El negocio con la revista Life iba viento en popa. El encanto natural del rubio hizo que los tuviera en el bolsillo desde el primer momento.
La charla trivial que mantuvieron por varios minutos fue amena. Los ejecutivos escuchaban atentos esas anécdotas que la vida de la alta sociedad londinense tenía para contar directo de los labios de Roger Taylor.
Tony alucinaba con la facilidad con la que Roger se los metió en el bolsillo y no pudo evitar sentir que ese chico sería una mina de oro para su local. Le había visto coquetear con chicas hasta que soltaron su dinero pero pensó que le hacían caso sólo intentando llamar su atención. Pero la realidad era que el encanto natural que poseía el rubio era atrapante.
Sin duda haría un buen trabajo vendiendo el "Five Doors to Ecstasy" en París, por eso no dudó un solo instante en darle un día más cuando Roger le dijo que quería ir con tiempo para conocer el lugar y no perderse en una ciudad desconocida.
Lo que Tony no sabía era que Taylor quería una noche más para disfrutar de la ciudad del amor junto con Brian.
. . .
Brian estaba emocionado. Roger había vuelto a ser el Roger del que se enamoró.
Aunque no le gustaba mentir, y menos en su trabajo, a Brian no le quedaba más remedio pues no podía decir que se iba de viaje con su pareja a celebrar seis meses de amor.
Y ahí estaba. Dejándose arrastrar por las calles de París camino al hotel.
Pero no de cualquier hotel.
La última planta albergaba la suite más lujosa en la que Brian jamás pensó estar. La cama medía más que su antigua habitación. Unos grandes ventanales dejaban ver una vista panorámica de la Torre Eiffel pintada sobre los últimos rayos de sol que se escondía en el horizonte pintando el cielo de naranja y malva.
Entró en el cuarto de baño y se sintió pequeño ante la inmensidad de la bañera. Sin pensarlo dos veces, abrió el grifo y la llenó con agua caliente. Se introdujo en ella y se estiró. Descubrió un par de pequeños botes con aceites y vertió un poco de uno de ellos. Cerró los ojos y se dejó envolver por el olor a flores blancas que inundó por completo aquel baño.
Tener la mejor vista de la Torre Eiffel iluminada frente a sus ojos le tentaba a abrirlos pero necesitaba desconectar de todo. Estaba allí para disfrutar pero antes debía despejar su mente de malos recuerdos.
Allí pasó varios minutos hasta que sintió cómo el cuerpo de Roger se introducía en el agua haciendo que ésta se moviese. Se introdujo con cuidado, tratando de hacerse un hueco, y descansó su espalda contra el pecho de Brian quien no dudó un segundo en acogerlo y abrazarlo. Apoyó su cabeza sobre el hombro desnudo del menor, depositando pequeños besos.
—¿Sabes que esta es la mejor idea que has tenido? —Brian sonrió. Eran esos pequeños placeres los que más disfrutaba junto a Roger.
—En realidad me lo he pensado bastante. No quería molestarte pero te veías tan relajado que necesitaba que me transmitieras esa relajación.
Los labios del alto seguían paseándose por el hombro del rubio, subiendo a su cuello, perdiéndose en la nuca y bajando por su espalda mientras sus manos acariciaban las piernas del menor, de abajo a arriba, introduciéndose en sus muslos. Percibiendo aún bajo el agua la suavidad de su piel de porcelana.
Los suspiros de Roger no se hicieron esperar. Inundaron de inmediato la intimidad de ese lujoso cuarto de baño. Separó las piernas para permitirle a Brian el libre acceso a cada rincón de su cuerpo. Cerró los ojos sabiéndose débil ante las sensuales caricias que solo Brian sabía regalarle. Únicamente el rizado sabía cómo y dónde tocarlo para hacerlo temblar de placer.
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Nevermore [Maylor]
FanfictionResponsabilidad. Esa palabra de quince letras resonaba veinticuatro horas al día, siete días a la semana en la cabeza de Roger Taylor, un joven adinerado de veinte años, adicto a la noche londinense. A pocos kilómetros, en una casa humilde de un ba...