Capítulo 16: En la orilla de una autopista.

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El contacto de nuestra piel era unos leves conexiones de corrientes, sentía como se contraían pero al mismo tiempo se compactaban y, en un plano espiritual, era como si mi alma saliera de su plano superficial y llegara a un nivel más allá de lo normal, un lugar donde solo Nathy se encontraba.

Inclino el asiento hacia atrás, lo más que pueda, Nathy tiene completamente el control de mi cuerpo con sus piernas, me tiene prácticamente inmóvil, solo tengo mis brazos y mis manos en libertad, pero ella se me adelanta.

Con la franela que le quité me amarra las manos por las muñecas y atrás del espaldar del asiento, ahora sí, completamente no puedo hacerle nada, ella tiene el control.

Sin decir ni una palabra, sus manos apretaban mis caderas, subían lentamente por mi torso hasta llegar a mi cuello y la sensación era maravillosa. Sus manos eran tan suaves que realmente es inefable lo que se siente. Al llegar a mi cuello me ahorca y me besa.

Esto lo es todo.

Si voy a morir, que sea de esta manera.

No me importa más.

Quiero morir así.

Su besos me reviviría y ella tiene toda la voluntad de quitármela cuantas veces quisiera.

Sus caderas se mueven de manera curvilínea, hacia arriba y hacia abajo, no paraba de besarme, sus manos se extendían a mis brazos y me seguía besando. Era increíble lo que estaba pasando.

Escuchábamos los demás autos pasar por nuestro lado, los camiones, alguna que otra motocicleta, pero eso no importaba.

Lo único que nos importaba era estar ahí, juntos.

A penas me doy cuenta que tengo los ojos cerrados y se ríe.

– Don Fortachón, ¿cierra los ojos mientras disfruta de mí? – Se ríe a carcajadas y deja de besarme.

– Para nada, solo parpadeé y me quedé dormido. – Digo con sarcasmo.

Me ahorca.

– ¿Qué dices? – Su mirada se fija en mí.

Maldición…
Si tan solo supiera lo tanto que me gusta eso, sentir que ella misma puede acabar conmigo pero que al mismo tiempo es una manera de amarnos, sencillamente es algo que no podré superar jamás.

*Vibra mi celular

No quisiera ni revisarlo, pero Nathy me lo pide, ella sugiere y mantiene su pensamiento que cualquier mensaje podría ser una emergencia.

Así que me desamarra, tomo el móvil y lo reviso.
“¿Dónde estás?, soy Luna.”

Este no es buen momento para responder.

“Necesito verte.” 

Aunque suene mal y un poco machista de mi parte, no le haré a Nathy lo mismo que le hice a Luna. Pareciera que ahora los papeles se cambiaron.

– ¿Está todo bien? Cariño. – Dice Nathy acostada en mi pecho.

– No te preocupes, todo en orden. – Respondo.

Nathy se queda un rato posada en mí pero noto algo extraño en ella.

– Oye… – Dice curiosa. – ¿Y esa franela…? – Pregunta.
Me quedo atónito, casi paralizado porque no me percaté de la franela de Luna.

– Rayos… – Digo sin más.

– ¿Qué sucede? – Pregunta curiosa y se levanta.

Si digo que es un regalo que le quería hacer, el olor a alcohol y mi aroma impregnado en él levantaría sospechas, algo no cuadraría; Ya sé qué le diré.

– No tengo ni la más mínima idea de quién es. – Sonrío.

– ¿Qué me estás queriendo decir? – Pregunta Nathy seria.

– Yo le presté mi auto a un compañero de salón, se lo presté una noche, pero no supe qué habría hecho en él, de seguro trajo a una chica y pasaron un rato con unos tragos demás o qué se yo… Pero esa franela no sé de quiénes, te aseguro. – Le digo mientras le acaricio la cara y me conmueve toda su ternura que le nace ante la reacción de ese tacto.

Eres una mierda – Dice mi subconsciente, pero me prometo a mí mismo que será la primera y la última vez que le oculte algo a Nathy. Ella no se merece ni la más mínima mentira.

– Está bien. – Dice con serenidad y con la misma ternura que acabo de mencionar. – Entonces ¿no me piensas decir qué le respondiste a esa chica? – Pregunta con voz baja, casi susurrando y con la cara más tierna que haya existido mientras se envuelve en mis brazos.

– Tú. – Respondo. – Tú lo eres todo en este mundo. – Me mira y la beso.

"El final como el comienzo de una historia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora