Tres días habían pasado desde el infame descubrimiento de la traición de su familia, del breve encuentro con la madre de Lucille, y del cumplimiento de la primera semana desde la partida de Destrian.
En este tiempo, Regina había decido no dejar su habitación. Prefería mantenerse alejada de todos, por su propio bien. Apenas había comido, pero de nada importaba, ya que el malestar en su garganta no daba paso ni al agua.
La soledad le había dado el tiempo de considerar sus opciones. Entre estas estaba la opción de hacer un trato con Lucille para volver a Caister. No sería muy bien recibida en su hogar, pero al menos aún tendría la oportunidad de volver a casarse, si es que así lo decidía. Era virgen y hermosa, pero en el fondo sabía que los rumores acerca de su exilio de Adelby no tardarían en recorrer el camino que tomara.
Regina quería a Destrian, pero no permitía que la trataran de mala forma solo por permanecer a su lado. Y aún quedaba por ver si Destrian confiaba en su palabra o en la de su madre.
En su mente, Regina aun escuchaba la rasposa voz de la abuela de este. La misma voz que había escuchado confabular en su contra semanas atrás, en compañía de Lucille.
—No tardarás en irte, querida. Es un hecho. —Había dicho la mujer al encontrar a Regina llorando en la recámara lord Reinmar.
La chica prefería mantener a esa horrible mujer lejos de su mente, pero el recuerdo no tardaba en regresar. A pesar del breve encuentro, esta la había hallado en el momento en que Regina se había sentido más vulnerable. Mientras la anciana la estudiaba con sus nublados ojos, la chica no dejaba de rogar porque lord Reinmar, dormido en la cama junto a ella, despertara y la detuviera, pero esto no pasó. No hubo nada que protegiese a Regina de la odiosidad de la mujer, y sus palabras —aunque breves— fueron tan hirientes como su mirada.
—Todos armaron tal revuelo a tu llegada, pero la verdad es que yo no veo nada especial en ti. —comentó la anciana mientras se acercaba a ella con paso tembloroso y bastón en mano.
Cuando ya estuvo a centímetros de Regina, quien estaba congelada en su lugar, la anciana pronunció las siguientes palabras, que más que predicción sonaron como una amenaza. —No tardarás en irte, querida. Es un hecho.
Luego de eso Regina corrió de vuelta a su cuarto, y echó llave a la cerradura. Jamás pensó que una anciana pudiera darle pesadillas.
Desde esa tarde, Celene la intentaba visitar a diario. La muchacha le traía alimentos y noticias, pero Regina rechazaba cada una de estas, incluyendo sus incesantes disculpas.
—Nunca le dije nada sobre nuestras conversaciones, créeme. —murmuró Celene a través de la puerta. —Ella me pidió que te mantuviera vigilada, y que si ocurría algo se lo informara, pero nunca ocurrió nada digno de informar. No fue hasta que llegó Claus cuando me pidió que me involucrara en su plan.
Regina había deseado preguntarle por qué no le había dicho apenas se había enterado de todo, pero no lo hizo. No tenía ni una sola sílaba para ella.
Sin importar el silencio que Regina le daba en respuesta, Celene continuaba volviendo, y a cada visita, las noticias sobre el estado del castillo eran más preocupantes.
Entre las noticias que le había traído estaba el fallecimiento de dos de los sirvientes de la comitiva de lord Claus, incluyendo el débil estado de sir Bronson, y el reciente contagio de sir Abbington y Claus Fitzgerald.
De acuerdo a Celene, varios sirvientes habían sido enviados al granero para mantenerlos alejados del castillo, pero en el pueblo también se extendía la fiebre.
—El doctor cree que es la misma enfermedad que afecta el norte, pero de ser así estamos perdidos, ya que nadie sabe como sanarla.
La misma fiebre que se llevó al prometido de Zinnia. —recordó Regina.
ESTÁS LEYENDO
Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️
Ficción históricaAcostumbrada a conseguir lo que desea, ¿Será Destrian otro de sus caprichos o un obstáculo a superar? • • • Desde corta edad Regina siempre imaginó su futuro...