Capítulo 26: Comienza la verdad.

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Aquí es cuando todo empieza a encajar.

– ¿Por qué no me lo habías dicho antes? – Pregunta Nathy y noto su furia.

– ¿Cómo querías que te lo dijera? ¿Por telepatía? – Responde Cristine con el mismo tono de molestia.

– ¿Tú también lo sabías? – Me pregunta Nathy.

– Absolutamente no. Ni la más mínima idea de que así fuera. – Respondo inmediatamente. – Aunque… – Recuerdo la llamada de Leidy advirtiéndonos que no buscáramos a su padre. – un número desconocido me llamó justo el día que ingresamos al Sr. Hendrick a la clínica…

– ¿Cuál llamada? – Pregunta Nathy.

Cierto, nunca se lo mencioné.

– Cuando tu papá ingresó a la clínica, nos habían dicho que lo transfirieron a la clínica del norte ¿recuerdas?

– Por supuesto.

– Cuando eso, un número desconocido me sugirió que no buscáramos al Sr. Lang, o pagaríamos las consecuencias.

– ¡¿Preferiste abandonar a mi padre antes cualquier cosa?! – Grita Nathy saliéndose de sus casillas y empujándome sin compasión.
La tomo por lo hombros, intentando hacer que se calmara.

– ¡¿Qué querías que hiciera?! – Respondo tambaleando su cuerpo tratando de hacerle permanece tranquila. – Tu papá ingresó con una herida de bala, quién sabe qué nos podría pasar si buscábamos a tu papá…

Otra vez Nathy vuelve a quedar pensativa en su recóndito abrigo y vuelve a disculparse.

– Pensé más en ti, antes que en más nadie ¿ok? – Digo con tono de consuelo y le tomo la cara con mis manos, cara que en segundos rebasa una lágrima que salieron de sus ojos brillantes.

Esos ojos nunca paraban de brillar.

– El Sr. Lang, con su empresa, tenía un legado multimillonario, aun no había dejado testamento… – Añade Cristine y empezamos a crear teorías. – Nathy, no quería decirte esto pero…– Se detiene sin terminar la frase.

– No me digas que… – Nathy mira a Cristine esperando cualquier cosa.
– Sí… – Responde Cristine. – Lo lamento mucho, mi pequeña.
No podía ser posible.

– Leidy, lloraba esa noche en ese pasillo conmigo porque el Sr. Lang había fallecido. – Añade Cristine con voz baja refiriéndose a mí.
Nathy no lo podía aceptar. Como pudo se saltó la mesa dentro la cafetería y salió corriendo. Cristine y yo fuimos tras ella y Nathy a comparación de mi velocidad, no pudo correr muy lejos. En plena carretera consigo interceptar a Nathy, abrazándola y sintiendo como su ser se desploma completamente entre mis brazos. Nathy nunca había sufrido tanto por alguien y menos por quien realmente consideraba un padre.

– No pu-ede ser po-sible… – Solloza Nathy con raspones de garganta y mi pecho húmedo por sus lágrimas. – Esto no puede ser real. – Levanta la mirada y sencillamente mi ser no pudo estar completamente desvanecido en plenitud al ver un rostro con tanta tristeza, realmente dolía, mucho, hasta yo lo podía sentir, era un dolor inmenso y me preocupaba en realidad el hecho de Nathy no lo pudiera soportar.

– Tranquila, tranquila… – Le doy un beso en la frente, la tomo de nuevo con mis brazos y caminamos hasta la horilla de la carretera.

– Óyeme… – Le tomo la cara y sus lágrimas parece van desapareciendo. – Todo estará bien ¿ok? – Trato de consolarla pero noto como salen de nuevo lágrimas de que recorren sus mejillas ruborizadas por la tristeza. – Estoy aquí contigo. – Su cara se vuelve a posar en mi pecho y Cristine llega a donde estábamos.

– Creo, debemos ir a la casa de la Sra. Merlín. – Sugiere Cristine agitada por su carrera. – Me parece que estoy entendiendo todo. – Dice pensativa esperando mi respuesta y suspira.

– ¿Qué opinas? – Tomo la cara de Nathy y ella asiente sin decirme más nada.

Realmente no podía creer lo que sucedía. Si Cristine piensa lo mismo que yo, esa herida de bala que diagnosticó el doctor cuando ingresamos al Sr. Hendrick a la clínica solo significaba una cosa.
Íbamos a toda velocidad en el auto, Nathy iba callada y derramando lágrimas poco a poco mirando por la ventanilla y Cristine, de nuevo, en los puestos traseros del auto. Mi mano toma la de Nathy en forma de consuelo pero parece ser totalmente nulo, pues el dolor que está sintiendo Nathy en estos momentos de no entender que su padre murió, es más intenso que cualquier sentimiento que pueda tenar por un buen y largo tiempo.

Es irónico que la razón de la felicidad sea la tristeza.

Mi mente recuerda lo que escribí en aquel informe y eso me hace pensar que a raíz de todo esto hay una esperanza… Hay un arcoíris esperando a Nathy luego de esta tormenta.

Estamos llegando a la casa de la Sra. Merlín y notamos que hay un auto afuera de su casa, auto que no vimos cuando fuimos las veces que visitamos a la Sra. Nathalia, pero muy en el fondo recuerdo haberlo visto en otro lugar.

Nos detenemos en una distancia algo lejana y caminamos hacia la casa.

De lejos observamos por las ventanas como si le estuvieran haciendo remodelación, pero no, todo lo contrario, al parecer bien se trataba de una mudanza.

Tocamos el timbre, esperando que alguien abriera la puerta. Pero no sé quién se sorprendió más en ese momento que la puerta se abrió, si quien la había abierto o nosotros al ver quien era.

– ¿Qué hacen ustedes aquí? – Dice Michael, observando a cada uno de nosotros.

– Eres un imbécil. – Lo digo sin ni siquiera controlar mis palabras y como por reflejo mi mano se empuña con fuerza y en cuestiones de segundos, dejo inconsciente a Michael en el suelo luego de un puñetazo.

Entramos a la casa y para más sorpresas.

Estaban la Sra. Merlín conversando con Leidy Lang en la cocina de la casa.

"El final como el comienzo de una historia"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora