Capítulo VI. Lo quiero ya.

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Los gritos del piso de abajo le hicieron despertar sobresaltado. Salió de la cama y buscó de donde provenían. Aminoró el paso cuando descubrió que era Roger que estaba hablando por teléfono en el salón.

—Y te he dicho mil veces que a mi me importa una mierda. Quiero que me cambies el puto salón y punto —La blanquecina piel de su rostro se encontraba teñida de color carmesí debido a la furia que le llenaba el cuerpo.

Brian se sobresaltó al escuchar el auricular chocar con fuerza contra el aparato. Trató de esconderse más pero, al escuchar a Roger llorar se detuvo. Él lo estaba ayudando y no quería dejarlo solo en ese estado. Salió de su escondite improvisado y se detuvo en el umbral. Roger no paraba de maldecir por lo bajo, cogió la primera figura que vio en la estantería junto al teléfono y la arrojó con fuerza contra la pared pero, en el lanzamiento, escuchó la voz de Brian y se asustó, calculó mal y aquel detalle fue a parar directo a la nariz de Brian haciéndolo caer de espaldas por la velocidad del impacto.

—¡Oh, Dios mío, Brian! —El rubio se secó las lágrimas con el dorso y rápido se acercó a él poniéndose de rodillas junto a su cabeza— Lo siento muchísimo, de verdad —Lo ayudó a incorporarse tendiéndole la mano— ¿Te encuentras bien?

—Si no querías que me quedara, haberlo dicho, hombre. Soy muy comprensible, no me ofendo fácilmente —Se quedó sentado por un instante intentando sonreír pese a que por sus fosas nasales la sangre escurría a chorros.

—Déjate de bromas, Brian. Estás sangrando mucho —Se sentó a su lado y lo rodeó por la cintura para hacerlo levantarse completamente del suelo y lo llevó al aseo— Siéntate ahí y echa la cabeza hacia atrás. Voy a por algo para limpiarte. No te muevas.

Roger salió corriendo buscando algún algodón o gasa dejando a Brian sentado en el retrete con las piernas completamente estiradas ya que el inodoro era demasiado pequeño para sus largas piernas y la cabeza apoyada en la pared. Un par de minutos más tarde volvió Roger con un poco de antiséptico y un poco de algodón. Comenzó a limpiarle la sangre pero no veía de dónde venía. Se acercó un poco más, quedando entre las piernas del mayor y siguió limpiando.

Brian intentaba no quejarse sin hacer más movimientos de los necesarios. Quería pretender que aquello no dolía como el demonio. Aunque la rigidez de su cuerpo y sus manos apretando con fuerza sus muslos delataban lo contrario.

—Madre mía, Brian. Esto no para... Voy a tener que llevarte al hospital —Las manos de Roger temblaban a causa de su nerviosismo y se encontraban ya manchadas de sangre.

—No —negó tajante. Roger aún no sabía de su pánico a los médicos—. Estoy bien. No estoy mareado y no me duele más de lo normal.

—Pero no paras de sangrar, Bri —Con toda la delicadeza posible lo tomó por el mentón para revisar su nariz que se veía bastante mal— Voy a por hielo...

Cuando Roger salió del aseo, Brian comenzó a retorcerse del dolor. No quería preocuparlo pero el dolor le estaba matando. El menor volvió corriendo con el hielo. Se situó nuevamente entre sus piernas y le colocó con cuidado la bolsa de hielo en la nariz. Quiso ponérsela con cuidado pero no calculó bien y un trozo de hielo le dio justo en la herida. Cómo acto reflejo, Brian gruñó adolorido y se aferró a la cintura del rubio, acto que reflejaba el miedo de un niño pequeño buscando la protección de su madre. Roger no se lo esperaba y se sobresaltó un poco hasta que comenzó a sentir el calor que emanaba de sus grandes manos.

Sin quererlo, estaba imaginando cómo esas manos se sentirían sosteniendo su culo. Que lo estrujaran con la misma fuerza con la que le apretaba la cintura. Una corriente eléctrica recorriendo su espina dorsal lo hizo estremecerse levemente. Tosió con la intención de hacer que esos pensamientos desaparecieran por completo pero los roncos gruñidos de dolor que emitía Brian solo ayudaban a que sus malos pensamientos fueran en aumento.

Nevermore [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora