Hielo - Parte I

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Ocultos bajo la gruesa mata de lana, ajenos al frío y a la nieve yacían abrazados Regina y Destrian cuando un fuerte estruendo los despertó.

Alguien llamaba a la puerta.

Debido a la impresión, e intentando ocultar su desnudes de los ojos de Destrian y de la ventana, Regina rodó en su costado, cayendo al piso frío de piedra llevándose la manta con ella en su caída.

Destrian, quien aún portaba sus pantaloncillos, puso de pie ágilmente y articuló en dirección a la puerta: -¡Un momento por favor! -Luego se acuclilló junto a ella para revisar su estado. -¿Estás bien?

Regina asintió mientras se cubría con la manta, intentando disimular lo ocurrido y la tierra adherida a su espalda. Cuando sus ojos se encontraron con los de Destrian, a pesar del frío, su rostro ardió.

Finalmente lo habían hecho.

El Matrimonio había sido consumado.

-¿Estás segura que te encuentras bien? -susurró Destrian refiriéndose a la caída, o tal vez a algo más.

Regina asintió demasiado avergonzada como para hablar.

También algo más enrojecido de lo normal, Destrian caminó con el torso desnudo hasta la puerta, y asomando la cabeza por el espacio abierto habló con la persona que los había despertado.

A través de la ventana, el sol brillaba detrás de una gruesa capa de nubes, y a pesar de la densidad de estas, Regina infería que debía ser casi mediodía. Bajo las nubes, el paisaje asemejaba el cielo. La nieve lo cubría todo de un blanco impoluto, cada maleza en las colinas, cada árbol en la distancia, y cada gota visible del lago.

Era un paraíso de hielo y luz.

Detrás de ella, la puerta se cerró dirigiendo una corriente de aire frío que se filtró por la manta directo a su espalda, y Destrian regresó junto a ella.

-Nos trajeron el almuerzo. -comentó él con una bandeja repleta de comida en las manos, y una gran mancha de sangre en su pantaloncillo.

Regina intentó frenar su sorpresa, pero ya era tarde. Destrian también se había dado cuenta.

-¿Es mía? -preguntó el muchacho, a lo que Regina negó. Era su virginidad embarrada por todo el regazo de Destrian. -Espero que no se haya fijado... -miró preocupado hacia la puerta, recapitulando cada uno de sus movimientos anteriores.

Mortificada, Regina se puso de pie sin antes recoger la camisa de dormir que había dejado en el piso la noche anterior, y caminó rauda hacia las puertas de la habitación.

-¿No tienes hambre? -preguntó Destrian refiriéndose a la bandeja de comida que aún cargaba.

Regina consideró decir que no, deseaba decir que no, pero estaba tan hambrienta que era imposible.

-Necesito vestirme... -contestó con rapidez y se perdió dentro de las puertas.

Una vez lejos de los ojos de Destrian, Regina se permitió demostrar su vergüenza.

¿En qué se había convertido? Imágenes de la madrugada llenaban su cabeza. Estaba segura de que había visto sus uñas y dientes marcados en los hombros y espalda de Destrian. Había transformado una noche perfecta en un pandemónium. ¿Qué pensaría Destrian? ¿Qué esperaría de ella de ahora en adelante?

Regina estuvo a punto de lanzarse a la cama para asfixiarse a sí misma con una almohada cuando vio a Caryn. La pequeña jugaba con sus muñecos en la cama, sin importarle haber estado sola toda la mañana.

-Buenos días... -saludo extrañamente. Antes de hacer alguna otra cosa que devastara por completo la confianza en sí misma, Regina se ocultó tras el biombo de la habitación y se calzó la camisa de dormir por los hombros. -¿Tienes hambre, Caryn?

Regina (2° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora