Capítulo XVIII - ...Y cuando pierdes esa posibilidad...

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La habitación de invitados hacía tres meses que estaba vacía. La presencia de Freddie se había reducido a un par de mañanas a la semana más como visita social que en plan de asistente de enfermería. Y Tim; hacía casi un mes que no lo habían vuelto a ver después de lo acontecido. Las vacaciones en el instituto hicieron que esa oportunidad para el rizado se postergara.

La sola mención del joven entre Brian y Roger significaba un recuerdo doloroso. Una herida que seguía abierta, que envolvía de gris hasta la atmósfera más tranquila y que trataban de evitar en la medida de lo posible.

El dolor estaba presente en ambos. Roger seguía sintiéndose culpable por haber saltado sobre los sentimientos de Tim, por haber tomado a la persona de quien había estado enamorado por años. Aunque una parte de su mente se esforzaba en pensar que lo que sentía por el rizado hacía mucho tiempo que había dejado de ser un capricho.

La situación para Brian no era distinta. La culpa también se había convertido en fiel compañera pero desde otra arista. Por las noches pensaba sin parar, intentaba recordar en qué momento los sentimientos de Tim cambiaron; en qué momento dejó de verlo como su amigo; como su tutor, su casi hermano mayor y comenzó a mirarlo con interés romántico. La respuesta nunca llegaba, volviendo su pena aún más grande. Suponía conocer a Staffell y no logró darse cuenta de algo tan importante.

Pero lo peor de todo es que estaba seguro que, de haberlo sabido, jamás hubiera sido capaz de corresponderle.

. . .

May se dirigía a esa habitación sin ocupar, pues estaba seguro de que en una de las repisas de ahí, se encontraba un libro de Dostoievsky que aún no había leído. Buscó en las estanterías y no había nada, tampoco en las mesitas de noche. Bufó frustrado y como última opción se dirigió al armario y, al abrirlo, no encontró el libro sino algo que le hizo caer en los brazos de la melancolía.

Ahí estaba una sudadera color negro con franjas blancas en las mangas. La conocía bien. Pertenecía a Tim. Él mismo se la había regalado cuando cumplió los diecisiete. Hacía más de un año de eso. Fue el primer regalo más o menos decente que pudo hacerle. Recién había comenzado a trabajar en el instituto y antes de hacer las compras que se necesitaban en casa, fue a Kensington y la compró en una tienda de rebajas.

La quitó del gancho donde estaba colgada y gratamente se sorprendió al notar que se encontraba en perfecto estado pese a que su dueño la utilizaba con frecuencia.

Es en esos diminutos detalles en los que Tim le gritaba su amor silenciosamente.

Quizás no sería capaz de corresponder a aquellos puros y nobles sentimientos de forma romántica pero la amistad y la hermandad que tenía hacia Tim también derrochaban pureza.

Salió de la habitación con la prenda en mano. Dejó una nota a Rog en el comedor para que cuando éste volviera del supermercado no tomase por extraña su ausencia.

. . .

Sus pasos eran calmos. Disfrutaba de la brisa fría que le acariciaba el rostro, anunciando la pronta llegada del invierno. Trataba con su lento andar calmar el nerviosismo que lo acompañaba desde que salió de casa. La posibilidad de toparse a Harold era latente. Y la de que aquella visita tratando de arreglar las cosas con su mejor amigo terminara en un lío similar al del aparcamiento del centro comercial, lo era aún más.

Tratando de borrar aquellos pensamientos de su mente, se dejó acoger por todos los buenos recuerdos que le trajo regresar después de tanto en su viejo barrio. Divisar su antigua casa causó que una oleada de tristeza y nostalgia le golpearan con fuerza. Suspiró y armado de valor llamó a la puerta de los Staffell.

Nevermore [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora