Iluminado

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Luego de aquella humillante revelación, Destrian pasó la noche sin poder dormir. No estaba totalmente seguro si se debía a la absurda cantidad de siestas que había tomado a lo largo de la tarde anterior, o a la vergüenza que se había materializado en su garganta como una bola dura que no le dejaba tragar, pero cuando el amanecer comenzó a brillar en su ventana, Destrian apenas se las había arreglado para dormir un par de horas.

Antes de la llegada de Regina, Destrian tenía la solución ideal para las noches de insomnio. Sin embargo, ya no era apropiado, y menos con ella dormida a centímetros de él. En casos de una emergencia, fácilmente podría ir al cuarto de baño a tranquilizarse, pero no debía. Como todos se habían encargado de recordarle, ahora él era un adulto, un esposo, el futuro lord de Adelby, y ya no debía comportarse como un crío.

Debido a su resfriado había dejado de lado sus obligaciones en el castillo, como también la promesa que se había autoimpuesto de celebrar su primer mes de casados, pero ya era muy tarde, pronto se cumplirían dos y Destrian esperaba que fuera el doble de especial.

Cuando los primeros rayos del sol iluminaron la ventana, Destrian se levantó. No quería estar en la cama cuando —o si es que— el médico apareciera a decirle que debía permanecer postrado un día más. Estaba harto de estar solo, y si había alguien en el castillo que entendía aquel sentimiento, era su padre. Por lo que se vistió sin despertar a Regina, dejó la habitación.

Al despertar, Regina se dio cuenta de que Destrian ya no estaba en la cama ni en la habitación

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Al despertar, Regina se dio cuenta de que Destrian ya no estaba en la cama ni en la habitación. Aquella mañana se había permitido dormir hasta tarde, ya que la noche anterior había tardado en hacerlo, ya que Destrian no paraba de removerse en la cama.

Aprovechando que estaba sola, tomó un baño y se reunió con Celene.

Su nueva amiga la esperaba ansiosa en su habitación. La tarde anterior la chica había saciado gran parte de su curiosidad con Regina, quien se había sorprendido con lo mucho que la chica desconocía, y también con el hecho de que esta apenas tenía quince años.

Tras esperar a que la muchacha terminara de desayunar, y enseñarle las puntadas básicas del bordado, ambas decidieron ir a bordar a un lugar mejor iluminado.

Debido a la lluvia que parecía interminable, era poca la luz natural que había para la labor, por lo que ambas muchachas —acompañadas por sus damas de compañía— vagaron por el castillo en busca del lugar perfecto para enseñarle a la chica a bordar, ya que nadie se había dado el trabajo de enseñarle antes.

—No debe ser muy difícil, he oído que algunas mujeres lo hacen hasta dormidas. —comentó Celene, como siempre emocionada. Regina se recordó a sí misma cuando tenía aquella edad, pero no recordaba haber tenido tanto entusiasmo.

—No creo que eso sea posible.

—Bueno, no importa... —justo cuando Celene parecía lista para añadir algo a la conversación, algo llamó su atención. Regina siguió el rumbo de su mirada, la cual terminaba en una gran puerta de metal. —¡Vamos, entremos aquí a saludar!

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora