Brian se encontraba bajo las sábanas intentando inútilmente conciliar el sueño. Hacía tres horas que había llegado al apartamento. Llegó a tirarse a la cama pensando una y otra vez en ese acercamiento que había tenido con Roger, pero sobre todo, en lo que había visto en ese cubículo del baño. Recordaba con claridad la cara y los sonidos placenteros que emitía Roger mientras aquella mujer atendía con dedicación su entrepierna para después convertirse en una escena de terror; ver a su amigo inhalar esa porquería.
Miró el reloj de la mesita y bufó exasperado; las cinco menos veinticinco de la mañana. Negó, se reacomodó sobre su costado y cerró los ojos para intentar dormir por milésima vez en esa madrugada.
Un estruendoso sonido en la reja de la entrada lo hizo salir de un salto de su cama y correr a la ventana. El estómago se le comprimió cuando vio el Alfa Romeo estrellado en medio de fierros retorcidos.
Cogió la bata que estaba al pie de su cama y mientras salía a toda velocidad de la habitación se la colocó encima. Las rodillas le temblaban y sin saber en qué momento sucedió, ya estaba en la entrada luchando para abrirse paso entre el desastre.
—¡Roger! —El pánico en la voz de Brian era evidente y aunque trataba de evitarlo sus manos temblaban.
A base de jalones y empujones a la mal lograda reja, logró salir y de inmediato fue a abrir la puerta del piloto del Alfa Romeo, el humo salía del capó y la alarma se activó ocasionando que sus nervios se incrementaran,
—¿Roger? —De manera suave le tomó el mentón y le giró el rostro hacia sí, encontrando esa bonita mirada color celeste completamente perdida y con las pupilas dilatadas— ¿Rog? ¿Estás bien?
Sin ser plenamente consciente de las circunstancias, lentamente Roger dirigió sus orbes a los de Brian y negó con un movimiento de cabeza para volver su mirada a la nada.
El alto trataba de contener el temblor de sus manos para zafar el cinturón de seguridad del cuerpo de Roger pero el incesante sonido de la alarma y la inquietante oscuridad le volvían la tarea sumamente difícil.
Una vez que logró zafarlo y sacarlo del vehículo lo recargó en la puerta y lo sostuvo de la cintura. Intentó hacer contacto visual con él para lograr determinar si se había hecho daño.
—Roger, ¿te hiciste daño? ¿Te lastimaste? —Sin soltar al rubio, Brian metió la mano al vehículo para sacar la llave y después de varios intentos poder callar la ensordecedora alarma— Roger, respóndeme.
La paciencia en Brian empezaba a agotarse y la preocupación iba en aumento. Sin embargo esos sentimientos se disiparon una vez que el rubio se lanzó a abrazarlo por el cuello, intentando aun en su decadente estado a dejar pequeños besos en esa zona.
—Llevame a tu habitación —Logró alcanzar la piel de su cuello y sin que Brian pudiera evitarlo, le dejó un enorme chupetón del lado derecho.
Y ahí estaba de nuevo: ese chispazo en la parte baja de su abdomen y que se extendía por todo su cuerpo. Cerró los ojos por un instante y, mientras negaba, empujaba a Roger con delicadeza pues aún no sabía si es que el choque le había ocasionado alguna lesión.
—Rog, ba-basta. No sabes qué estás haciendo —Su voz tembló y de inmediato se reprochó por ello.
—Sé que te deseo a ti. Eso es todo —Importándole poco los sutiles empujones con los que el mayor trataba de alejarlo, se afianzó con mayor fuerza a su cuello, buscando dejar una marca más.
—¡Roger, basta! —endureciendo el tono de voz y negándose por segunda vez en la noche a ceder ante él, Brian lo empujó con un poco más de fuerza haciendo al rubio soltar un leve quejido de dolor. Suspiró buscando relajarse y reguló el tono de su voz—. Vamos adentro que necesitamos ver que estés bien.
ESTÁS LEYENDO
Nevermore [Maylor]
Fiksi PenggemarResponsabilidad. Esa palabra de quince letras resonaba veinticuatro horas al día, siete días a la semana en la cabeza de Roger Taylor, un joven adinerado de veinte años, adicto a la noche londinense. A pocos kilómetros, en una casa humilde de un ba...