El timbre sonaba repetidamente mientras unos puños golpeaban con fuerza la cara madera. Y el no tener respuesta le estaba gastando la poca paciencia que le quedaba.
—¡Roger! ¡Vamos, Roger, sé que estás ahí! ¡Abre la puta puerta o la echo abajo!
Roger estaba sentado en el sofá mirando hacia la nada. Intentando asimilar que si el espacio ahora parecía inmenso y frío, no era por culpa de nadie más que de él mismo. Su llanto había cesado pero no por falta de ganas sino porque sentía que no podía sacar una lágrima más. Jamás en su vida había sabido lo que era la felicidad genuina, nunca había esperado un amanecer con tanto anhelo sólo para ser testigo de cómo los más hermosos ojos avellana se abrían por primera vez en el día. Jamás había amado y jamás lo habían amado así. Y a causa de su inmadurez, de creer que Brian estaría ahí siempre solo porque se amaban genuinamente sin importar más, lo había perdido. Se olvidó de que el amor no basta con sentirlo, sino que también era necesario demostrarlo. Y él, con sus acciones, demostró de todo, menos amor. Cerró los ojos. El tono de Tim lo decía todo. Supuso que Brian ya le había contado de su estupidez. Asumió que iba a perder a otra persona más de su vida y abrió la puerta pero no contaba con que el enfado de Tim era desproporcionado.
Nada más aparecer en su campo de visión, el puño de Tim acabó sobre la nariz del rubio. La ira y la rabia hicieron perder el control del pequeño Staffell. Roger apenas se defendió. Dejó que los golpes le cayeran por todas partes con la intención de que estos aliviaran el dolor por la partida de Brian. Pero el labio inferior abierto, el pómulo hinchado y la ceja derecha reventada, no llegaban a doler ni una milésima parte de lo que le dolía el corazón.
Una vez Tim descargó su frustración con el rubio, lo ayudó a incorporarse y lo sentó en el sofá para curar sus heridas. Roger no entendía nada, solo quería que se fuera para lamer sus heridas en soledad y, quizás, ponerse ciego a ver si con suerte se lo llevaba una sobredosis.
Permanecieron en silencio mientras de forma tosca, Stafell ponía un poco de crema para desinflamar la mejilla de Taylor. Un deje de culpa lo azotó al ver su rostro tan lacerado siendo que hace poco, le había prometido a Brian hacerse cargo de él. Negó y decidió dejar de pensar en ello. Sin embargo, la furia aún estaba presente más decidió canalizarla de otra forma.
—No te lo merecías.
—Ya lo sé. Pero te prometo que me enamoré, Tim. Por primera vez supe lo que es sentir algo por alguien y es lo más maravilloso que existe. Y lo amo como jamás amaré a nadie.
El menor bufó. Las palabras de Roger no parecían sino una hipocresía en ese instante. Terminó de hacer lo que debía y se levantó con brusquedad del sofá dándole a Taylor una mirada que bien podía ser de odio.
—Ya... por eso le hiciste daño. Mira, no sé qué cojones le hiciste ni quiero saberlo. No debo saberlo porque él me pidió que cuidara de ti.
Ante esas palabras, Roger se levantó con rapidez. El miedo de que Brian hubiese atentado contra sí mismo lo hizo ignorar el dolor y el mareo.
— ¿Qué pasó con Brian, Tim? ¿Está bien, por qué te pidió algo así? —Su garganta volvió a arder y el pánico a tomarlo como prisionero. Y el prolongado silencio que mantenía Staffel no ayudaba a nada.
—Se fue, Roger. Se largó de Londres, de Inglaterra incluso —Frotó su rostro aun sin creer que aquello estuviese pasando en ese instante— Quizás esté a punto de subir a un avión rumbo a España para volver no sé cuando.
—Tim... —Sus manos comenzaron a moverse de forma errática, no podía creer que aquello fuese verdad. Recordó entonces que una noche, Brian le contó algo respecto a una residencia en un observatorio en España, pero también recordó que no le había puesto mucha atención pues se preparaba para ir al Five Doors. Se odió más de lo que ya lo hacía, jamás se había detestado tanto. Ni siquiera en su niñez. Con temor enfrentó al castaño— Tim, tienes que llevarme al aeropuerto. No puedo permitir que se vaya. Quizás si mira lo arrepentido que estoy ahora pueda darse cuenta de lo mucho que lo amo.
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Nevermore [Maylor]
FanfictionResponsabilidad. Esa palabra de quince letras resonaba veinticuatro horas al día, siete días a la semana en la cabeza de Roger Taylor, un joven adinerado de veinte años, adicto a la noche londinense. A pocos kilómetros, en una casa humilde de un ba...