Nada ostentoso. Una pequeña reunión familiar en la casa de los May fue lo más parecido que Brian había tenido como fiesta en su vida. Incluso su fiesta de graduación había sido de muy apenas unas cinco personas reunidas en casa. Las posibilidades económicas no daban para más. Eran tiempos difíciles en los que había que apretar los gastos y tratar de hacer rendir el dinero lo mejor posible.
Al joven May no le molestaba. Aun a su corta edad era consciente que la situación económica de sus padres era frágil. Sabía a la perfección el esfuerzo casi sobrehumano que había hecho Harold para solventar lo costoso del Imperial College. Conocía todos esos pequeños trabajos que Ruth había tomado, como remendar ropa ajena u hornear galletas hasta altas horas de la madrugada para muy temprano salir a venderlas a algunas cafeterías o algunas tiendas.
Brian conocía cada uno de esos sacrificios que sus padres hicieron por él. Los valoraba. Ni su mente ni su corazón olvidarían jamás las acciones de sus padres. Mismas que él retribuyó llevando a casa siempre las mejores notas. Fue el alumno más destacado de toda su clase. De toda la generación. Incluso de varias hacia atrás. Y según varios de sus profesores llegaron a asegurar que pasarían varias generaciones más antes de encontrar otro estudiante con la misma mente privilegiada de Brian.
Siempre guardaría un profundo agradecimiento a sus padres, por haberle dado todo lo que a sus limitadas posibilidades se encontraba e incluso un poco más. Sin embargo y pese a ello, muy en los adentros de su mente y su alma, Brian escondía un poco de recelo. Resentimiento.
No podía evitarlo, pues aunque valoraba cada acción hecha por sus padres para su bienestar, no podía pasar por alto todas las exigencias por parte de ellos. Si bien, su esmero en sus clases derivaba de su eterno amor al estudio, siempre añoró poder salir con sus amigos, a una noche de diversión. Un fin de semana de fiesta del que solo era partícipe cuando aquellos muchachos le compartían sus anécdotas en los pasillos de la universidad.
Nunca entendió el por qué de las negativas tan férreas por parte de los May. Él nunca fue un joven problemático, jamás llevó a casa algo menos que la excelencia. Al inicio eso significaban fuertes discusiones con Harold. Luchaba por que le dejasen tomarse la fiesta de vez en cuando, alegando que no tenían por qué ser tan duros. Sin embargo después de media hora de pelea y el "No vamos a dejar que tires tu futuro a la basura", Brian se rendía y lo dejaba pasar. Regresaba a su habitación, lleno de tristeza y decepción.
Creía que de ponerse rebelde contra su padre, sería como ir en contra de los esfuerzos que este hacía por darle una buena educación. Prefería pasarse el mal trago a solas. Ignoraba ese hueco que se le formaba en el estómago y se extendía hasta su pecho solo por no quedar como un ingrato. Inocentemente creía que una vez que se graduara, podría tener esa libertad tan añorada. Ese era su consuelo.
Jamás imaginó que después de esos años de estudio, siendo ya un hombre en toda la extensión de la palabra, aquellas exigencias por parte de Harold seguirían. Lo harían transformadas en presión para conseguir un buen empleo y en la exigencia que más crispaba su tranquilidad: "debes conseguir una buena chica para formar una familia. Necesitas sentar cabeza, Brian".
De inicio, creía que era el eterno comentario que lanza todo padre de familia solo por molestar un momento, pero conforme pasaban las semanas, el comentario se convirtió en un mantra que se repetía de día y de noche hasta el hartazgo.
Al menos cuando consiguió empleo logró sacarse de encima los afilados comentarios de su padre, siempre poniendo como excusa que antes de intentar formar una familia, debía tener un patrimonio formado.
Lo cual era meramente eso, una excusa. No se sentía preparado, capaz ni entusiasmado para ser ese hombre de familia, esposo y padre perfecto, como los May esperaban que fuera. Su objetivo al haber tomado ese empleo, era básicamente salir huyendo de casa. Y no solo en el horario laboral, había llegado el momento de dejar el nido. O lo hacía ahora, o quizás no lo haría nunca.
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Nevermore [Maylor]
FanfictionResponsabilidad. Esa palabra de quince letras resonaba veinticuatro horas al día, siete días a la semana en la cabeza de Roger Taylor, un joven adinerado de veinte años, adicto a la noche londinense. A pocos kilómetros, en una casa humilde de un ba...