Capítulo IV. Adiós papá. Adiós mamá.

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Roger salió de la habitación de Brian procurando no hacer mucho ruido. Cerró la puerta tras de él y se apoyó con suavidad, pegando la cabeza contra la madera blanca y cerrando los ojos. Echaba de menos aquella época en la que con un solo porro se podía echar a dormir por doce horas. Porque él no había sido de droga más dura, se podía beber dos botellas de vodka y fumar varios de mariguana pero de ahí no pasaba, aunque en sus fiestas proveyera de otras sustancias a sus invitados. Los límites no eran una palabra que solía ser frecuente en su vocabulario pero el tema de darle a la cocaína o heroína sí era un límite para él.

Suspiró abriendo los ojos con pesadez y, cuando fue a reanudar la marcha, se encontró con Tim saliendo de la habitación de enfrente. Se miraron en un silencio incómodo. Incómodo porque Tim estaba esperando una bronca por parte de Roger, que lo echara de su casa, que lo insultara. Y Roger se sentía incómodo porque, aunque él había practicado infinidad de posturas, no dejaba de darle vergüenza pillar a otra persona en pleno éxtasis.

—Roger... —comenzó Tim con un poco de vergüenza. No sabía cómo entrarle—. Yo...

— ¿Una copa y nos ponemos al día? —La sonrisa sincera que le dedicó Roger hizo esfumar todo sentimiento negativo del cuerpo de Tim.

En lugar de regresar a la estruendosa y desenfrenada fiesta que seguía en pleno apogeo en la planta baja de aquella lujosa casa; Roger llevó a su joven amigo a su habitación. Pasaron por el mini bar perfectamente surtido que tenía el rubio y sirvieron dos vasos de vodka para dirigirse al balcón que les mostraba el precioso cielo despejado que ostentaba la ciudad esa noche.

Roger señaló las sillas y ambos se dejaron caer pesadamente. El mayor permaneció en silencio contemplando la maravillosa vista que ante sus ojos se erigía; no tenía intención alguna de presionar a su amigo.

Tim por su parte, bebió más de la mitad de su vaso intentando reunir valor y coherencia para explicarse. Por lo general no tenía tapujos en aceptarse como era; sin embargo, el rechazo de muchos cercanos lo volvieron muy cerrado y reacio a compartir esa parte tan íntima de su vida. Paseaba las manos por el fino cristal que sostenía. Suspiró y se aclaró la garganta con un leve carraspeo.

—Roger, sobre lo que viste, yo... —No tenía idea de cómo continuar. Nunca pronunciar unas cuantas y sencillas palabras le había resultado tan complejo— Disculpa, hermano. No tenía intención de...

Un gesto de la mano del rubio lo hizo detener en seco sus palabras.

—Thimothy, ¿te estás disculpando por tener sexo? Te disculpas por tener sexo en una de mis fiestas donde claramente ese es uno de los objetivos —Rió levemente y le dio una palmada al tenso hombro del chico— Lo que hay que oír en estos días.

Una poca de la tensión de Tim se esfumó al escuchar la cotilla y despreocupación con la que se tomaba el tema. Se armó completo de valor y lo miró a los ojos.

—Claro que no, idiota —Viró los ojos— Es solo que ya sabes, no era sexo normal.

—¿Normal? ¿Qué acaso el tipo con el que estabas follando tenía dos penes? —Sus propias palabras lo hicieron carcajear mientras que el rostro de Tim se teñía levemente de carmín y agitaba la cabeza en negación— ¿O es acaso porque te pillé follando con un tipo?

El menor se encogió en su sitio y Roger continuó siendo un tanto más serio.

—Tim, que te gusten los hombres no tiene nada de anormal. Son solo gustos. No hay nada correcto o incorrecto en ello —Le sonrió y de su chaqueta sacó un cigarrillo que de inmediato encendió— Eso no debería ser siquiera tema de conversación. ¿Sabes? No veo a la gente escandalizarse porque a alguien le guste el helado de pistacho, y eso sí es asqueroso —Hizo una exagerada mueca de desagrado y Tim rió ya en completa tranquilidad— No tienes que sentirte avergonzado por nada —Se llevó una mano al mentón y dio una honda calada al cigarrillo— O bueno, mejor sí. Siéntete como la mierda.

Nevermore [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora