras bocas y se sintió lo salado de sus lágrimas, se sentía el amor, el desespero, y las ansias de que esto sucediera de verdad.
Hundió su rostro en mi pecho y lloró en silencio mientras yo rodeaba su torso.
—No dejaré que nadie, nunca más te vuelva a hacer daño. Te lo prometo.
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Somos más de lo que el amor podría ser...
RomantizmNaím Lerman un empresario arrogante y descarriado que con apenas veintiocho años tenía su vida asegurada, luego de tanto tiempo viviendo en un profundo rechazo de sí mismo y resistiéndose a sentirse completamente feliz, la terrible noche que vivió...