Capítulo 10: Una explicación sin palabras.

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– “Mándame tu ubicación” – Le escribo a Nathy.

“Calle Betancour con intercepción de la Calle 19, casa #16 – Responde.

Me queda cerca, no tardaré mucho.

Llego en poco segundos, dejo el auto afuera de su casa y antes de tocar el timbre, ya Nathy estaba abriendo la puerta. Brinca encima de mí y me empieza besar como si el mundo se acabara, me besaba con tanta pasión que sentía como mi alma volvía a mi ser. Me sentí lleno en ese momento. Entramos a su casa, la sigo besando y ella solo estaba en su bata para dormir.

– Son las 12 de la mañana. ¿Por qué no contestabas? – Dice entre besos.

– No intentes buscarme una razón de discusión porque bastante enojado estoy contigo. – Respondo mientras me quita la franela.

– ¿Enojado? Entonces ¿por qué me besas? – Me sigue besando y me dirige a su cuarto.

– Mis labios no han tenido ningún inconveniente contigo. Sin embargo ahora buscan una solución. – La sigo besando.

– ¿Por qué hueles a alcohol? – Intenta detenerme.

– Es una historia larga. – Interrumpo y mi mano sin tener conciencia, le intenta quitar la bata.

– Recuéstate. – Dice sin quitarse la bata.

Me acuesto y ella se retira, apagando cualquier luz y solo quedando el brillo tenue de la luna.

– Sé que te debo una explicación y espero con esto entiendas todo. – Aparece una sombra de casi una silueta perfecta de un cuerpo perfecto en el marco de la puerta…

Se va acercando a mí y es primera vez que conozco esta parte de Nathy. Nunca había apreciado tanto a Nathy como en estos momentos, nunca me había dado cuenta de cuan maravillosa puede ser una persona, nunca había sentido tanta pasión y tanto amor por una persona que solo tengo un par de meses conociéndola.

Ninguna palabra se hizo presente en toda la noche.

Nathy se monta encima de mí y sentir el contacto de su piel con mi piel era algo completamente sensacional. Sus manos se deslizaban por mi pecho como dos plumas cariñosas, mis manos acariciaban su espalda escultural, mientras nos besábamos al compás de los latidos de nuestros corazones.

Nathy siente mi erección y el movimiento de su cadera empieza hacer fricción con mi cuerpo. Subiendo y bajando, actúo por reflejo y los papeles cambiaron. Ella está acostada boca arriba y su primer gemido leve se hace oír. Mi antebrazo le rodea su cuello posando su cabeza en mi mano. Mientras nos besamos, mi chica está acariciando mi cabeza y mi espalda mientras mi otra mano está subiendo por la parte externa de su pierna.
Llegando a su sexo, siento como su pecho se eleva, su boca se abre en busca de aliento, sus músculos se tensan, sus manos presionan mis brazos con fuerza y mis dedos están empezando a mojarse por su humedad. Mientras mis dedos están dentro y fuera de ella en movimientos suaves pero firmes ella mordisquea partes de mi cuello, un mordisco algo doloroso pero tolerable y al mismo tiempo, excitante. Entre tanto…

– Para ya… – Dice Nathy en un respiro que pudo conseguir.

– ¿Está todo bien? – Me detengo.

– Solo para, por favor. – Pide con clemencia.

Retiro mi mano, le tomo cara y la beso. Ella sonríe.

– Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. – Dice volteándose dejando su espalda pegada a mi pecho y, desde ese momento me di cuenta que éramos como dos piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección.

– ¿Está todo bien? Cariño. – Repito.

– No lo está, pero contigo aquí, cualquier cosa que pueda hacerme sentir mal, es algo nulo, parecieras como mi amuleto de inmunidad y me haces sentir bien. – Dice en un tono de voz triste.

Prefiero no seguir preguntando, no seguir diciendo más y la abrazo, le doy un beso en la cabeza.

– Todo está bien, cariño. – Le vuelvo a besar.

– Tú me haces sentir que todo está bien. – Susurra.

"El final como el comienzo de una historia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora