10: Tristeza

581 79 19
                                        

No, había podido dormir bien, nada bien, el estarle dado vueltas al asunto de Itachi no era para nada bueno para su salud, pero es que el hecho de saber que había asesinado a sus padres lo dejo con la boca abierta al rubio, ¿Por qué alguien haría algo tan horrible a sus padres?

Deidara sin duda no lo sabía, pero solo reconocía una cosa, cuando Itachi dijo aquellas palabras sintió tristeza, sintió mucha tristeza en su ser, no sabía si era porque el confiaba mucho en la gente, pero obtuvo del moreno un sentimiento de ira, intranquilidad y demasiada tristeza.

Y aquello le había hecho empezar a pensar en razones para que un hijo le haga daño a sus padres, y eso lo llevo a desvelarse.

Actualmente seria sincero, no podía ver a Itachi a la cara, sentía algo de miedo y repulsión hacia él, pero debía intentar superar las náuseas de la primera impresión, después de todo le quedaba mucho tiempo viviendo a su lado, así que era mejor no pasarse de idiota.

Sus pasos se detuvieron y observo el salón que antes era conocido como la biblioteca y que ahora era solamente un lugar vacío con rastros de quemaduras por todas partes, entonces Deidara se preguntó que habría sucedido en el pasado allí.

-Muy bien, llegamos – escucho la voz del guardia que los había estado escoltando hasta allí – ayer lo limpiaron otros reos, ahora hay que pintar, háganlo bien.

Itachi y Deidara habían sido escoltados hasta la biblioteca para hacer trabajo comunitario pero en prisión, ese día era de limpieza y a los reos que se postulaban para hacerlo, les asignaban diversas actividades, para poder tener “buen comportamiento” y lograr reducir su sentencia.

Para Deidara aquello era ventajoso, podía sentir otro tipo de ambiente, y además, si eso le ayudaba a reducir poco a poco su sentencia, era mucho mejor.

Ambos estaban dentro de la habitación cuando la voz del guardia se despidió, y cada uno se acercó a los botes de pintura, azul marino, o al menos eso decía en la lata.

Deidara observo cuidadoso como el moreno, se bajaba el cierre del overol, se detuvo cuando llego a su cintura y se sacó las mangas dejando ver su musculoso cuerpo.
Bien, Deidara creía entender ahora por qué le temían tanto. Con un golpe de esos brazos terminaría inconsciente en el suelo, estaba seguro.

Pero no solo eran sus brazos, el rubio comprendía que el mayor, era totalmente fuerte; mientras lo veía atarse las mangas del overol en la cintura, lo comprendía. Aquellos músculos enormes estaban muy bien trabajados, de lejos se notaba que estaban muy duros, y la musculosa blanca que tenía puesta no disimulaba ni un poco los abdominales que parecían haber sido creados con mucho esfuerzo, sin duda, tenía el cuerpo de un modelo.

De la nada Deidara empezó a agitar su cabeza, llamando la atención del moreno, mas este no dijo nada.

¡Que hacia pensando en eso!

A él no debía importarle lo musculoso que estuviera el tipo; era un asesino, si, debía recordar eso, un asesino…musculoso y sexy…

¡Maldición! El tiempo sin pareja le estaba pasando factura.

El hizo lo mismo que Itachi había hecho con su overol, y al igual que el moreno, se amarro el cabello en una coleta y lo envolvió en una bolita.

Tomó un bote de pintura, y una de las brochas, y camino en dirección contraria al azabache, ambos terminaron dándose las espaldas. Mientras comenzaba a destapar las latas. Deidara miraba de reojo al moreno, no sabía que pensar sobre el hombre, él había sido bueno, le dio de comer, y le ayudo llamando a los guardias cuando él sentía que se iba a morir.

Si, sin importar lo que fuera, o lo malo que había hecho en su vida, el pelinegro le había ofrecido algo de ayuda cuando los demás no.

Soltó un suspiro cansado; tenerle miedo al mayor no iba a cambiar nada, quizás solo lo empeoraría.

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora