Obligaciones

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Gracias a Regina, la sangre había aliviado su culpa. Destrian ya no se sentía tan mal por haberla abandonado, y a ella parecía no importarle. Sin embargo, aún conservaba dos inquietudes.

La primera, ¿Cómo ocultaría la herida de su madre?

Y la segunda, después de aquello ¿Regina habría dado por saldada la cuestión de consumar sus votos?

Destrian no se sentía ansioso por hacerlo, sabía que no debía ser nada bueno, ya que toda la práctica que había tenido había sido con su mano derecha, la misma adolorida mano que Regina casi había amputado.

Sin embargo, albergaba la esperanza de que algún día pudiesen hacerlo realmente, pero luego de aquella mañana, Regina ya no tendría ninguna prisa.

Para su gran alivio, el clima estuvo de su parte, y lo ayudó a esconder la herida de su aprensiva madre.

Aquella misma tarde el frío comenzó, obligándolo a usar guantes la mayor parte del tiempo. Luego del frío vino la lluvia, la cual retrasó su regreso a Adelby por varios días, hasta que finalmente el sol salió y pudieron partir.

Para su sorpresa, Regina no parecía muy afectada por dejar a su familia. La más afectada parecía ser su hermana menor Joana, quien lloraba y prometía escribirle tanto como se lo permitieran.

Finalizadas las despedidas, y como si hubiese sido una mera visitante, Regina tomó su caballo y partió dándole la espalda al castillo donde había crecido, y a toda su familia.

Los primeros días del trayecto camino a Adelby fueron tranquilos. El clima parecía acompañarlos, el viento otoñal y el frío no fueron tan severos. Sin embargo, estos no tardaron en convertirse en borrascas y temporales que les impidieron avanzar más de un par de millas cada día.

Ya para la tercera semana de la partida de Caister, los integrantes de la comitiva buscaban desesperados un lugar tibio donde resguardarse. Fue ahí donde encontraron una posada donde pasar la noche lejos del frío y el rugido del viento.

Luego de quitarse la tierra del camino y el olor a caballo, el grupo de viajeros se reunió en el salón donde se alimentarían y beberían.

A pesar de estar sentada, Regina continuaba sintiendo el bamboleo del caballo bajo sus piernas. Le dolía cada lugar de su cuerpo, desde el nacimiento de su rubio cabello hasta las uñas de sus pies, en especial su columna y caderas.

-¿Cómo te encuentras, querida? -era lady Lucille, quien a pesar de sus años parecía no sentir el peso de los caminos. Seguía tan compuesta y digna como siempre. Tal vez la sangre si se hace notar en algunas personas. -pensó Regina.

-Mucho mejor, gracias. El baño caliente alivió un poco mi dolor de espalda.

-Me alegra. -la mujer sonrió, pero algo en su sonrisa no terminó por convencer a Regina. -Esperemos a que Destrian llegue para empezar a comer ¿Si, cariño?

La joven apenas había notado que sostenía un trozo de pan a mitad de camino a su boca. Estaba más hambrienta que jamás en su vida. Para poder llegar antes de que anocheciese a la posada, habían cabalgado sin detenerse a comer.

Regina dejó el pan en la mesa, y se enderezó. Si había esperado todo el día, no tendría problema en esperar unos minutos a que Destrian terminara de tomar un baño.

-He notado que no hablan mucho tú y Destrian. ¿Va todo bien entre los dos?

-Sí... -Regina repasó la rutina diaria de ambos. Despertaban al alba, Destrian cabalgaba junto a ella hasta que su madre lo llamaba a hacerle compañía. Regina detestaba notar que la invitación jamás la incluía a ella. Luego, paraban a comer, momento en el cual lady Lucille acaparaba toda la conversación. Finalizada la comida, cabalgaban todo lo que el clima les permitía hasta caer rendidos en los catres hasta el día siguiente.

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora