1. El comienzo

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Los huesos de mi trasero estaban por atravesar mi piel. Tanto tiempo encerrada en el auto me asfixia, además que también tengo que soportar a mis padres y a mi hermano.

Nunca me lleve bien con ninguno. Con Félix no son más que peleas cotidianas, con mamá lo mismo, y con papá... bueno, él nunca nos habla a ninguno —básicamente no tengo relación con él—.

Este viaje sería nuestra salvación, según lo que habían dicho mis padres. Luego de lo que pasamos Félix y yo en Sídney tuvimos que mudarnos, fue terrible. Una desgracia catastrófica.

Solté un largo suspiro y miré por la ventana. No tengo idea de a dónde estamos yendo. No nos comentaron a dónde iríamos, solo nos explicaron muy brevemente que teníamos que armar nuestras valijas e irnos.

Ni siquiera pude despedirme de mis amigos, aunque, viéndolo bien, no eran mis verdaderos amigos, los amigos no traicionan ni te humillan, los que de verdad lo son están a tu lado, pase lo que pase, los verdaderos amigos están para ti y no contra ti, y si estás pasando por algo así huye, corre y escapa lejos de esas amistades tóxicas que no te hacen bien.

Pero de que me sirve decir todo eso si lo hice y tal vez lo vuelva a hacer, porque soy yo. ¿Será que me dejo fiar muy rápido de las personas?

Espero que mis padres no se equivoquen de este lugar, espero estar tranquila y sin problemas.

Dejé de mirar por la ventana y dirigí mis ojos hacia mi padre, quien conduce el auto.

—Papá, nunca nos dijiste a dónde íbamos. —Su vista se fue por el retrovisor y me vio con el verde de sus iris.

—Pensé que sí. —Soltó sin más, dándose cuenta de su torpeza—, iremos a Castle combe, un pueblucho de Londres.

Casi me atraganto con mi saliva al escuchar que estamos yendo a Londres.

—No es la gran cosa Aurelia —sus palabras hieren mis sentimientos. Es obvio que él no tiene (hablo de Félix).

—Cállate, tú ni siquiera sientes, así que no arruines mi momento.

Él rodó sus ojos y miró hacia el lado de su ventana. Negué varías veces y chillé al acordarme de nuevo a donde estábamos por ir.

Con la emoción recorriendo por mis venas, mire hacia la ventanilla y observe cada casa que pasábamos, todas muy lindas aunque bastante parecidas. Algunas tenían enredaderas por todos lados y algunas no.

La velocidad del auto bajo, no quiero decir que estábamos a máxima velocidad pero bueno.

Me acomodé en el asiento del medio y apoyé mis codos en ambos asientos de mis padres. Pude ver que estábamos pasando por un puente. Infle mis cachetes y solté lo retenido, incluyendo saliva que casi cae en la cara de mi madre.

—Aurelia, cálmate. —Se queja mi madre.

Me acomodé en mi asiento de nuevo y bajé el vidrio de la ventana para ver mejor la espectacular vista.

Es fantástico, el lago tiene muchas plantas y flores, si no fuera porque mi teléfono está muerto sacaría mil fotos.

—¿Por qué nadie está emocionado de la misma manera que yo? —Tras eso me incorpore, molesta.

Besos Robados [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora