Le sudaban las manos, sus rodillas picaban un poco por culpa de estar sobre el frío piso, sus labios temblaban, y sus ojos azules chispeaban gracias a la entrometida luz que se colaba por la fina rendija que habitaba en la pared y a la cual conocían como ventana.Como si fueran balas, las gotas caían en el techo, creando un estruendo a su paso y salpicaban un poco el interior de la tétrica celda.
Aquella mirada ónice se clavaba en él, ahueca, fría y demoledora que causaba que cada uno de sus finos y débiles nervios lo sacudieran temiendo que sus acciones lo hicieran enfadar.
La bondad del hombre, quizás unos años mayor que él, llevaba a un desconcierto diferente al rubio. Sin poder discernir correctamente los colores y las formas, tanteó la cremallera de la braga del reo contrario.
Sus delgados dedos tiraron de ella, dejando a la vista la camisa básica blanca que portaba y el comienzo de su ropa interior.
No debían haber momentos de dudas en su ahora decidida mente, y despejo la niebla que comenzaba a ganar terreno. El trabajo era simple, debía hacer, lo que debía hacer.
Con las yemas de los dedos comprobó el extremo de la ropa interior ajena, y tiró con suavidad de ella, dejando ante su vista, un miembro no muy endurecido.
Deidara se mordió el labio, fraguando una ilusión donde lo hacia todo perfectamente, y rezando en lo profundo de su corazón que funcionase.
Con pulso firme, tomó el miembro que no distaba mucho del suyo, y un suave vaivén fue creado por su mano, deslizándose algo reseca por el músculo blando del hombre.
El rubio temía estar haciendo mal su trabajo, pues no veía progreso alguno.
Salivó encima del pene ajeno, y empezó a cubrirlo con delicadeza y tacto.
Humedeció sus labios, comprendiendo que aún no progresaba, y los llevo hasta el glande del moreno, metiéndoselo en la boca y sorbiendo la punta con parsimonia e impericia. Por fin empezó a progresar, los resultados se veían, ahora, en un miembro más endurecido, que se alzaba vigoroso y producía una cristalina gota en la punta.
El blondo dirigió la punta de sus blancos dedos hacia aquella esfera de líquido y la untó en sus dedos, sintiendo la pegajosa esencia en sus yemas.
Entonces volvió a tragarse la polla contraria, esta vez con más confianza y desenvoltura, apretándolo con sus labios y acariciándolo con la lengua. Aquel órgano húmedo hacia casi todo el trabajo que podía, lamia, presionaba, probaba, apretaba, jugueteaba y mimaba la masculinidad ajena, y no se quejaba por el sabor.
Deidara retiró su boca por unos momentos, mientras se encargaba de crear más saliva, para poder seguir complaciendo al adulto, mientras esto pasaba, sus manos arropaban la abotagada intimidad, subiendo y bajando con descarados movimientos, buscando complacer a Itachi.
Su respiración era ahora, un desastre colosal, que el repiqueteo de la lluvia le ayudaba a ocultar, volvió a hundir aquel trozo de carne en su boca, casi tocando su campanilla, y sus dedos masajearon desvergonzadamente los huevos del otro.
Itachi no ejercía sonido alguno, y dejaba expectante al blondo, solamente cerraba los ojos y dejaba que la marejada extraña de nuevas sensación invadieran hasta lo más recóndito de su ser.
Hasta que finalmente, de un pujido toda su semilla ocupó la boca de su compañero, arribándolo a un calor inminente que estalló, para luego quedar en la ataraxia.
Deidara prefirió tragar toda aquella esencia y retirarse poco a poco de aquel hombre, que tan solo le ofreció una mirada más calmada, y asintió con claridad, demostrándole que había estado bien y que con eso era suficiente.
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Inocencia criminal
FanfictionDeidara es un chico algo obstinado y juguetón; y su vida cambiara cuando salga con unos amigos, y se dé cuenta que ellos no son precisamente inocentes, sino que son unos ladrones y en medio de la confusión terminaran inculpando, haciendo que se lo l...