30: Emociones

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Su mirada fría y fiera, había removido hasta el último resquicio de su ser. Sus palabras habían sonado tan duras que habían lastimado de modo inconsciente los sentimientos de Deidara.

En su interior habitaba un desquicio de emociones que no se dan abasto, y no puede sentirlas con exactitud, sin que otra le robe el puesto de inmediato.

El miedo fue una de las primeras, era normal, cuando nos sentimos totalmente amenazados es normal sentir miedo, en especial si hay una bestia del porte de la que él tenía en frente.

No podía tragar bien, aun lo tenía bien sujeto, y con cada minuto que pasaba en mutismo más lo apretaba, inevitablemente se quejaba producto del dolor, al sentir como su tráquea era apretada y como la respiración se empezaba a convertir en una tarea imposible.

No sabía cómo había descubierto que fue por él que Sasori se había ido de la prisión, pero ahora debía dar una respuesta que complaciera al reo mayor.

-Aflo...ja – le pidió poniendo sus manos sobre las ajenas. Si Itachi lo seguía apretando así, en realidad no podría hablar nunca.

-¿Me dirás? – la pregunta le hizo asentir de inmediato, a pesar de la expresión vacía que le estaba dirigiendo Itachi.

Las manos aflojaron con presteza su cuello, permitiendo que pudiera respirar nuevamente. Como acto desesperado sus pulmones se llenaban de aire con mucha rapidez, y tosió varias veces por culpa de lo mismo.

Se recuperó luego de unos minutos, en los que su respiración se calmó y dejó de toser. Entonces su mirada y la Itachi se conectaron, el pelinegro lucia enfadado y estresado.


-Sí, hice un trato – aseguró con la espalda recostada a la pared. - ¿Qué tiene de malo?

-No me lo dijiste – le comunicó apretando sus dientes.

-¡No sabía que debía pedirte permiso para eso! – Pronunció con enfado, si ahora él también empezaba a enfadarse – no quiero que a la próxima me tengan que amputar todo el brazo, o me maten. No sé tú, pero yo no quiero morirme aun, tengo un hermano al que amo, quiero verlo hasta el final de sus días, y que tenga hijos o que se case, y yo quiero salir de aquí, vivir una vida plena y feliz, para que el día de mi muerte pueda decir “¡viví bien!”.

Ambos se quedaron en silencio, Itachi también lo hizo, aunque su mirada estaba iracunda, aun así, era un hombre inteligente, por ello examinaba bien las expresiones de su opuesto.

-No quería arriesgarnos – dijo Deidara ahora con más suavidad – ¿sabes? Tu tampoco eres inmortal, con esa herida, él solo tenía que haberte golpeado allí muy fuerte y te hubiera sumido en mucho dolor, tú lo sabes y yo también.

-¿Cuál fue el trato? – preguntó cruzándose de brazos y limitándose un poco.

Deidara se puso nervioso, acto que fue muy obvio para Itachi, lo cual lo hizo gruñir con rabia, esperaba que Shisui no hubiera logrado que Deidara hiciera una estupidez.

-Pues… - el rubio bajó la cabeza, pero rápidamente se recompuso, era mejor decirlo ahora – me pidió que averiguara la verdad, él quiere saber, si en verdad mataste a tus padres, cuáles fueron las razones que te llevaron a hacerlo.

Itachi negó con la cabeza y luego se acarició el puente de la nariz; ahora lucia verdaderamente estresado.

-Maldito Shisui – se le escapo el insulto pero poco le importó – siempre buscando una manera de meterse donde nadie lo llama.

Deidara sonrió un poco al verlo tan indignado.

-¿Solo te pidió eso? – Ahora estaba más tranquilo, pero aun lo seguía molestando algo - ¿no te pidió más nada?

Inocencia criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora