Cielos nublados

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A la mañana siguiente, Regina fue despertada por las voces de las gemelas, Anne y Lauren. Había dormido la mañana entera, olvidando por completo su reunión con lord Reinmar. Rápidamente las doncellas la vistieron y peinaron, dejándola lo más presentable posible para la reunión, y partieron.

Debido a la prisa de su despertar, no había tenido tiempo de pensar en lo ocurrido la tarde anterior. ¿Destrian había dormido junto a ella? Regina no recordaba nada en absoluto. Había estado tan agotada que apenas hubo situado su cabeza sobre la almohada, se durmió. Sin embargo, mientras Lauren la peinaba, notó que Anne doblaba una de las túnicas de Destrian, y la depositaba sobre un baúl.

¿Había pasado la noche con ella, o había venido por la mañana a cambiarse de ropa? Lo único que Regina sabía es que no servía de nada hacerse ese tipo de preguntas. No serviría de nada torturarse con hechos que ella no podía cambiar.

Cuando llegaron a la habitación del lord, Regina no pudo entrar a verlo. Lord Gaunt había tenido una noche difícil, y recién en la mañana había podido conciliar el sueño, por lo que era mejor dejarlo descansar.

De vuelta en su habitación, Regina se dedicó a reponer sus fuerzas. Las muchachas le prepararon una bandeja llena de alimentos y se retiraron para dejar a Regina descansar.

Tal como había inferido, la habitación tenía una vista privilegiada de los jardines. Mientras merendaba podía ver desde los rosales, hasta la muralla exterior que colindaba con el río. Regina jamás había sido una entusiasta de la naturaleza, y menos después de haber pasado tanto tiempo a la intemperie, pero añoraba sentir el aire fresco otra vez.

Abriendo las puertas del amplio balcón de piedra, Regina se sorprendió por lo cálido que estaba el aire en un día nublado como ese. Había esperado que el viento estuviese frío y cortara sus mejillas, pero en cambio este la había recibido con un cálido abrazo.

Según el jardinero de Caister, cuando el clima estaba así pronto llovería.

El jardín era magnífico. Regina se preguntaba si podría dar un paseo antes de que comenzara a caer la lluvia, o si era mejor esperar a que el clima mejorar cuando un brillo naranja llamó su atención.

Era Destrian junto a los setos, y para variar, acompañado de Celene, quien paseaba colgada melosamente de su brazo. A pesar de la distancia notaba que conversaban animadamente, y a ratos se miraban y sonreían como dos enamorados.

Regina quería dejar de mirar, lo necesitaba. No porque rompiera su corazón, ya que había superado esa corta fase, sino porque la furia crecía dentro de ella. Sin embargo, en el momento en que se había decidido a volver a la sala de estar, los amantes miraron en su dirección.

Automáticamente pensó en entrar rauda como una liebre, pero ahogo aquel instinto. Si la veían huir se dejaría aún más hundida en el ridículo. En su lugar, les mantuvo la mirada a la distancia.

Se mantuvo serena, con las manos apoyadas en la cálida piedra del balcón y con el viento desplazando su cabello a su costado. Y cuando vio a Destrian dejar ir el brazo de Celene, Regina entró tranquilamente en la habitación.

A penas cerró la puerta del balcón, corrió en buscar de sus implementos de costura. Había escuchado que Anne y Lauren estarían bordando en el salón de juegos que habían visto de camino a la habitación de lord Reinmar, por lo que no le costaría encontrarlas.

Mientras caminaba rauda por uno de los corredores, escuchó los pasos de alguien correr en su dirección. Regina intentó recomponerse, no quería que nadie la viera sonrojada por la furia y el trote, pero no tuvo el tiempo necesario, ya que la alta figura de Destrian apareció frente a ella.

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora