Sentí una fuerte punzada en la cabeza, y de repente unas inevitables ganas de vomitar aparecieron. Tayna reaccionó con rapidez. Yo seguía confundido, seguía inestable, sentía vértigo, dolor, y más nauseas.
De manera inmediata salió de la habitación para luego volver con más personas, personas que aparentemente también estaban cuidándome. Tayna lloró pero se veía una pequeña sonrisa en su rostro, y Alicia al verme despierto, miró al cielo y lanzó discretamente un suave beso.
Mi madre lloraba a cantaros, tenía un llanto mezclado de tristeza y de alegría, estaba abrazado de mi padre, quién estaba estático como una estatua, y reservando cualquier movimiento o expresión en su rostro.
Pero no tenía fuerzas ni ganas, ni siquiera para hablar, así que volví a dormir, volví a adentrarme en aquel sueño tan profundo en el que me encontré.
Me levantaba de repente por las pesadillas que tenía, y en la madrugada encontraba a Tayna dormida con su rostro descansando estratégicamente en lo que quedaba de cama, con su mano tomando la mía, sentía a mi madre acomodándome las almohadas, o acomodando las sábanas para abrigarme, muchas de las veces me hacía el dormido, Alicia rezaba en susurros, y en una noche la escuché agradecer a Dios por haberme dado una oportunidad más.
Soñaba con Lucy, con sus ojos, me despertaba en la madrugada, sudado, y nuevamente confundido, perdido entre la realidad y mis sueños, e intentando disimular el dolor que sentía de no poder hacer nada.
Me pedía que la encuentre, escuchaba su llanto, y su voz de manera permanente en mi cabeza.
Empecé a sentir que la extrañaba algo que ya había sentido pero esta vez aquel sentimiento era más fuerte, empecé a sentir cierta necesidad de escuchar su risa, y más que todo empecé a darme cuenta que me había enamorado, que la quería, y que todo pasó sin ningún esfuerzo, sin intentarlo, de manera tan natural y voluntaria que parecía correspondido por el destino.
Yana llegó a la clínica llorando y de manera respetuosa mamá le pidió que no regresara más. Nate y Michael iban cada tarde, y me contaban qué equipo de soccer pasó a la semifinal, estaba despierto, pero siempre trataba de aparentar que me sentía tan cansado que no tenía fuerzas para hablar. Todos comprendían.
Pero cuando encontré a mi padre sólo, quien lloraba de manera sigilosa pero desgarradora sobre el escritorio, con su brazo apoyado, y sus manos tapando su rostro, cuando vi a mi padre con la guardia por los suelos, desmoronándose en lágrimas decidí romper el silencio que la nostalgia me obligó a tomar estos cinco últimos días en el hospital.
— Está nevando. — Susurré, mi padre levantó la mirada, y secó rápidamente su rostro.
— Hijo... — Musitó, se acercó a mí y se sentó en el sillón que estaba junto en la cama.
—No permitas que Tayna conduzca con este clima. — Dije rasposo mientras miraba la ventana. Y trataba con todas mis fuerzas no llorar. Intentaba mantener aquella coraza que me caracteriza. Pero no pude, me rendí y aunque seguía con mi mirada en la ventana liberé las lágrimas que he retenido. — Perdóname padre. — Susurré. — Perdóname por esto, y por el golpe, y por cada una de las cosas que les he hecho a ti y a mamá.
—Hijo...
—Lo siento. — Susurré, y sequé mis lágrimas torpemente con mi antebrazo. — Solo soy un problema en la familia, siempre lo he sido...
—Naím. — Exhaló y se acercó aún más. — Hijo tu eres mi mayor orgullo. — Dijo y sus ojos brillaban, no podría recordar ni una sola vez que hayamos tenido una conversación parecida a esta. — Sé que soy duro a veces, sé que contigo siempre he sido firme, pero es porque espero tanto de ti, y sé que puedes hacer cosas grandes. Te entregué todo el esfuerzo de mis abuelos, de mi padre, y mío. Por un momento pensé que eras muy joven para manejar la empresa, pero tu capacidad y desenvolvimiento es impresionante y admirable. — Tomó mi mano y no rechacé aquella extraña caricia nunca antes recibida por mi padre, este mismo gesto hace algunos meses me hubiera parecido ridículo, y probablemente lo hubiera rechazado con ningún disimulo. — Los errores que has cometido han sido un reflejo de mis malas decisiones, y de mi indiferencia involuntaria. Pero nunca es tarde para volver a empezar. Podemos volver a empezar Naím. — Comentó.
Limpie nuevamente mis lágrimas y mamá abrió la puerta de manera inesperada. Tenía unas ojeras pronunciadas y su cara lavada y pálida, pero al vernos la sonrisa se le iluminó y el brillo de sus ojos provocaron que aquel mal semblante desaparezca de inmediato.
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Somos más de lo que el amor podría ser...
RomanceNaím Lerman un empresario arrogante y descarriado que con apenas veintiocho años tenía su vida asegurada, luego de tanto tiempo viviendo en un profundo rechazo de sí mismo y resistiéndose a sentirse completamente feliz, la terrible noche que vivió...