Fiebre - Parte I

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A la mañana siguiente, Regina despertó debido al frío. La joven se encontraba destapada y con las huesudas rodillas de Caryn enterradas en su espalda.

La noche anterior había necesitado la ayuda de Roselyn, la mujer que había conocido en las cocinas, para bañar a la niña, quien había entrado en estado de pánico al ver la bañera humeante. Sin embargo, tras convencerla de entrar al agua, la pequeña había disfrutado jugando con la espuma y olor del jabón.

Para fortuna de ambas cuidadoras, la niña no tenía piojos, por lo que Regina no tuvo ningún problema en cederle parte de su cama, la parte que pertenecía a Destrian.

Por primera vez, desde la partida de este, Regina había logrado dormir con tranquilidad. Debía haber algo que le brindaba alivio en oír una respiración que no fuera la suya.

Con la luz que entraba por la cortina que habían olvidado cerrar, Regina admiró el rostro de la pequeña. Sin la capa de mugre que la había cubierto ahora podía ver la piel rosada que cubría sus redondas mejillas y las largas pestañas que revoloteaban en lo alto de estas. Caryn debía estar soñando. Regina esperaba que no se tratara de una pesadilla, sino de un sueño feliz y tranquilo.

La noche anterior, la niña lucía contenta. A pesar de no haber encontrado a su madre, Caryn había encontrado ayuda, alimento y un lecho suave donde pasar la noche. Regina recordaba como el rostro de la niña se iluminó al ver la cálida habitación, y como había correteado por esta, tocando y jugando con todo a su paso.

Sin embargo, junto con la satisfacción de haberla ayudado, Regina temía que el tiempo que tendría con ella no sería muy largo. Una vez que dieran con el paradero de su madre, Caryn se convertiría en una de las demás niñas y niños que deambulaban por el castillo haciendo mandados.

Tras imaginarse los diferentes resultados de su búsqueda, Regina se obligó a salir de la cama, y tras tapar a Caryn hasta las orejas, se dedicó a prender el fuego de la chimenea.

En los días que había pasado recluida, Regina había logrado encenderlo sin mucho esfuerzo. El secreto estaba en no ahogar las llamas con mucha leña, y en no dejar de soplar hasta que las llamas ya florecieran. Eso, y que también algún sirviente le dejara un buen montón de leña cortada fuera de su puerta cada mañana.

A pesar de que el día estuviera frío y nublado, Regina sentía una calidez especial en el aire. No sabía si se trataba de presencia de su nueva amiga, o de las noticias que la antigua le había dado la tarde anterior.

Si Celene decía la verdad, Destrian estaría próximo a regresar. ¿Cómo serían las cosas después de su partida? ¿Tendrían que volver a recorrer el corto tramo que habían logrado avanzar en el tiempo que llevaba ahí? ¿Llevaría a cabo su malvada promesa?

Antes de darle vueltas a las preguntas anteriores había uno mucho más importante que debía ser respondida: ¿Destrian confiaría en ella, o creería los rumores esparcidos por su madre?

Regina llevaba días sin dejar la habitación, por lo que desconocía si Lucille había llevado a cabo su plan, y también había perdido la oportunidad de preguntar a Celene acerca de lo ocurrido, aunque esta tampoco le había dicho algo al respecto.

Si la información de Celene fuese real, y no otra de sus sucias mentiras, Claus y sus acompañantes se encontrarían enfermos, por lo que no había mucho material para rumores. Sin embargo, Regina también estaba recluida. No sería una sorpresa que pensaran que ella también había enfermado por acercarse demasiado a Claus.

Mientras Regina le daba vuelta a todas las posibilidades que abordaban su mente, un golpe en la puerta la trajo de regreso al presente.

-Adelante. -respondió la chica con avidez.

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora