Fiebre - Parte II

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-¿Destrian? -preguntó Regina tras verlo congelado en el marco de la puerta. La joven lo había hecho entrar pensando que se trataba de Roselyn con noticias de Gwen, la madre de Caryn. Debido a las noticias que le daba Celene, la rubia había pasado toda la mañana haciéndose a la idea de volver a verlo, pero de todas formas este la había tomado desprevenida.

-¿Qué haces en el piso? -inquirió el pelirrojo desde la puerta. Desde aquel ángulo lucía aún más alto. -pensó Regina.

-Juego con Caryn. -respondió con lentitud, un tanto alarmada por el rostro preocupado del chico.

Tras un par de segundos, Regina intentó incorporarse, pero accidentalmente pisó el borde de su vestido y volvió a caer, haciendo que Destrian se precipitara dentro del cuarto.

-¿Estás bien? -preguntó él mientras se arrodillaba para quedar a la altura de la muchacha.

De cerca, Destrian lucía aún más preocupado, con los ojos brillantes y la respiración agitada.

Regina asintió en respuesta, a la vez que el muchacho apoyaba su fría mano en la frente de la chica.

-¿Cómo te sientes? -volvió a indagar el muchacho mientras ahora apoyaba ambas palmas en sus mejillas, para comprobar su temperatura. Debido a las horas a la intemperie, las manos de Destrian estaban frías, por lo que le costaba trabajo identificar si se trataba de fiebre o no.

-Bien... -contestó la chica con un hilo de voz, ya que por alguna razón se sentía desorientada.

Por su parte, Destrian compartía aquel efecto. Este había pasado de la preocupación a la impresión de tenerla a tan corta distancia. Estaba tan cerca que podía distinguir motas de color ámbar en sus ojos marrones, y como sus pestañas se desvanecían del castaño al rubio.

Estaba tan cerca -pensó Destrian-, que al menos tenía que intentarlo.

Con un ligero movimiento de cabeza acercó sus labios a los de Regina, tanto que podía sentir el calor emanando de estos. Quería besarla, pero ¿valdría la pena contagiarse por un beso?

Ya era tarde para cuestionamientos. Veces antes había debatido si el momento de besarla era el apropiado, y siempre había resultado en un nuevo muro que lo separaba cada vez más de ella. Así que, sin esperar ni un segundo más, Destrian juntó sus labios con los de Regina.

Bastó el mero contacto entre estos para que el calor creciera en su interior, y dejándose llevar por este, Destrian deslizó sus manos del rostro a la cintura de Regina, atrayéndola hacia él.

Necesitaba derrumbar cada uno de los ladrillos del muro que había creado.

Necesitaba que nada los volviera a separar.

Destrian se encontraba a punto de dejarse caer en la alfombra con Regina entre sus brazos cuando escuchó como una de las sillas del comedor se movía frente a él.

Había alguien más en la habitación.

Por supuesto.

Al ver a Regina en el piso, Destrian había olvidado por completo las risas que escuchó antes de entrar.

Ella no estaba sola.

Rápidamente separó sus labios de los de la chica, mientras intentaba articular algo, lo que fuera. De un segundo a otro, había perdido control de sus capacidades motoras.

Viendo su rostro, y cuál fuera la expresión en este, Regina se separó de él, y de un saltó llegó hasta el lugar donde había sonado la silla momentos antes.

-¡Te encontré! -gritó la chica al espacio entre las patas de la silla.

Destrian se preguntó que tipo de amante se escondería en aquel lugar, o quien de los dos había perdido la cordura: ¿Regina quien le gritaba a la oscuridad bajo la mesa? ¿O él, quien había dejado de comprender en absoluto?

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora