Capítulo 15: Momentos.

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– ¿Luna…? – Digo – ¿Cómo te va? – Intentando entender qué es lo que sucede.

– ¿Me llevas a mi casa? – Pregunta con  picardía.

La última vez ella se enojó conmigo porque la abandoné, se sintió mal y ahorita no puedo decirle que no, no quisiera volver a dejarla mal.

– Lo siento… – Respondo. – El auto tiene una falla en el motor y no me gustaría dejarte plantada a mitad de camino por ahí. – Fue lo que se me ocurrió.

– Qué pesar… ¿Por qué no bajas y charlamos un rato? – Sugiere. – Te he echado de menos. – Dice acariciando su brazo izquierdo, bajando por su muñeca y guardando la mano en su bolsillo.

– Está bien. No hay problema. – Me bajo del auto, lo dejo encendido y empiezo a conversar con Luna.

Entre tanto que conversamos me doy cuenta que Luna tiene unos ojos muy lindos, su mirada me recuerda una sensación familiar, como si los hubiera sentido antes. Pues, desde que la conocí, nunca la miré de día y me atrevo a decir que pareciera otra persona, de no ser por su tono de voz y su picardía, no la reconocería.

– ¿Y tienes novia…? – Pregunta y se me viene el recuerdo de los mensajes de Nathy aquella noche. Mi mente pregunta: ¿será que no se dio cuenta?

– Después de lo de esa noche ¿me preguntas eso ahora? – Respondo.

– Qué insolente… – Se ríe. – ¿Me crees una tonta? – Dice en tono serio.

– ¿Perdón? – Digo sin más.

– ¡¿Acaso crees que no me daría cuenta?! – Grita y me quedo atónito.

Un recuerdo se hace presente en mi mente. Ese grito, con esas mismas palabras. Con el mismo tono de voz. Es como si ya lo había vivido antes. Quedé paralizado, literalmente.

– No sé de qué hablas… – Respondo y otra vez la misma sensación. Mi mente rebobina recuerdos y solo escucha un plato romperse, sin más, nada lo asimila. Sin embargo, sigo sintiendo que esto ya pasó.

Luna, enfurecida, muy ruborizada lleva intenta abofetearme.

– ¡Oye! – Grita alguien y todo se paraliza. – ¡¿Qué crees que estás haciendo?! – Era Nathy.

– Te vas hundir… – Dice Luna en voz baja y se marcha.
Nathy se acerca, observa como Luna se va y luego me mira.

– ¿Me puedes explicar qué estaba pasando? – Susurra con una voz muy tierna, parece una niña chiquita y como por instinto la abrazo.

– Todo está bien, entremos al auto. – Le doy un beso en la frente, le abro la puerta del copiloto para que ella entre y luego subo yo.

– No tengo ni la más mínima idea de quien sea ella. Solo la conocí hace un tiempo y fue de casualidad que me la conseguí acá. No sé el porqué de su actitud. – Digo mientras volvemos de nuevo a la autopista.

– ¿Por qué te quiso golpear? – Me pregunta Nathy con curiosidad.
– No tengo ni la más mínima idea. Solo me preguntó que si tenía novia. – Respondo y Nathy me mira.

– Por su aspecto se ve que es un muy linda, no parece violenta. – Dice. – ¿Qué le dijiste? – Pregunta seria.

Me quedo un momento callado, sin mirarla.

– ¿Tú qué crees? – Pregunto.

– Detén el auto. – Sugiere muy seria.

– ¿Por qué debo detener el auto? – Pregunto curioso.

– ¡Detén el maldito auto, ya! – Grita.

Viendo la agresividad de sus voz. Me cruzo a los bordes de la autopista y me detengo.

– ¿Por qué me haces par… – Me interrumpe.

– Cállate. – Dice y se sienta en mis piernas, justo frente de mí, tomándome la cara con sus dos manos.

– Dime, por favor. – Suplica. – ¿Qué respondiste a su pregunta? – Pregunta como si fuera un vaivén de sensaciones y sentimientos.
La tomo por las caderas, mis manos empiezan a subir por dentro de su franela, hasta que se posan en sus pechos.

– Si sigues y no respondes nada, me bajaré. – Amenaza y me besa.

– ¿Por qué te importa tanto mi respuesta? – Pregunto entre besos.
– Quítame la franela. – Me indica y levanta sus manos.

Se la quito con facilidad y mi mano acaricia su espalda de arriba hacia abajo. Me sorprende el hecho de que no llevara puesto un brassier no me había fijado en ocasiones anteriores si realmente lleva uno puesto.

– Entonces… ¿No me piensas decir? – Quita el seguro de la puerta del auto.

Enrollo su cabello en mis manos y halo de manera que ella arquea su espalda y su pecho se presiona contra el mío. Mi otra mano sostiene con fuera su mandíbula y la acerco hacia mi cara.
– ¿Qué pasa si no te quiero responder? – Pregunto y no dice nada. – Aunque quisiera demostrarlo de alguna manera.

– Hazme tuya. – Dice y deja escapar un gemido ahogado, pues, mi mano ya no sostenía su mandíbula, ahora apretaba su cuello y aunque le costaba circular su respiración, no me decía más nada.

–  Solamente hazme tuya. Aquí, ahora. – Dice aumentando su respiración mientras besaba su pecho.

"El final como el comienzo de una historia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora