Confrontaciones - Parte II

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Regina llamó a la puerta que tanto temía enfrentar.

Tras haber disfrutado de una placentera tarde, la muchacha había pasado toda la noche sin poder dormir. Su cerebro no dejaba de analizar cada palabra, cada pregunta que tenía para Lucille, pero una vez más, luego de haber tocado la madera de la dichosa puerta, su mente había quedado en blanco.

La rubia esperó impaciente a que contestaran a su llamado, pero en su lugar la puerta se abrió, dejando ver a una chica joven, con el rostro parcialmente cubierto por un pañuelo.

—Lady Regina —saludo la muchacha con una rápida cortesía. —Lady Lucille aún descansa. Si lo desea, puedo avisarle cuando ella despierte.

La vida una vez más le daba una vía de escape, pero esta vez no la tomaría.

—Esperaré —y sin esperar que la chica replicara, Regina entró a la habitación.

Tal como la doncella había dicho, Lucille dormía.

La mujer no lucia tranquila, o descansada. Bajo sus ojos había unas amoratadas ojeras, que envejecían su rostro. Todo en ella parecía haber cambiado. Su piel, una vez tersa, ahora estaba repleta de finas arrugas y manchas. Y su cabello, una vez rojo radiante, ahora estaba bañado de canas platinadas. Lucille ya no lucia amenazante, lucia débil.

Regina esperó junto a la cama por algunos minutos. Era la primera vez que entraba a los aposentos de la mujer. Lucille siempre la recibía en la sala de estar en la puerta contigua, donde la invitaba a comer y donde podía estudiar cada uno de sus movimientos, esperando que la chica cometiera un error.

—Mi señora —llamó la doncella quien había estado desempolvando la habitación —, debo ir a las cocinas por la tizana de lady Lucille ¿Podría hacerle compañía hasta que vuelva?

—No te preocupes, me quedaré con ella.

La muchacha dejó la habitación acompañada por un fuerte portazo, que estremeció los cristales y a la mujer que había estado dormida.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la mujer con voz seca, a la vez que se enderezaba en la cama. Estaba más delgada.

—Quise ver como se encuentra —Regina tomó la jarra de latón junto a la mesa de noche y relleno su copa con agua. —Tenga.

La mujer parecía querer negarse a la copa que le tendían, pero finalmente la tomó con la mano algo temblorosa.

—Querrás decir que viniste a reírte de mí. —acusó la mujer mientras bebía con avidez. Regina prefirió guardar silencio. —Escuché que habían regresado a Adelby —continuo la mujer. —Espero que no hayan empacado, porque se irán de regreso apenas me levante de esta cama.

—No nos iremos hasta que todo esté resuelto.

—¿A qué te refieres?

Regina se puso de pie y se acercó a ella.

—Dígame que hice. ¿Qué hice mal para merecer que me traté como lo hace?

—No sé de qué hablas —la mujer se aferró al cobertor de su lecho. —Quiero que te vayas. Necesito descansar. He pasado por mucho, no necesito otro dolor de cabeza...

—Ya le dije que no me iré —Regina se sentó a los pies de la cama de la mujer. —¿Por qué tiene que ser así? ¿Qué hice mal? Dígamelo, para poder comprenderlo.

Lucille parecía querer escupirle en la cara, pero en su lugar habló.

—Todo —la mujer desvió sus ojos grises de los de Regina—. Desde la primera vez que te vi, siempre mirando en menos a mi Destrian. Siempre luciendo tan altanera. ¿Crees que no sé cómo lo miras? ¿Cómo tú y tus hermanas se reían de él a sus espaldas? —la mujer volvió a observarla. —¿Hay algo malo mi hijo?

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora